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Reportaje:

Lo salvaje como reserva de formas

El pintor gallego Darío Basso inaugura una exposición en el Centre del Carme

En la Cumbre de la Tierra de 1992 en Río de Janeiro caló por primera vez la idea de que los países que por falta de desarrollo industrial y tecnológico conservaban gran parte de su territorio aún salvaje se habían convertido en reservas, en fuentes de recursos del conocimiento, de información muy valiosa para el futuro de la humanidad, ya que la investigación de aquella variabilidad genética podría aportar avances que se malograrían si se esquilmaran esos espacios. Y con el mismo espíritu conservacionista ha abordado en los últimos 12 años su trabajo creativo el pintor gallego Darío Basso (1966) -"como buen gallego nací en Caracas"-, que ayer inauguró en el Centre del Carme de Valencia su exposición Materialeza.

Para Basso, que durante años ha acometido una inmersión personal en espacios inhóspitos, climas extremos y condiciones lo más naturales posibles, la naturaleza ofrece un gran valor científico por metro cuadrado, y para sacar sustancia a eso están los investigadores, pero en su campo, el del arte, lo salvaje es también en esencia otro tipo de tesoro, un filón de información sobre las formas, también los colores y los materiales, pero sobre todo de unas formas inspiradoras.

Así lo explicó ayer durante la inauguración Basso, que se mostró satisfecho tras comprobar que la monumentalidad de las salas Goerlich y Ferreres del Centre del Carme, "un establo de arte" en el que han expuesto los grandes creadores contemporáneos españoles, no aplastaba sus creaciones. Y es que las obras de Basso, en grandes formatos y con una evidente exuberancia de formas y colores que compiten con la naturaleza, sin pretender imitarla, se adaptan a la topografía del espacio de la misma forma con la que las especies vegetales colonizan ecosistemas en apariencia hostiles. Hasta el claustro gótico del antiguo convento ha sido transformado mediante una veintena de telas para jaimas del desierto decoradas con una bacanal de colores y que penden como banderas para romper las barreras entre oriente y occidente.

Basso ha importado su arte para la ocasión desde geografías muy distantes pero igual de sugerentes, desde la selva de Venezuela al desierto egipcio, de los hielos de la Patagonia a los bosques de Zimbabue, de los parques de Estados Unidos a las costas gallegas arrasadas por el Prestige.

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