El troyano Alavés
Hace 10 años, el equipo vitoriano, que ahora lucha en Segunda B por no desaparecer, se jugó la Copa de la UEFA contra el Liverpool y la perdió por un autogol de oro en la prórroga
"Si quieres fastidiar a alguien, al entrenador, al club, al presidente..., lo haces así. No hay forma más cruel de hacerlo. Pero no era nuestro caso". Son palabras de Óscar Téllez, aquel central prominente que encabezaba la defensa del Alavés y que ahora juega por placer en el San Martín de la Vega, de la Regional madrileña, recordando la final de la Copa de la UEFA (ahora Liga Europa) que el Alavés disputó hoy hace 10 años en el Westfalenstadium, de Dortmund, frente al Liverpool. Un duelo presuntamente desigual en todos los sentidos: tradición, poderío, presupuesto, futbolistas, afición..., que, sin embargo, el Alavés solo perdió en la prórroga (4-5), con dos futbolistas menos y por un autogol de oro (luego, la UEFA borró del mapa esa drástica forma de resolver una igualada) de Delfí Geli tras haber remontado dos veces. Antonio Karmona, el capitán, rompió a llorar en el césped cuando el estadio se hundió sobre sus agotadas espaldas. Todo se hundió en el minuto 117, cuando Geli metió el tupé para despejar una falta sacada por McAllister y descolocó al portero Martín Herrera. Entonces rompieron a aplaudir los reds, que se habían pasado muchos minutos mudos sin entender cómo su acreditado equipo, con Gerrard, Owen, Heskey y compañía, sufría y sufría.
ALAVÉS 4 - LIVERPOOL 5
Alavés: Herrera; Contra, Eggen (Iván Alonso, m. 21), Karmona, Téllez, Geli; Tomic, Desio, Jordi Cruyff, Astudillo (Magno, m. 46); y Javi Moreno (Pablo, m. 64).
Liverpool: Westerveld; Babbel, Henchoz (Smicer, m. 54), Hyypia, Carragher; Gerrard, McAllister, Hamann, Murphy; Owen (Berger, m. 76) y Heskey (Fowler, m. 64).
Goles: 0-1. M. 4. Babbel. 0-2. M. 16. Gerrard. 1-2. M. 27. Iván Alonso. 1-3. M. 41. McAllister, de penalti. 2-3. M. 48. Javi Moreno. 3-3. M. 51. Javi Moreno. 3-4. M. 73. Fowler. 4-4. M. 89. Jordi Cruyff. 4-5. M. 117. Geli, en propia puerta.
Árbitro: Gilles Veissière (Francia). Expulsó a Magno (m. 99) y Karmona (m. 115). Amonestó a Astudillo, Herrera, Contra, Téllez, Babbel y McAllister.
65.000 espectadores en el Westfalenstadium, de Dortmund.
Mané: "Al acabar, di un mensaje positivo a los jugadores y me fui a llorar al váter"
Geli: "Tierra, trágame', pensé
"Cuando llegué al vestuario, tras la derrota", recuerda José Manuel Esnal, Mané, el técnico del milagro, "me encontré un equipo fundido física y emocionalmente. No me quedó otra que lanzar un mensaje positivo sobre lo conseguido y cuando acabé... me fui a llorar al váter". Todo comenzó como nació, con la decepción colgada del cuello y quizá sin ser conscientes de las páginas que escribían en la historia de un club humilde que había penado por las categorías inferiores y que ahora lucha, en Segunda B, por la supervivencia institucional. Diez años después de una gesta quizá irrepetible, el futuro del Alavés está rejoneado. El Baskonia de baloncesto parece la última tabla de salvación para un club con enormes deudas.
"Aquel partido empezó mal y acabó mal. Lo del medio estuvo bien", asegura Mané, que no ha vuelto a verlo, "aunque sí los goles": "Recuerdo que la expulsión de Magno fue exageradísima. Aun así, con nueve, tuvimos tres ocasiones". Desgraciadamente, la más clara fue la de Geli, la que fundió aquella magia que había convertido al Alavés en el equipo con más goles, 36, en un curso en la Copa de la UEFA con el antiguo formato y cuyo público recibió el premio a la mejor afición de Europa en 2001.
Geli, que, tras colgar las botas, pasó a trabajar en la escuela de fútbol del Girona y se está sacando ahora el carné de entrenador, reconoce que, cuando su pelo desvió aquel balón de McAllister desde la izquierda y lo llevó a la red, se quiso "meter bajo tierra". No obstante, hoy matiza que "son acciones del juego": "No pude sacarlo y lo intenté todo. Al final, no se tiene en cuenta. Lo que hice fue disculparme en el vestuario. Todos estábamos rendidos y nadie me culpabilizó".
Era el principio de los problemas que acosaban al Alavés, un intruso en una competición de la élite. En Gaziantep (Turquía), Ángel Garitazo, el fiel ayudante de Mané, entró sin visado y salió sin visado cuando fue a espiar al equipo turco. "Estuve todo el tiempo en el hotel. No pasé ni dietas. El problema fue la vuelta", recuerda, "cuando me pidieron el visado y no lo tenía. Me salvó una entrevista en un periódico local en la que aparecía mi foto. Por eso pude salir de Turquía". Esa fue la anécdota, pero la lucha por la jerarquía tuvo más estaciones.
"Cuando nos tocó el Inter, pensamos: 'Hasta aquí hemos llegado, pero si les eliminamos...". El Alavés batió al Inter con un 0-2 en Italia y un 3-3 en Vitoria, incidentes incluidos. Los líos habían empezado antes: "Nos mandaron a entrenarnos a 30 kilómetros de distancia, en un campo de tierra. Ya veíamos cómo se nos trataba y que resultábamos incómodos", afirma Mané, que también se acuerda del trato recibido en la previa de la final ante el Liverpool: "El calentamiento lo teníamos que hacer en un auténtico patatal. Dijimos que no y nos fuimos. La organización se enfadó con nosotros y nos mandaron a un campo a 60 kilómetros. Estaba claro que éramos el troyano Alavés".
El pink team (equipo rosa, como se le llamaba por el color de la camiseta diseñada para los partidos europeos) lo formaban unos amigos que ni para la final cambiaron su rutina. En el aeropuerto de Foronda aparecieron con su ropa de calle: "Si así hemos llegado a la final, así iremos a la final", decía Mané en la escalerilla del avión. Era el espíritu de grupo, el espíritu de la tortilla (una tradición por la que un día a la semana los futbolistas la comían en el vestuario tras el entrenamiento). "A menudo, cenábamos muchos de nosotros los jueves", rememora Téllez. "Ante todo, éramos un gran equipo", sentencia Pablo, el único vitoriano. "De hecho, Javi Moreno y Contra ficharon luego por el Milan. Después vino la depresión y ahora hay lo que hay", dice aquel maître del centro del campo que ahora ejerce de restaurador. Lo suyo era dar de comer.
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