Regreso al barrio peruano

Rodrigo Taramona (Lima, 1979) pasó 24 años sin visitar Perú. Nació allí pero a los ocho años se trasladó a Madrid y arrancó su carrera como actor. El artista -que aparece en la serie Crematorio, triunfa en la Red con la sitcom Inquilinos y llena la noche madrileña con sus sesiones como dj- quedó en Lima con su madre para pasar la Navidad.

Menudo reencuentro...

Hacía más de veinte años que no visitaba el país, así que fui en diciembre con mi familia y me quedé un mes.

¿Recorrió el país de la playa a la selva?

Cogí a mi madre y nos lanzamos a lo loco.

¿En qué aventura la embarcó? Empezamos en el barrio limeño de Miraflores, en la casa del patio rojo donde me crié.

Así que es un señorito de la capital.

Miraflores es pijo y proletario a la vez. Es una zona de Lima en la que convive clase media, ricachones o el narco que trapichea para poder pagarse un alquiler allí. Es una zona muy viva, de contrastes.

¿Y después de la visita al barrio?

Cogimos la Panamericana y nos fuimos a Pisco, capital de la mítica bebida peruana, y a Nazca.

¿Vio al astronauta dibujado en el suelo?

Y al mono y las espirales... Me jugué la vida en una de esas avionetas que sobrevuelan la zona y aunque los misteriosos petroglifos me impresionaron, la sensación de riesgo me revolucionó un poco.

¿Tuvo momento místico?

También visitamos Machu Picchu, donde no paraba de mirar las piedras y pensar en la cultura inca. Subí al Huayna Picchu porque hay unas vistas increíbles de la ciudad inca; volví con una foto espectacular y 72 picaduras de mosquitos en las piernas.

¿Luego se recuperó en Cuzco?

Es una ciudad impresionante. A mucha altura, lejos de la capital y con un ambiente cultural muy agitado.

¿Por qué es tan especial?

Llega gente de todo tipo: mochileros, místicos, artistas... Si sales de fiesta por Cuzco te puedes encontrar un concierto de jazz, una sala de reggae o un garito gay. Es un lugar perfecto para perderse.