Enzo Bearzot, el míster que dio a Italia el Mundial
Con él de técnico, la selección 'azzurra' ganó en España 82
Sandro Mazzola lo recuerda por "su gran humanidad". Paolo Rossi, por "su forma de ser tan honesta y por representar la imagen del italiano de pueblo, genuino". Bruno Conti, por su capacidad de crear grupo. "Hablaba con todos, sí, pero más con los que jugaban menos". Antonio Cabrini lo recuerda como "el Quijote del 82": el hombre solo contra todos, contra las polémicas, las críticas, orgulloso de defender al grupo. Dino Zoff, el capitán de la Italia que Enzo Bearzot llevó a conquistar el título mundial en España 82, lo recuerda por su "honestidad cristalina". Italia lo recuerda por su sonrisa de bueno, por su pelo hacia atrás, su inseparable pipa y por su sencillez, la que conquistó a todos mientras estaba allí sentado en el avión, al lado del presidente Sandro Pertini, jugando a las cartas junto a Zoff y a Causio.
"Era más que el entrenador, era el padre de todos", dice Paolo Rossi
Impuso el 'silenzio stampa': el equipo estaba en guerra con la prensa
"Era un bueno. La primera vez que le conocí, él todavía jugaba. Era el capitán del Torino. En 1963, cuando vino a San Siro, me regaló una camiseta de mi padre", cuenta Sandro Mazzola, hijo del mítico Valentino Mazzola, jugador del Torino, fallecido en la Tragedia de Superga, el 4 de mayo de 1949. "Me la entregó allí, en el centro del campo, antes del partido, estaba más emocionado que yo. Siempre estaba para apagar fuegos, para dialogar, para darte una palabra de cariño. Recuerdo que me pillé un rebote enorme en el Mundial de México cuando el seleccionador, Valcareggi, me dijo que me iba a cambiar y no jugaría la segunda parte. Entré a los vestuarios gruñendo. Al rato me siguió Bearzot, era el segundo en aquella época. Me dijo que así no se comportaba uno, que lo importante en el fútbol era el grupo", continúa el ex jugador del Inter. "Siempre te hacía sentir cómodo", recuerda Bergomi. "Para él contaba la honestidad. Daba confianza a todos y tenía esa capacidad de crear vínculos tan fuertes que los jugadores daban el máximo para devolvérsela", dice Gigi Riva.
A Bearzot le llamaban Il Vecio (palabra del dialecto de su región que significa el viejo). Qué curioso, ha muerto en Milán, a los 84 años, un 21 de diciembre, el mismo día que Vittorio Pozzo, el seleccionador que conquistó los mundiales del 34 y del 38. Baerzot fue el clásico mediano de toda la vida. Empezó en un equipo local, cerca de Aiello del Friuli -ciudad de la frontera noreste de Italia en la que nació el 26 de septiembre de 1927-, hasta llegar al Inter, al Catania y al Torino. Vistió la zamarra granate desde 1957 hasta 1964. Colgó las botas ese año; con la azzurra solo se le vio una única vez. Pero el destino quiso que Italia volviera a ganar un Mundial 44 años después, con Bearzot como timonel. Era el 1982. Era la Italia de Zoff, Rossi, Gentile, Tardelli, Cabrini. La Italia del silenzio stampa, el silencio que impuso e inventó el propio Bearzot porque el equipo estaba en guerra con la prensa. "Estábamos aislados, pero le teníamos a él, nos protegía a todos. Era más que un entrenador, era el padre de todos", dice Paolo Rossi.
Nadie ha estado sentado en el banquillo de la selección italiana durante tanto tiempo. El récord lo tiene Il Vecio: 104 partidos. Como dice Paolo Rossi, Bearzot no era ningún artista ni ningún científico, pero sí una de las figuras del Novecento italiano. Él y su inseparable pipa. Ciao, vecio.
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