Rabat cierra en falso su 'primavera árabe'
Los partidos gubernamentales celebran el respaldo masivo al sí y la alta participación en el referéndum sobre la nueva Constitución de Marruecos
El rey Mohamed VI ha cerrado, con la aprobación de una nueva Constitución, las reformas que consideraba necesarias para poner a Marruecos en sintonía con los vientos de cambio que soplan en el mundo árabe desde finales del año pasado, pero probablemente lo ha hecho en falso.
Una holgada mayoría (73,46%) de los 13,46 millones de marroquíes censados como electores participó en el referéndum constitucional del viernes y una abrumadora mayoría (98,5%) votó sí a la nueva Carta Magna, según informó ayer el ministro del Interior, Taieb Charkaui, tras concluir el escrutinio en Marruecos y cuando están aún pendientes los resultados de las dependencias consulares.
Tras nueve días de campaña, los marroquíes aprobaron una Ley Fundamental que sustituye a la de 1996, y que transfiere al jefe del Gobierno algunos de los amplios poderes del monarca, aunque este conserva, sin embargo, el grueso de sus prerrogativas. Seguirá siendo Comendador de los Creyentes, presidirá un nuevo Consejo Superior de Seguridad y el órgano que regenta la justicia. Podrá disolver el Parlamento o destituir a los ministros.
Una franja ilustrada de la población urbana marroquí rechaza votar
La oposición lamenta que se haya perdido una ocasión histórica
Partidos de la coalición gubernamental, islamistas moderados de la oposición y, por supuesto, el Gobierno, celebraban el resultado de la consulta. "Hoy hemos pasado una página de nuestra historia y abierto la de la democracia participativa", declaró Jalid Naciri, portavoz del Ejecutivo.
"Se ha perdido una oportunidad histórica de hacer las cosas bien", se lamentaba, en cambio, Mehdi Lahlu, del Partido Socialista Unificado, una pequeña formación de izquierdas que, junto con los jóvenes del Movimiento 20 de Febrero, encabeza desde hace cuatro meses las protestas.
Los jóvenes han vuelto a convocar, para hoy domingo, nuevas manifestaciones contra la Constitución. "El Movimiento seguirá con sus marchas", anunciaba Nayib Chauki, uno de sus dirigentes, aunque es probable que con las vacaciones de verano y el Ramadán (mes de ayuno musulmán) en agosto hará un paréntesis.
Aunque sorprenda, el 98,5% de síes a la Constitución no es una exageración porque ninguna fuerza política propugnó el no. La participación (73,46%) sí lo es, en cambio, porque en Marruecos hay, en realidad, cerca de 22,5 millones de adultos de los que solo 13,46 millones se registraron para obtener la tarjeta de elector, documento indispensable -no basta con el carnet de identidad- para votar. La participación oficial se calcula en función de los electores registrados y no de los potenciales.
Aquellos que no han tramitado la tarjeta de elector no son campesinos andrajosos, a los que los funcionarios de Interior (mokadems y caids) buscan afanosamente para entregársela en mano, sino una franja ilustrada de la población urbana. Este corresponsal conoce a varios periodistas que, por razones ideológicas, rehúsan solicitarla y no están censados como votantes.
Fuad Abdelmumni, intelectual de gran prestigio, calcula que la participación real en el referéndum fue del 40%, un porcentaje que los islamistas no legales rebajan al 36%. "Todo esto hace que esta Constitución tenga un arraigo popular más bien escaso", sostiene Abdelmumni. Para más inri, recuerda, el decreto validando la consulta no fue aprobado por el Gobierno ni publicado en el boletín oficial a causa de un olvido. Varios partidos han denunciado esa omisión.
El desarrollo de la consulta corrió además exclusivamente a cargo de Interior y dista de los procedimientos democráticos vigentes en Europa. Los presidentes de las mesas electorales eran todos funcionarios de Interior o de otros ministerios. Los tres representantes de la ciudadanía en esas mesas -no había observadores de partidos políticos- fueron designados por los mokadems o caids de barrio con criterios desconcertantes: en un colegio de Duar Haya (Rabat) dos eran analfabetos.
Estos representantes ni siquiera existían en los colegios instalados en cuarteles de la Gendarmería y de las Fuerzas Auxiliares (antidisturbios), en los que hubo cerca de 300.000 votos. En las imágenes de televisión los uniformados hacían cola, firmes ante las urnas para "cumplir con su deber nacional". El rey pidió, el 17 de junio, un sí a la Constitución.
El empeño por conseguir una alta participación llevó a Interior a montar no solo colegios electorales en consulados y locales alquilados en el extranjero sino a instalarlos en los puertos de Algeciras, Almería y Sète (Francia), donde embarcan los inmigrantes que regresan a casa de vacaciones. Son colegios sin un censo de votantes, lo que constituye anomalía democrática.
Interior señaló que 233 observadores del Consejo Nacional de Derechos Humanos, un órgano oficial pero que goza de credibilidad, comprobaron el buen desarrollo de la consulta. La cifra es irrisoria con relación a los cerca de 40.000 colegios, pero fuentes del Consejo, citadas por el diario As Sabah, precisan que solo pudieron enviar sobre el terreno a 48 observadores.
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