Violencia contra la canalla
Desde el cartel hasta el título, todo el material promocional de Bruc, el desafío parece deliberadamente ambiguo. Es un relato histórico que no quiere pretenderlo y sin embargo algo de razón tienen sus responsables, pues por mucho que estemos ante una película ambientada en la Guerra de la Independencia española, por mucho que se inicie con una mítica frase de Napoleón, su tono está radicalmente alejado del histórico-político. De hecho, solo hay una frase en su guión que se acerque a tal reflexión, pronunciada por un médico afrancesado: "Las ideas que vienen de Francia son el futuro". Apenas una gota, nada más. La política y la historia se supone que no venden; la violencia, sí. El resto, y de ahí la indeterminación del mensaje de la mercadotecnia, es un relato de aventuras particularmente cruento, con una estructura semejante al slasher (ya saben, el subgénero de terror donde un psicópata asesina, uno a uno, a los miembros de una pandilla), en el que el héroe español ejerce de vengador y los jóvenes vienen a ser unos cuantos miembros de la canalla francesa.
BRUC, EL DESAFÍO
Dirección: Daniel Benmayor. Intérpretes: Juan José Ballesta, Vincent Pérez, Astrid Berges-Frisbey, Santi Millán.
Género: aventuras. España, Francia, 2010.
Duración: 93 minutos.
Se echa en falta un bagaje cultural y personal más elevado
Dirigida con brío y con soluciones visuales muy aparentes por Daniel Benmayor, Bruc, el desafío parece una muestra más de lo que buena parte de los jóvenes realizadores españoles son capaces de aportar: una factura técnica irreprochable, un ritmo constante, preciosos detalles de montaje, que el dinero de la producción (sin ser particularmente elevado) se note con un simple vistazo. En cambio, también en muchos de ellos, se echa en falta un bagaje cultural y personal más elevado, sobre todo en películas que admitan tal aportación, y Bruc..., desde luego, parece una de ellas. Por ejemplo, que junto a la espectacular distorsión de la imagen a base de movimiento y desenfoque parcial durante el ataque sónico con el tambor, se hubiesen desarrollado más algunos apuntes interesantes que la convirtiesen en una historia más adulta, caso del papel del periodismo en los conflictos bélicos, o haber establecido un símil con la influencia de un entorno inhóspito a favor del contendiente en principio más débil (la selva de Vietnam, las montañas de Afganistán, los desfiladeros de Montserrat...).
Pero la película, no nos engañemos, es un producto casi juvenil, donde lo anterior apenas importa. Y aunque la Guerra de la Independencia fuera particularmente salvaje ("...los hombres quedaban por docenas estrellados contra el suelo en aquella línea que había sido muralla, y ya no era sino una aglomeración informe de tierra, de ladrillos y de cadáveres", escribió Benito Pérez Galdós en un pasaje de Zaragoza), en Bruc... parece haber cierta delectación en el degollamiento, quizá más cerca de Saw que de El último mohicano. La historia de España no vende, la ferocidad, sí.
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