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Crítica:POP | Scott Matthew
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

La felicidad razonable

Ocho de cada diez artículos sobre Scott Matthew empiezan mencionando su decisiva participación en la película Shortbus. En un porcentaje similar se le dedican adjetivos como "lánguido", "reflexivo", "confesional" y, sobre todo, "melancólico". Y hasta la fecha no hay uno solo donde deje de subrayarse su parentesco estilístico con Antony & The Johnsons. Matthew no dispone de atribuciones suficientes como para cambiar la historia, pero anoche, a su paso por el Teatro Lara, se esforzó por modificar el guion. Y nada mejor que arrancar con una pieza titulada La maravilla de enamorarse para demostrarnos que el australiano de semblante atormentado (otro epíteto de su lista) también sonríe, ejerce el epicureísmo y hasta puede parecernos un hombre feliz.

Esa The wonder of falling in love incluye juegos vocales y reminiscencias de Burt Bacharach, pero no es la única concesión al optimismo. Felicity sirve como un tarjetón de cumpleaños entrañable y hasta cursi, Sweet kiss in the afterlife pronostica enamoramientos en el más allá y No place called hell, con su estribillo contagioso, pretende que nos sacudamos algún atávico fantasma. Es la vertiente luminosa de un hombre de impactante voz lastimera, que canta como en un quejido permanente.

Puede que al autor de Gallantry's favorite son, ese tercer disco que presentaba ayer, le fascinen los contrastes. Alterna el melodrama vocal con los sorbos de vino tinto, la trascendencia temática con la burla autoparódica. "Perdonen, no soy un músico profesional", anuncia entre cómicos aspavientos cuando olvida qué canción es la siguiente. Pero sabe que la tristeza, en términos artísticos, siempre resulta conmovedora. Y la singularidad, también. Por eso se enorgullece, como si fuera propio, con el éxito de un ser humano tan distinto como su amigo Antony Hegarty.

Para el final deja la sorpresa del juego de las versiones. Primero, una de los Everly Brothers (Walk right back), como tantas veces hace Teddy Thompson, otro genial vecino de Nueva York. Después, una descacharrante lectura de Only girl in the world (Rihanna). El melancólico Scott, en el fondo, es un tipo que sabe divertirse.

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