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Reportaje:LA BATALLA POR LA RED SOCIAL

Las bestias negras de Facebook

Los gemelos Winklevoss acusaron a Mark Zuckerberg de robarles la idea con la que nació Facebook. Siete años después, siguen en pie de guerra demandando su parte

Qué son 200 millones? Nada, comparado con el honor. Eso es lo que los gemelos Cameron y Tyler Winklevoss quieren que usted crea. Desde 2004 han perseguido a Mark Zuckerberg, fundador de Facebook, en los tribunales. Primero, para pedirle una compensación, acusándole de robar la idea sobre la que creó la mayor red social de Internet. Luego, porque no estaban contentos con los términos de la indemnización extrajudicial que recibieron de Zuckerberg. La justicia de Estados Unidos ha intentado detener el frenesí de demandas de los apuestos gemelos. Ellos, sin embargo, no van a parar. A cualquier ocasión, le recuerdan a quien quiera escucharles: Facebook puede tener muchos usuarios, pero nació sin ningún honor.

Los Winklevoss, de 30 años, son arquetipos de lo que en Norteamérica se conoce como la élite WASP (siglas de white anglo-saxon protestant, o lo que es lo mismo: blancos, anglosajones y protestantes). No hay nada en su biografía que salga del manual del perfecto WASP: nacidos en Southampton, Nueva York; perfectos al piano desde niños; apasionados del remo; atletas olímpicos; formados en la Universidad de Harvard; miembros de los selectos clubes Hasty Puding y Porcellian, tan rancios como su nombre sugiere. Ni siquiera su fisionomía traiciona su waspismo: de perfectas quijadas cuadradas, engominadas cabelleras y turgentes músculos, altos como estatuas griegas.

Su atuendo: siempre perfecto. Perfecto en clase, perfecto fuera de ella. Solo se desprenden de la americana y la corbata cuando están remando. Y aun en esa instancia, su uniforme deportivo sigue siendo impecable. No dejan a nadie indiferente. Se les ama o se les odia. Por lo que publican los medios de EE UU, más bien lo segundo. Esto dijo de los gemelos en verano Larry Summers, que fue presidente de Harvard cuando ellos estudiaban allí: "Si un estudiante de licenciatura viene a verte con corbata y americana un jueves a las tres de la tarde, hay dos posibilidades. Una es que esté buscando trabajo y tenga una entrevista. La otra es que se trate de un capullo (asshole). En este caso se trataba de la segunda opción".

Las rencillas nacen de un encuentro de ambos con el rector, en 2004, en el que este rechazó amonestar a Zuckerberg por las acusaciones de haber robado la idea de Facebook. Después de que Summers les llamara capullos, los Winklevoss emitieron un comunicado en el que le criticaban por sus malos modos, su falta de tacto y carencias éticas. ¿Qué importa que Summers sea uno de los economistas más respetados de EE UU, asesor del mismísimo presidente Barack Obama? Da lo mismo. Al fin y al cabo, Zuckerberg es uno de los multimillonarios más jóvenes del planeta y también mancilló el honor de los Winklevoss. En el mundo de los gemelos el dinero no compra la dignidad.

"Qué ironía que nuestro atuendo, aquel día, obedeciera al respeto que le debíamos al mismo presidente", escribieron los gemelos en una reciente carta dirigida a la administración de Harvard. "Los modales [de Summers] estuvieron en consonancia con su reputación de carecer de tacto. No creemos que fuera un fallo suyo no chocarnos la mano cuando entramos en su oficina (porque hacerlo hubiera implicado bajar los pies de la mesa y haberse levantado de su silla), ni que nos alarmara su tono. Es que despreció nuestras quejas por un asunto que ponía sinceramente en duda normas éticas muy sólidas, como son las recogidas en el Código de Honor de Harvard".

El honor, esa virtud para los Winklevoss casi extinta. La historia es sabida, popularizada por la película La red social: junto con su compañero Divya Narendra, los Winklevoss crearon un listado de alumnos en Internet para Harvard; llegaron a un acuerdo verbal con otro alumno, Zuckerberg, para que se encargara de la programación; este, a escondidas, creó Facebook, que era un proyecto sospechosamente similar; ellos le demandaron; finalmente llegaron a un acuerdo extrajudicial por el que recibieron 65 millones de dólares, 45 de ellos en acciones. Hoy, el valor de esa indemnización se estima en 200 millones, dado el éxito de Facebook. Luego volvieron a llevar a Zuckerberg a los tribunales acusándole de haberles mentido sobre el valor real de las acciones. Pedían 650 millones. Perdieron el caso en abril de 2011.

Entonces, el juez Alex Kozinski les espetó: "En algún momento, las demandas tienen que parar". No conoce ese juez a los Winklevoss y su sentido del honor. Habrán agotado la vía judicial, pero siempre les queda la vía del bochorno público. Ellos quieren que Zuckerberg, el joven judío de clase media de Nueva York, al fin y al cabo un don nadie antes de crear la mayor red social del mundo, pague con la humillación pública. Después de todo, Zuckerberg se burló de ellos. Según un mensaje privado filtrado por la revista Business insider, este le dijo a un amigo lo que les iba a hacer a los Winklevoss: "Les voy a joder, probablemente en la oreja".

Y luego está el perfil que, según los gemelos, Zuckerberg creó al hackear la red social que ellos crearon posteriormente, ConnectU.

Es una falsa página personal de Cameron. En ella se detallan varios detalles. Idioma: "WASP-y". Raza: "Mejor que la tuya". Color de pelo: "Rubio ario". Allí estaba, el empollón informático, feúcho y retraído, burlándose impunemente de los dos hermanos a los que todos, incluido él, debían adorar. Así había sido siempre en la tradición escolar estadounidense: los apuestos atletas causan admiración, los empollones pasan desapercibidos.

¿No conocía Zuckerberg las normas? Queda claro que no. Al pagarles la indemnización admitió, implícitamente, su culpa. Y pasó página. ¿Qué le importaba a él aquel vetusto sentido del honor? ¡Si ni siquiera había acabado sus estudios de Harvard! Sin Harvard y sin honor, ahí está Zuckerberg, sentado sobre una fortuna de 17.500 millones. De los que, no hay que olvidarlo, los Winklevoss solo quieren 650. Al final parece, que además de honor, también anhelan otras cosas.

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