El rastro de un morlaco
El primer toro de Osborne se instaló en 1957 en un paisaje de fincas y dehesas
El tablón de anuncios de un pueblo viene a ser lo que un manual de instrucciones a una aspiradora, un resumen de su fisonomía. En este tablón negro, forjado en hierro y cerrado para evitar la tentación del robo, aparece una ordenanza fiscal reguladora de la recogida y tratamiento de residuos vegetales, una inspección técnica de vehículos agrícolas y una excursión a la playa en autobús con hotel en pensión completa. Esto es Cabanillas de la Sierra, uno de los pueblos con más cabezas de ganado de la región.
Cabanillas de la Sierra, un municipio con 540 habitantes censados, se encuentra a un lado de la autovía de Burgos (A-1), en el Camino Real a Francia. Se cree que Napoleón durmió en una de sus posadas durante la guerra de la Independencia y que la comitiva del rey Alfonso XII tuvo que hacer un alto para dejar pasar a la ganadería brava criada en el pueblo.
En la plaza se rodó la mítica 'Genaro el de los 14', dirigida por Mariano Ozores
Monte Alto es una de las ganaderías del pueblo donde se crían toros de lidia
La gente, sin embargo, sigue considerando que no hay más famoso que el que ha salido en una pantalla de cine. Aquí se rodó la mítica Genaro el de los 14, un filme dirigido por Mariano Ozores e interpretado por Alfredo Landa, que caracteriza a un pueblerino al que le toca la quiniela. Los mayores lo recuerdan: "Se grabó en el pueblo y en la plaza del Ayuntamiento. Era la primera vez que un famoso pisó esta tierra y se armó revuelo. Salimos muchos en la película".
La visita al centro de Cabanillas se hace corta pero existe un reto considerable a las afueras para los que quieran gastar suela. La ruta ecológica del toro empieza debajo de un puente por el que no parece haber pasado nadie desde la Guerra Civil. Atravesando ese camino se puede ver el primer toro de Osborne que se instaló en España, en 1957. Hay una foto en blanco y negro en la que se ve al dueño de las bodegas posando con chaqueta blanca y corbata a los pies del morlaco, posando muy tieso el hombre a pesar de los pocos metros que le distaban de la autovía. Más adelante se contemplan descansaderos de ganado bravo rodeados de dehesas de fresnos y encinas donde pasta el ganado.
En los carteles colocados a los lados de la vereda se dice que con suerte uno se puede encontrar con un corzo. Ni rastro esta tarde. Un momento, ¿qué es eso que se mueve tras la maleza? Falsa alarma, no es más que un paisano haciendo un descanso en el camino.
Hay que seguir adelante para toparse con el puente medieval de los Arrieros y el arroyo del Sacedón, por el que discurre el agua. Los toros, en la lejanía, descansan sobre un prado. Un hombre con gorra de cuadros y a los mandos de un tractor enfila el caminito de entrada de la finca Monte Alto, una de las ganaderías del pueblo donde se crían toros de lidia. La sangre de sus astados se ha derramado en Las Ventas o la Maestranza de Sevilla. El hombre baja del tractor y se presenta como Félix del Caño, el mayoral de la ganadería fundada por Agustín Montes. Un retrato de este, calado con una gorra, preside la hacienda. "Es una vida muy dura. A muchos le gustan los toros y vienen con mucha ilusión a trabajar aquí, pero se desengañan y se van al poco tiempo. Esto lo tienes que amar porque si no es insoportable", explica el mayoral al tiempo que se quita los guantes. Su mujer, Mariángeles Gómez, le da la razón: "Apenas tenemos tiempo libre. Es un empleo de siete días a la semana". El hijo de ambos, un chico con gafas vestido de chándal, los observa mientras come una oblea. ¿Heredará su hijo el puesto como es tradición? "Le voy a enseñar a trabajar en el campo, pero prefiero que se vaya a una oficina", tercia su padre. Los perros revolotean a su alrededor. Ayer separó a un toro que había sufrido una cornada que casi le llega a un pulmón. Lo rodeó de bueyes para que se calmase. "El líder le dio una cornada. Sus manadas están muy jerarquizadas, todos saben quién manda. Hay un número uno, un dos, un tres... Cuando ven al macho dominante en baja forma le atacan. Vamos, como la vida misma", reflexiona el mayoral.
El sol pega fuerte a media tarde y la ruta se empieza a hacer larga. La ruta, con un trazado circular, ofrece dos opciones de itinerario. Ofrece por si acaso dos recorridos: uno largo, de 8,4 kilómetros de longitud (cuatro horas a pie, dos en bicicleta) y otro corto, de 4,7 kilómetros.
De vuelta al pueblo, uno se da cuenta de que Cabanillas de la Sierra dormita de lunes a viernes. En cambio, durante la época de fiestas bulle incluso el amor. Amaya Miras, de 33 años, huyó de las tuneladoras que agujereaban la calle de Sinesio Delgado, donde vivía con sus padres, y se asentó en esta zona serrana. En fiestas conoció a un chico del pueblo, fontanero de 25 años, del que se enamoró perdidamente. "Vivimos juntos. Cuando miro a mi novio pienso que esa inocencia que tiene la perdería en la ciudad. Aquí he encontrado la felicidad", se confiesa.
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