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Tentaciones
EN PORTADA

El planeta es de las divas

BEYONCÉ. Artista demasiado madura

En números. A dos meses de cumplir 30 años, la artista tejana ha publicado cuatro álbumes en solitario y ya acumula 16 grammys. Ha vendido casi 80 millones de discos en todo el mundo y fue certificada artista femenina más vendedora de la pasada década por la lista de ventas estadounidense Billboard. Mide un metro setenta y desde hace poco tiene una talla más de sujetador.

En cosas. Iba para revolución, pero se quedó en nuera perfecta. Si solo cambiara a Jay Z por Iker Casillas... Beyoncé Knowles es la portada ideal de cualquier revista femenina, una presencia recurrente en los saraos benéficos y, a la vez, una auténtica fuerza de la naturaleza. Si gusta es porque canta bien y además baila de miedo. Gracias a eso ha logrado una base de fans que se sienten algo superiores a los demás seguidores de productos de manufactura pop. Su ídolo tiene verdadero talento. No importa que para justificar su aparición en un anuncio de McDonald's se declare fan de sus ensaladas. Ella es un producto ideal para estos tiempos en que existe gente que es fan de algunas marcas. Es un Microsoft con seguidores dignos de Apple.

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En contexto. No sabe si va o viene. Al lado de Lady Gaga en Telephone parecía Jessica Rabbit, y aunque ahora diga que ha descubierto a Fela Kuti, se le escapa el pequeño detalle de que lo ha hecho a través del musical sobre la vida del revolucionario artista nigeriano que se puede ver en Broadway. Para terminar de complicarlo, ha aparecido en la publicación francesa L'Officiel con la cara pintada de negro. Fuera ya de la división de la tendencia, Beyoncé está a punto de entrar en la liga de lo atemporal, que actualmente es aquel lugar donde se santifica al que perdió pie y quedó en tierra de nadie.

LADY GAGA. La revolución inconsciente

En números. 100 millones de unidades musicales despachadas. Si no fuera porque algunos de sus fans se lo creerían, sugeriríamos que Gaga es la única capaz de rescatar a Grecia. Con ella volvió el discurso de "es bueno porque vende", una máxima incluso más propia de los ochenta que su propia música.

En cosas. Ninguna de sus canciones aporta realmente nada nuevo. Pero es que, si lo hicieran, no venderían millones de discos. Visualmente, es tan apabullante y su discurso está tan bien elaborado que se puede convertir en una motocicleta en la portada de su nuevo disco y parecer una decisión coherente. Más que definir una época, Gaga ha redefinido los parámetros de estos tiempos. Como en casi todo lo que se refiere a ella, la intención supera el resultado. A pesar de todo, es la jefa de todo esto.

En contexto. El mundo tampoco ha cambiado tanto desde que Madonna elevara la provocación a espectáculo rentable y masivo. Simplemente, lo molesto se ha domesticado hasta convertirse en fascinante. Así, aún tiene sentido reivindicar el derecho a ser diferente, retorcer lo religioso para molestar a unos pocos y reivindicar en su rebeldía a otros muchos o vestirse con todo aquello que nadie en su sano juicio se pondría. El éxito de Gaga ha sido convencer a mucha gente corriente de que eran distintos, a millones de personas perfectamente integradas de que eran unos descastados y a infinidad de raros de que todos los que estaban junto a ellos cantando Poker face les envidiaban. Ha logrado arrancarle el contenido a lo freak para convertirlo en otro tópico, y cuando las cosas se tornan tópicos se convierten en un poquito menos interesantes.

ADELE. Atípica triunfadora

En números. Su primer disco se titulaba 19, la edad que tenía cuando lo lanzó en 2008. El segundo se titula 21, los años que tenía cuando los temas que lo conforman fueron escritos. Un prodigio de imaginación y creatividad. Tras lograr su séptimo disco de platino en Reino Unido, es decir, tras certificar que había vendido siete millones de copias, les regaló mil libras a cada uno de los empleados de su sello, el independiente XL.

En cosas. Adele es de Tottenham, no de Venus o Narnia, los lugares de donde parecen proceder hoy las divas. De pequeña imitaba a las Spice Girls y no era demasiado feliz. Es más graciosa e interesante que la mayoría de las otras divas aquí mencionadas, aunque mucho menos mediática. Ha caído en esta página a regañadientes. Su éxito podría interpretarse como el fin o el inicio de algo, pero, siendo sinceros, la gente como Adele jamás arranca o clausura tendencias.

En contexto. Cuando surgió, la colocaron en el vagón de cola del revival soul británico. No era tan descarada como Amy Winehouse, ni tan señorita como Duffy. Hoy, la primera se ha mudado definitivamente a Venus, sin fecha de vuelta, y la segunda ha descubierto con el fracaso de su segundo álbum que el mundo del disco no es exactamente Narnia. A diferencia de todas las demás, a Adele no la visten ni le compran el atrezo para sus shows en circos rusos o bases de la NASA. Eso que para muchos la hace impermeable al público gay y la arranca del grueso del segmento adolescente para colocarla en manos del público adulto. O, como mucho, del viejoven, aquel que tiene a Coldplay como banda sonora de una juventud que, como su banda sonora indica, jamás tuvo.

