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Crítica:danza | PENA NEGRA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Símbolo y pancarta

La singularidad de la nueva propuesta del bailarín y coreógrafo francés afincado en Madrid Nicolás Rambaud reside en que ha eludido la sala convencional con escenario, y ha abierto las puertas de su estudio; las entradas se adquieren directa y únicamente por Internet y el aforo está reducido a 20 puestos. El resto del espacio es ocupado por las paredes negro pizarra y el suelo de linóleo sobre el entarimado de baile, logrando con buenas luces y pocos objetos una atmósfera inquietante.

Pena negra es una respuesta airada y convulsa, decidida, del artista; su manera de enfrentar la compleja situación de la danza madrileña local.

Cuando la obra, aún tratando de otra cosa, se vuelve pancarta y el espectáculo deviene, por su símbolo, en revulsivo, estamos presenciando un honesto trabajo a dúo donde las piezas encajan, los elementos aparentemente dispares cobran un sentido severo y directo y nos enfrenta a una especie de ángel exterminador.

PENA NEGRA

Compañía Megaló Teatro MóviL. Coreografía: Nicolás RambauD; texto y dramaturgia: Coral Troncoso; vestuario: Paula Ayala; luces: Rafa Echeverz; piano: Gonzalo Navarro. Estudio Megaló. Viernes y sábado.

Los muros negros son pizarrones donde se escriben con tiza blanca fórmulas imaginarias, delirantes, con signos propios carentes de un significado externo o comprensible. A partir de aquí las metáforas del vuelo, el personaje que emerge de un baúl viejo que casi es ataúd o jaula y el efecto de candilejas de las luces del suelo, terminan por envolver al espectador, llevarlo adelante en un viaje imaginario, violento, desgarrado, un brumoso paisaje interior donde se ritualiza el drama doméstico.

La mujer borra obsesivamente sus crípticos garabatos, su idioma propio y quimérico y el hombre se busca el pulso, quiere oírse a sí mismo. Es teatro-danza a medio camino entre el texto recitado y un baile concentrado y enérgico; ellos dos se manifiestan mordaces o tiernos hasta que llega la larga variación final de Nicolás, donde se cierra el círculo, se renueva el aire de frustración y catarsis frente a una puerta cerrada que no se abre. Ese final abierto y pesimista acaso ilustra un experimento de huída hacia delante o el agotamiento definitivo. Resulta conmovedor, muy verdadero.

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