La soledad del moderno de fondo
Puede que el nombre de Jimina Sabadú (Madrid, 1981), que parece sacado de unos dibujos animados, les suene de algo. Escribe desde principios de siglo en el respetado y subterráneo fanzine Mondo Brutto, mantiene el videoblog de crítica de cine Otaku y Carcamal junto con Jordi Costa, guionizó la película de Óscar Aibar La máquina de bailar (2006) e incluso ha colaborado en programas de televisión como el desaparecido Nada que perder, que capitaneaba Ricardo Castella. En la actualidad también participa en el programa de radio Radioshock. Vamos, que no para. Y ahora saca una novela que tenía empezada en un cajón, la acaba en 20 días y gana el Premio Lengua de Trapo. Así de fácil. "Era una época en la que estaba muy mal, y lo único que hacía era ir al gimnasio, además muy a lo bestia, sin ningún tipo de entrenamiento predefinido, comiendo carne roja, levantando todas las pesas que podía y con el pelo cortado al uno. Como tenía esto empezado, me metí y lo escribí del tirón".
"Hoy, para alcanzar notoriedad, se exige mucho menos. Basta tener una imagen"
Celacanto, que así se titula, mezcla la fantasía con el relato de infancia. "La niñez la tengo muy marcada. De pequeña era una niña muy solitaria, tenía cero amigos. Me llama la atención cómo la gente que está sola sigue estando sola aunque esté con otro que también está solo". En efecto, bajo un estilo poético, no falto de cierto lirismo, se esconde un cuento infantil atormentado y perverso que trata, en el fondo, sobre el miedo, la crueldad y la incomprensión adulta, y en el que no se sabe muy bien dónde terminan las ensoñaciones infantiles (ese pez prehistórico con patas que persigue ¿imaginariamente? al protagonista) y empieza la realidad. Jorge, el protagonista, es un niño especial que podría ser un trasunto del Max de Donde viven los monstruos o el niño con síndrome de Asperger de la novela El curioso incidente del perro a medianoche. "Lo único bueno que recuerdo de mi infancia son mis muñecos, que aún conservo (de hecho, hay uno que tiene Facebook); los cómics y los dibujos animados", dice la autora.
Con tan intensa actividad, Sabadú es juez y parte de la escena underground madrileña, en la que la literatura no es precisamente un valor en alza. "La gente joven y moderna lee poco, cosas muy concretas, recomendaciones de amigos. Tampoco lee best sellers ni cosas comerciales, claro, que todo lo que uno hace forma parte de la imagen de marca", explica. "Ahora, para alcanzar notoriedad", continúa, "se exige mucho menos. Antes había que crear algo, formar parte de un grupo o tener un fanzine. Hoy en día basta con tener una imagen: ser pintón, sacarse fotos y colgarlas en Facebook". Por lo demás, lo alternativo ya no lo es tanto, se ha democratizado: "El pijo clásico de Lacoste ha muerto, ahora los pijos hacen cosas que molan, como irse una temporada a Los Ángeles o a un concierto a Londres. Vas a los bares supuestamente modernos y te encuentras a gente de discoteca de Benidorm. Es el pijete underground".
Su abultado y colorido currículo no le ha proporcionado la estabilidad, y su actual trabajo, en un canal de televisión regional, no le da para independizarse. "No sé cómo lo he hecho, pero he llegado a conocer a todo Cristo, y eso que casi no salgo de casa Será que aprovecho muy bien el rato que estoy fuera. Pero no le saco la ventaja que debería". Quiere aprovechar para, desde estas páginas, ofrecerse para un trabajo que le permita abandonar el hogar familiar en la madrileña Alameda de Osuna, su barrio de toda la vida.
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