RIHANNA. La salvaje domada

En números. Lleva más de mil millones de visitas en YouTube. Ha colocado más de 34 millones de descargas digitales y se acerca a la frontera de los siete millones de discos vendidos. Loud, su último álbum, el quinto, lanzado en 2010, fue certificado el mes pasado disco de oro en España, algo que a estas alturas debe de hacerle una ilusión tremenda.

En cosas. En el vídeo de su sencillo S&M aparece paseando a Perez Hilton -quien muestra un talento natural adoptando la postura del perrito- y con ganas de ser excéntrica y traviesa. En Man down le pega un tiro en la nuca a un hombre malo, y en un anuncio para promocionar el consumo de agua del grifo aparece toda sexi y apetecible, incluso para los que viven en Barcelona, donde el agua de la canilla sabe a culo de mofeta. Era buena y ahora quiere ser mala, aunque lo justo para no molestar a los anunciantes. Cuando acudió al artista Bang Bang para que le hiciera un tatuaje de una pistola, Rihanna tuvo que cambiar la ubicación deseada inicialmente (el brazo) por una más discreta (las costillas), al fin de salvar el contrato de la artista natural de Barbados con la firma de cosméticos Cover Girl. "Los que pagan las facturas", según el tatuador.

En contexto. Podría ser a las divas lo que los Kinks eran a la dicotomía Beatles-Stones. Perfectamente dirigida y producida, Rihanna es un anacronismo en una era en que todas las divas se afanan en colocar sus nombres en cualquier sitio. Ella no firma ni los recibos de la VISA. Tal vez, más que los Kinks, es los Monkees.

BRITNEY SPEARS. La descarriada

En números. ¿Realmente hay alguien hoy día que no trabaje en su sello, o a su servicio, a quien le importe la cantidad de discos que vende? A sus seguidores -y a los de Lady Gaga-, parece que mucho. De hecho, el fracaso en las ventas parece haber sustituido en el universo morboso al descarrilamiento emocional, elemento clave para entender la cultura de las celebridades de la pasada década -Britney, Lindsay, Paris...-, confirmando que el mundo del pop se ha vuelto un lugar mucho más aburrido, cómodo y previsible de lo que fue.

En cosas. Si miramos atrás, ha sido, en este orden, colegiala traviesa, virgen confesa, virgen suicida, novia de América, ex del mundo, juguete roto, muñeco de feria, ave fénix, basura blanca, viuda negra, madre coraje... Hoy es tan convencional que debería parecernos un anacronismo histórico. Lo que sucede es que, después de una década de centrifugado, el mundo pop parece haber vuelto al mismo sitio del que empezó a separarse cuando Britney editó Baby one more time. Tiene, junto a Lady Gaga y el River Plate, los fans con mayor tendencia al cabreo y la indignación.

En contexto. Cuando Yahoo! dominaba la Red, Britney Spears era la más buscada y Shania Twain debía conformarse con arrasar en Altavista. En el año 2000, un buen moderno era una persona que, medio en broma medio en serio, loaba las virtudes de Oops!... I did it again. Si Nirvana despertó el interés de la cultura de masas por el underground, Spears introdujo lo pop mecanizado como elemento clave para diferenciar al hipster que venía del indie que se iba. En algunos aspectos, Lady Gaga le debe más a Britney que a Madonna.

KATY PERRY. El sabor del chicle

En números. Teenage Dream despachó 192.000 copias en Estados Unidos durante su primera semana. Su discográfica,

EMI, había distribuido un millón de unidades. Así, contando con que las multinacionales sacan al mercado aproximadamente el doble de discos de los que esperan colocar, el número uno de Perry tenía un sabor extraño, como a azufre. La chica vende aproximadamente diez singles por cada álbum. Cada vez que edita un elepé, la madre naturaleza llora.

En cosas. Katy Perry es la más blanca de todas las divas actuales. Cuando contrata a un rapero para que le dé algo

de calle a su música, llama a Snoop Dogg, quien fue camello de Cameron Diaz en el colegio y, por tanto, un tipo

de solvencia contrastada a la hora de contentar a blancas guapas. Hace versiones de Fountains of Wayne, un grupo

de pop al lado del cual el vaquero Garth Brooks parece salido del gueto. También es la diva que mejor apela a la nostalgia irónica y tal vez la única que utiliza el sentido del humor, aunque el suyo sea como la leche desnatada: blanco y sin sabor.

En contexto. Hoy la Perry es un gigantesco helado de fresa que confirma que el exceso de azúcar en sangre

—más que el cambio climático, Nacho Polo o la consejera de Sanidad de Hamburgo— es la verdadera amenaza

global. Si los pechos de Lady Gaga son metralletas, los de Katy Perry son cupcakes. Si Gaga llama al tristemente

desaparecido Clarence Clemons para que toque el saxo en su disco, Perry utiliza a Kenny G para que haga playback

en el vídeo de Last friday night, escenificando la enorme distancia metafísica que las separa. John Hughes la haría su musa.

<b>El planeta de las divas está habitado por Beyoncé, Lady Gaga, Adele, Rihanna, Britney Spears y Katy Perry</b>
El planeta de las divas está habitado por Beyoncé, Lady Gaga, Adele, Rihanna, Britney Spears y Katy PerryJOAQUÍN SECALL

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