_
_
_
_
Reportaje:INVESTIGACIÓN

Prestamistas no; vampiros

La crisis empuja a empresarios a pedir dinero con comisiones abusivas. Una familia de Andalucía lleva cinco generaciones dedicada al oscuro negocio de la usura

Juan Diego Quesada

Puede que una noche te levantes de la mesa de blackjack, desplumado, y cuando camines hundido por el suelo enmoquetado del casino te cruces con un tipo que te dice que una mala noche la tiene cualquiera. Que ya le devolverás la semana que viene el dinero que te va a dejar. O puede que te lo encuentres cuando salgas del banco con el que estás intentando refinanciar un crédito. O en una subasta de pisos arrancados a los desahuciados. Los prestamistas tienen el don de aparecer donde más se les necesita, pero también la virtud de esconderse de las personas que no conocen. Al prestamista no se le busca: él te encuentra a ti.

La filosofía de Antonio Santiago Cortés, uno de los usureros más conocidos de Andalucía, se ha transmitido de generación en generación. ¿Quién eres? ¿Cómo sabes que me dedico a eso? ¿Quién te manda? Santiago, de 61 años, es lo primero que pregunta cuando alguien se acerca. Dedica la mañana a llamar a sus clientes, visitar el banco y pasear por una plaza donde todos lo conocen. Por las tardes suele estar en casa. Una vivienda a las afueras de Granada, con cinco cámaras de vigilancia. El hombre atiende por el telefonillo a los que van a dejarle un sobre. Cuando se han ido, abre para recogerlo. Hace tres años recibió una llamada:

"Nunca he asesinado a nadie ni le he partido las piernas", señala un prestamista. "Soy un benefactor social"

Cliente. Mira, Antonio, que el otro banco también me ha hecho una putada, hombre. Estoy que rabio. Y vamos, no puedo endeudarme más. Te voy a tener que dejar la cochera [su aval].

Antonio, el prestamista. Pues vale.

C. Los bancos no me apoyan y, vamos, estoy hecho polvo. Eh... no te preocupes.

A. ¿Y los meses que me debes, qué dices, que me los pagas poco a poco?

C. Poco a poco te lo pago, dame tiempo.

A. Que va, tú no me lo pagas en la vida.

C. Que sí, ten confianza.

A. Que yo os conozco a los argentinos, te lo juro. ¿Te digo una cosa que yo no he dicho nunca? [...] Nosotros somos cinco generaciones de prestamistas. Mi abuelo, mis padres, nosotros, mis hijos, mis nietos [...] cinco generaciones de prestamistas. Desde la primera generación, la de mi bisabuelo, ya nos aconsejaban: tratad con quien queráis, menos con argentinos.

La Guardia Civil tenía pinchado el teléfono del prestamista. Uno de sus clientes le había denunciado en 2009 por extorsión y estafa. La familia de Antonio piensa que esto no son más que tretas de morosos que no pagan lo que deben. Los hijos tienen estudios universitarios, pero continúan con el negocio de sus antepasados. Él está convencido de hacer el bien: deja dinero a gente que no puede conseguirlo de otra forma. "Soy un benefactor social", cuenta en la puerta de su garaje. Es corpulento, viste de chaqueta, con zapatos y relojes caros. "Gracias a mí", prosigue tras bajarse de un coche de gran cilindrada, "no han ido a la ruina 40 o 50 empresarios de esta ciudad y sus familias pueden comer todos los días". Dice a continuación que tiene prisa, apunta el número de teléfono del reportero y propone una reunión en Madrid en un par de días. Ese encuentro nunca llegará a producirse.

Pero antes de irse, apunta que hay mucho de leyenda en este negocio. No va por ahí, resalta, con matones intimidando a quien no le pueda devolver el dinero. "Nunca he asesinado a nadie ni le he partido las piernas", señala. Su forma de negocio, después de consultar a varias personas que han tratado con él y según consta a los investigadores, es la siguiente: cobra un 10% mensual sobre la cantidad pactada como intereses. Se paga mes a mes (solo intereses, no se reduce la deuda en nada) hasta que el deudor aglutina toda la cantidad y la devuelve de una vez. En caso de un retraso, el montante crece un 10%.

La Red está llena de anuncios de gente desesperada en busca de un crédito. Los préstamos personales son legales. Se hace un contrato ante notario donde se estipulan los intereses a pagar, siempre un tanto por ciento por encima de lo que ofertan los bancos. Bordean los límites de la usura, no estipulada legalmente. La restricción crediticia arrastra a personas entrampadas a optar por esta vía. "Hasta 60.000 euros, tramitación rápida. Con DNI y una propiedad se lo tramitamos en 24-48 horas", se anuncia una empresa. Otra: "Préstamos personales de 1.000 a 6.000 euros. Traiga su coche y evaluamos cuánto podemos darle". Los que buscan obtener de esta forma dinero rápido suelen estar en listas de morosos, lo que les cierra casi todas las puertas. Casi.

