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Crítica:TEATRO
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Melocotón en almíbar con cuajada

Javier Vallejo

Cuando un pueblo hace humor de sus tragedias, está en trance de superarlas. Hará siete años que Martin McDonagh, joven autor británico de padres irlandeses, estrenó con éxito El teniente de Inishmore, comedia salvaje, a lo Tarantino, protagonizada por un terrorista del Ejército Nacional de Liberación Irlandés decidido a vengar la muerte de su gato. Con un humor mucho más amable, Jordi Galceran, autor de El método Grönholm, acaba de estrenar Burundanga, comedia cómica protagonizada por dos compañeras de piso universitarias y un par de chavales, aparentemente del montón, que resultan ser etarras.

Como la corrupción política en Fuga, el terrorismo en Burundanga no es más que un pretexto que el autor usa para poner en marcha un engranaje cómico perfectamente engrasado: si en vez de pertenecer a un comando independentista sus protagonistas fueran gángsteres en el Chicago de los años veinte, el argumento correría igual de bien, pero nos quedaría bastante más lejos. Galceran plantea en realidad un dilema de pareja. Berta, embarazada de Manel, no sabe si él la quiere tanto como para llevar el parto adelante. Silvia, su compañera, farmacéutica en cierne, le propone administrarle al chico en la bebida una dosis de burundanga, alcaloide que lo dejará a merced de sus preguntas y sin voluntad para mentirle. En ese trance, él le confiesa que pertenece a ETA.

BURUNDANGA (EL FINAL DE UNA BANDA)

Autor: Jordi Galceran. Intérpretes: Mar Abascal, Eloy Arenas, César Camino, Antonio Hortelano y Marta Poveda. Dirección: Gabriel Olivares. Teatro Maravillas. 29 de junio.

El terrorismo es un pretexto para poner en marcha un engranaje cómico
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El final de ETA sube a escena

Cuando Gorka, compañero de comando de Manel, llama a la puerta de las chicas, y estas, ahora informadas, lo intentan despachar con mil excusas peregrinas, Jordi Galceran saca una vena mihuriana y jardielesca que no le conocíamos: el etarra se queda tan atónito como la prostituta de Maribel y la extraña familia cuando su cliente la lleva a presentarle a mamá y a su tía, en vez de a la cama. Por el papel desastrado que juegan los miembros del comando, son dignos sucesores de la calamitosa banda de delincuentes comunes de Melocotón en almíbar, comedia donde la monjita que se las sabe todas juega un papel rector de los acontecimientos equivalente al que desempeña aquí Jaume Roldán, empresario secuestrado.

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En la disparatada llamada de teléfono que Gorka hace para comunicar el rapto de Roldán a su esposa está la huella de las celebérrimas de Gila, y el personaje mismo del empresario, cuando toma el mando de su propio secuestro, tiene el aroma del falso comisario de Muerte accidental de un anarquista. La comedia, bien trazada y llena de giros humorísticos sorpresivos, está interpretada con naturalidad por Antonio Hortelano, en el papel de Manel. César Camino dibuja muy bien la vertiente borroka de Gorka: su desmadejamiento posterior es perfectible (Galceran le exige pasar sin transición de un extremo al otro). Marta Poveda va ganando encanto y crédito conforme avanza la función: Mar Abascal (Silvia) aprovecha con garbo los buenos golpes que el autor le sirve. Eloy Arenas deja los suyos sin rematar en su escena central. Eficaz, la dirección de Gabriel Olivares. Si la empresa no se amilana, hay comedia para rato.

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Sobre la firma

Javier Vallejo
Crítico teatral de EL PAÍS. Escribió sobre artes escénicas en Tentaciones y EP3. Antes fue redactor de 'El Independiente' y 'El Público', donde ejerció la crítica teatral. Es licenciado en Psicología, en Interpretación por la RESAD y premio Paco Rabal de Periodismo Cultural. Ha comisariado para La Casa Encendida el ciclo ‘Mujeres a Pie de Guerra’.

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