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Crítica:GREC / TEATRO
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Viaje a ninguna parte

Un tipo sostiene a otro en brazos durante un buen rato. Son "el uno" y "el otro". El uno parece ser amigo del otro. Le viste, le asiste. Te fijas en cómo le pone las mangas del jersey y piensas en lo bonita que es la amistad. Después te das cuenta que el otro tiene cara de pirado y empieza a decir cosas propias de alguien en estado de enajenación mental que el uno insiste en saber si es transitoria o permanente. El uno: que por qué lo ha hecho, que por qué se siente así, que si se siente así siempre o no, que si tiene miedo, que si lo tiene siempre... El otro: que no sabe porqué lo ha hecho, pero lo ha hecho, que se siente pesado como un muro de cemento, que le molestan los ruidos, que le da miedo estar solo, que se hunde... Total que el otro convence al uno para irse a dar una vuelta en barca. El uno: la vida tiene cosas bonitas. El otro: sí, pero no siempre es así. Y más vueltas sobre sí mismo con las mismas frases y palabras, venga reiteración. Y entonces el viento vira y empieza a soplar fuerte. Pasa lo que el otro no puede evitar y ustedes ya se imaginan, y la cosa acaba con otro ejercicio de reiteración enervante en forma de remolino sin fin.

I AM THE WIND

De Jon Fosse. Dirección: Patrice Chéreau. Intérpretes: Tom Brooke, Jack Laskey. Teatre Lliure Montjuïc. Barcelona, 30 de junio. Festival Grec.

Sobre I am the wind se pueden decir muchas cosas. Hay quien piensa que el texto de Jon Fosse es puro Beckett en mojado, por los nombres de los personajes, por la economía en el lenguaje y el pesimismo de fondo. Se puede pensar también, por buscar sentido al conjunto, que en realidad el uno y el otro son de hecho el mismo y de ahí pasar a la relación dual entre eros y thanatos, por ejemplo. La figura inicial nos puede sugerir una piedad de pie y la reiteración final -el uno repitiendo las mismas tres frases durante, no sé, diez minutos- se puede llegar a entender como una manera de plasmar, con el lenguaje, la idea de sumidero que lleva a la nada, por seguir con lo existencial. Después están los más prosaicos, que abogan porque los chicos "follen de una vez y se dejen de historias". Personalmente creo que la economía es conceptual, que el texto es bien pobre, que los 70 minutos de montaje se hacen eternos y que me hubiera gustado ver la reacción de los más motivados si la cosa no estuviera firmada por Chéreau. Eso no quita que sólo por la puesta en escena -una plataforma, que viene a ser como el muro de cemento, se eleva sobre el agua que cubre la parte central del escenario y se mueve como si siguiera las olas del mar, impresionante- valga la pena verlo. Y discutir en todo caso después.

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