Francisco Garfias, poeta religioso y existencial
Recibió en 1971 el Premio Nacional de Literatura
El poeta Francisco Garfias (Moguer, Huelva, 1921) falleció ayer en su localidad natal tras una larga enfermedad. En la obra de Garfias hay una continua profundización en las claves de la existencia. En sus poemas, desempeñan un papel imprescindible la religión y las preguntas esenciales sobre el ser humano. Por su poemario La duda recibió en 1971 el Premio Nacional de Literatura.
En Moguer estudió hasta el Bachillerato. Luego se marchó, primero a Huelva para cursar la carrera de Magisterio y, en 1942, a Sevilla para estudiar Filosofía y Letras. Ese año publicó Caminos interiores, su primer libro de poesía. Más tarde llegó a Madrid, donde estuvo becado para estudiar Periodismo. Trabajó varios años en Radio Nacional de España y consiguió una plaza en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC).
Estudió a fondo a Juan Ramón Jiménez y su relación con Tagore
Después publicó El horizonte recogido: poemas (Madrid, 1949); Ciudad mía (Sevilla, 1961); Poemas de Italia (Madrid, 1964), y Aunque es de noche (Madrid, 1969). Con La duda (Madrid, 1971) le llegó la fama, y la consagración, gracias al Premio Nacional de Literatura.
Garfias no circunscribió su escritura a la poesía. También publicó ensayo, biografía y narrativa. Como antólogo de poesía española e hispanoamericana sacó 10 libros a la calle. En el CSIC, donde desarrolló su carrera hasta la jubilación, dedicó gran parte de su trabajo a editar la obra de su paisano y moguereño universal Juan Ramón Jiménez. Se convirtió en uno de los grandes especialistas en la poesía del Premio Nobel de 1956. Se introdujo en la obra de Juan Ramón a partir de 1936. Hace dos años contó en una entrevista en Odiel Información su curiosa forma de adentrarse en el universo de Juan Ramón. Garfias estaba enfermo y fue a visitarle Eustaquio, hermano del autor de Platero y yo. Le llevó un libro del escritor para que se distrajese. Y ahí empezó la devoción de Garfias por Juan Ramón, al que nunca conoció en persona, ya que se había exiliado tras el estallido de la Guerra Civil y nunca regresó a España.
Los contactos de Garfias con Juan Ramón fueron epistolares. "En aquella época la gente no se movía como ahora. Siempre decía que se iban a instalar en Sevilla, pero al final permanecieron en Nueva York, porque él siempre estaba hospitalizado a causa de sus nervios. Al morir, la familia se empeñó en traerlo a Moguer", relató Garfias, que contempló el cadáver de Juan Ramón "mucho rato durante toda la noche que permaneció en su casa natal".
También profundizó en la relación entre Juan Ramón y otro premio Nobel, Rabindranath Tagore. El nobel moguereño y Zenobia Camprubí tradujeron al escritor indio y contribuyeron a su difusión en los países de lengua castellana.
Garfias destacaba el papel de la esposa del poeta. "Zenobia Camprubí le influyó mucho para que estuviera en esos círculos de magisterio [de la poesía española]. Era su gran admiradora y su motivo literario, aunque no era muy cariñoso con ella", dijo Garfias en la entrevista. El poeta concluyó que estaba "un poquito saturado de Juan Ramón". La razón era simple: había otros poetas que le gustaban "muchísimo" cuya lectura había desatendido por su dedicación a Juan Ramón. ¿Y qué poetas eran esos? Bécquer, San Juan de la Cruz, Lope de Vega, Carlos Murciano y José Manuel Caballero Bonald.
Su creación poética no se detuvo, y continuó con Escribo soledad (Sevilla, 1974); Jazmín inacabado (Sevilla, 1986); Pájaros de la cañada (Madrid, 1989); Flores para Zenobia y otros poemas (Huelva, 1995); Canción a tres voces (Moguer, 1999), y Testigos de la pasión (Sevilla, 2004).
Una de las actividades que más popularidad le granjeó fue la de pregonero. Cantó las fiestas, la Semana Santa y las romerías de muchos pueblos. Los aficionados al género le consideraban un gran orador.
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