Hay una última vía. "Mi aval es mi vida", así se anunció por Internet durante meses un hombre de 36 años llamado Juan Carlos. Nadie le contactó. Su historia en busca de un prestamista que no quiera firmar ningún contrato arranca en la barra de un bar. Pide un café con leche. Huyó de Madrid perseguido por las deudas y se instaló en el sur, concretamente en Cádiz. Desesperado, necesita un préstamo de 6.000 euros para llenar de género nuevo una tienda que acaba de abrir. Necesita, además, dinero para visitar los fines de semana a una hija que cuida entre semana su madre, de la que se separó. Un par de llamadas a conocidos le han guiado hasta aquí. "El encargado no está. ¿Para qué lo quieres?", le dice una camarera. Juan Carlos aguanta una hora y media sentado en el taburete. Al fin, la camarera desliza nueve cifras escritas en una servilleta de papel: "Llama ahí".

El hombre que está al otro lado del teléfono negará durante 15 minutos ser prestamista, aunque en todo ese rato no amagará con colgar. "Bueno, dame unos días para que lo piense", da por finalizada la conversación. Juan Carlos es consciente de los riesgos que corre por adentrarse en determinados circuitos financieros subterráneos. Pero acepta el reto: "Estoy desesperado. Sé con quién trato. Si me dan el dinero soy consciente de que tengo que devolverlo sí o sí. He perdido el miedo a que me pase algo, tengo que salir de este agujero".

En un pozo semejante estuvo durante una década Armando, empresario de las máquinas de juego de Granada. Pidió prestado 60.000 euros a Antonio el prestamista, con el que arranca esta historia. El acuerdo se estampó en una libreta, sin testigos. Se endeudó con varios miembros de esa familia, conocida como Los Muñecos. Armando recuerda el día que fue hasta el chalé familiar para decir que no podía pagar ese mes, que estaba ahogado. Volvió a casa sin zapatos.

Tras tres años de retrasos en los pagos, Armando acumuló una deuda con el prestamista que superaba los 400.000 euros. Mediante subterfugios empresariales, Armando llegó a devolver a la familia 4,7 millones de euros en dinero y propiedades. La mayor parte de esas cesiones y pagos están documentados. El empresario suscribió un seguro de vida cuyo beneficiario era el usurero. Armando ocultó a su esposa que estaba siendo extorsionado. Hasta que las llamadas al timbre de su casa se sucedieron, los papeles bajo la puerta no cesaban y la esposa se topó en el colegio de sus hijos con miembros del clan.

Al mismo tiempo, su negocio, muy próspero hasta entonces, con beneficios de 70.000 euros mensuales, se iba hundiendo. Se le cerraron puertas. En la ciudad comenzó a correr el rumor de que Armando estaba entrampado con Los Muñecos. "Me hundí económica y psicológicamente. Yo sentía pavor cada vez que recibía una llamada de Antonio", cuenta el empresario. Desde que denunció lo que considera una extorsión estuvo desaparecido por seguridad. El juzgado, que aún instruye este caso, tuvo pinchado el teléfono del prestamista varios meses. En su casa se encontraron relojes de lujo y joyas que habían pertenecido al empresario. Y una pistola y cartuchos de distinto calibre. Su defensa sostiene que empresario y prestamista en realidad eran socios.

Cortés acumula la sabiduría de generaciones dedicadas a la usura. Y se siente vigilado. Durante una escucha, reafirma su condición de mecenas a alguien llamado Pepe:

-Esta conversación la está escuchando la policía. No me importa. No tengo nada que esconder. Ni yo me dedico a la droga, ni al tráfico de armas ni ná, que yo lo mío es que dejo dineros. Que soy un benefactor. -

Armando, empresario granadino arruinado tras pedir un crédito al prestamista Antonio,<i> el Muñeco. </i>
Armando, empresario granadino arruinado tras pedir un crédito al prestamista Antonio, el Muñeco. PEPE MARÍN ZARZA

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Juan Diego Quesada
Es el corresponsal de Colombia, Venezuela y la región andina. Fue miembro fundador de EL PAÍS América en 2013, en la sede de México. Después pasó por la sección de Internacional, donde fue enviado especial a Irak, Filipinas y los Balcanes. Más tarde escribió reportajes en Madrid, ciudad desde la que cubrió la pandemia de covid-19.
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_