_
_
_
_
Reportaje:RUTAS URBANAS

Un pedaleo culto y alegre

Miles de bicicletas convierten Ferrara en pionera de las ciudades a dos ruedas. Una Italia de calidez ciclista

En Italia hubo una época, un siglo, quizá el mejor, que se rebeló contra la irracionalidad y el misticismo; que intentó aglutinar a Dios con la épica y recuperar la historia; que hizo del hombre su medida; descubrió las utopías e intentó hacerlas realidad; dibujó las ciudades y la ciencia moderna. El siglo XV, primera aproximación a la modernidad, cuenta con legión de aficionados y varios lugares míticos. En particular, hay tres sitios que sintetizan la búsqueda de la ciudad ideal renacentista: Pienza, Urbino y Ferrara. Por fortuna, siguen igual que cuando fueron construidas. Por las mismas razones. Haber desaparecido sus autores sin descendencia y vivir desde entonces una especie de gloriosa decadencia.

Más información
Ferrara, salami y metafísica

Hay quien sostiene que es lo que le sucede a la Italia de hoy, un lento crepúsculo que la convierte en un país cínico y cansado al que le salvan ciertos momentos de lucidez, su patrimonio glorioso de belleza y la generosidad con la que asume su miserable clase política.

Elegante parsimonia

Ferrara ha sido fiel a sí misma y permanece inmutable desde el Renacimiento. La única concesión a la modernidad son las bicicletas. Por sus calles se deslizan cientos de bicicletas ocupadas por señores y señoras elegantes, con pinta de profesores, pero sobre todo por muchachas impasibles, serias, de un rubio discreto, nada brillante, enfundadas en capas y bufandas, que pedalean con parsimonia y miran hacia delante. El parque de bicicletas de Ferrara es enorme -2,5 per cápita-, pero sorprende más la cadencia del pedaleo que su número. No puede ser verdad tan unánime armonía, te dices, sin recordar que estos viejos italianos del norte serán lo que quieran, pero tontos no, y saben combinar como nadie los ingredientes de la belleza, aunque, a veces, eso suponga renunciar o prestar menos atención a otros principios. Así que vuelves a sonreír, te diriges a tu hotel y pides una bicicleta en recepción para incorporarte al trasiego y recorrer, quizá, los nueve kilómetros de pista ciclable sobre las murallas renacentistas.

En el camino atraviesas el Corso Ercole I y vuelve a parecerte la calle más hermosa de Italia, si es que tal calificación es imaginable. Es una vía recta, ancha, en suave descenso, cubierta de adoquines, a cuyos lados se alinean delicados palacios del Renacimiento. Fue realizada por Ercole I, el tercer hermano de la familia d'Este, que gobernó la ciudad en el siglo XV, como centro de un ambicioso proyecto de reestructuración urbana que duplicó el tamaño de la villa y convirtió a Ferrara en la primera ciudad moderna de Europa. Casado con Isabel de Aragón, Ercole fue conocido por el apodo de Diamante por su carácter dominador y altanero. Por lo demás, no hizo sino continuar la obra de sus hermanos Leonello y Borso, quienes habían gobernado antes que él, manteniendo la corte con la venta de títulos oficiales, el peaje de circulación por el Po y el alquiler de tropas a los soberanos de Nápoles, Milán o Florencia. Nada de particular. En realidad, lo que diferenciaba a estas cortes del renacimiento italiano de otras de Europa era, por un lado, su relación con la cultura y las artes, y por otro, las diversiones, los amigos. Para que se hagan una idea, en esta ciudad, durante el XV dejaron huella artistas como León Battista Alberti, Mantegna, Piero della Francesca o Roger van der Weiden. Y más tarde, en el siglo XVI, al tiempo que Nicolás Copérnico y Paracelso se licenciaban en la Universidad de Ferrara, Alfonso I, casado con Lucrecia Borgia, protegía a Ticiano y Ariosto, mientras que el último de la familia d'Este, Alfonso II, tenía como invitados de su mesa a Torcuato Tasso o a Guarino Guarini.

El edificio que mejor refleja este espíritu es el, digamos, palacio de la Alegría, o palacio Schifanoia (literalmente "asco del aburrimiento"), cuya sala principal está decorada con 12 frescos en los que se describen los meses del año, las diversiones de la corte y los signos del Zodiaco. No obstante, la imagen tópica de Ferrara no desprende alegría, sino decadencia, y está asociada al inmenso castillo ducal. Un ambiente hecho de calles vacías y estatuas fantasmales, parecido al que se sumió la ciudad en el siglo XVII tras la marcha de la familia d'Este y la integración en los Estados Pontificios. El mismo también de los cuadros metafísicos de Giorgio de Chirico, un pintor del que se diría que solo encontró inspiración cuando incluía en sus telas la imagen del Castello Estense. Un ambiente similar, en fin, al que refleja Giorgio Bassani en novelas como El jardín de los Finzi Contini, para recrear la ciudad judía. Desde el siglo XIII, Ferrara fue un centro hebreo que se consolidó en el siglo XV con la llegada de varias oleadas de España, Portugal y Alemania. Su gueto era famoso. Tras las leyes raciales del Gobierno fascista, en otoño de 1943 fueron deportadas a Alemania 400 personas, la mitad de la población judía; regresaron cinco.

En la misma bicicleta de todo el recorrido, el paseo tiene un sabor particular cuando se llega a la plaza Ariostea y se contempla la escultura del poeta sobre un altísimo pedestal centrando una plaza elíptica donde, desde 1259, se corre el Palio, una preciosa competición a caballo entre los diferentes barrios. Ya saben que los elementos triviales, al final, son los que sustentan las huellas en la memoria. Desde el sillín, contemplando la plaza, ahora vacía y envuelta en nieblas, sientes la sutil mediación entre el pasado y el presente y concluyes que pocas veces habías sentido tan claramente a la ciudad como objeto inmóvil en el tiempo. Sí, era verdad: en Ferrara se puede sentir el silencio de Rimbaud (J'ecrivais des silences).

Bicicletas en la plaza de la catedral, en el centro de Ferrara (Italia).
Bicicletas en la plaza de la catedral, en el centro de Ferrara (Italia).GUIDO COZZI

Guía

>Dormir

» Il Giardino Fiorito. Via XX Settembre, 79 (www.ilgiardinofiorito.net) Con techos antiguos, bonito jardín. Doble B&B, 90 euros.

» Hotel Ripagrande. Via Ripagrande, 21 (www.ripagrandehotel.it). En un palacio del siglo XV. Señorial. Doble B&B, 150 euros.

Comer

» Enoteca Al Brindis. Via Guglielmo degli Adelardi, 11 (www.albrindisi.net). Excelentes vinos y aperitivos fríos en la que -constata el Guinness- es la hostería más antigua del mundo, con documentación a partir de 1434 y menciones desde el Orlando Furioso (1502) de Ludovico Ariosto.

» Il Don Giovanni. Corso Ercole I d'Este, 1 (www.ildongiovanni.com). En un palacio del siglo XVIII. Cocina local. Interesante.

» L'Oca Giuliva. Via Bocca Canale di Santo Stefano, 38 (www.ristorantelocagiuliva.it). Excelente cocina local y bodega.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_