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EL RINCÓN

El viejo gallinero de Bigas Luna

El cineasta, que estrena la semana próxima Di Di Hollywood, busca el reposo y la creación en pleno campo

Bigas Luna (Barcelona, 1946) se ha apropiado de un viejo gallinero al que acude a no hacer nada. Entre rato y rato se le escapan cuadros, guiones, montajes videoartísticos y composiciones a medio camino entre la pintura y la escultura, como la obra que elaboró para el pabellón español de la exposición de Shanghai. "Pero lo importante es venir a no hacer nada", subraya el director, guionista y artista polifacético desde el segundo piso de la nave agrícola que le sirve de taller desde 2006. Entre sorbos de té, con la línea del Mediterráneo en el horizonte como exigencia irrenunciable para trabajar, Bigas versa sobre las bondades de la inactividad, el reposo y la nada. Luego uno topa y se tropieza entre un suelo rebosante de murales, cuadros a medio trazar y remendados paquetes con guiones y borradores.

Hombre cargado de rituales, manías y ceremonias para alentar la creación, parece haber hallado la guarida ideal para dar rienda suelta a la fecundidad y la pereza a partes iguales. "La energía que desprende un lugar es clave para liberar la creatividad. Después de haber fracasado con muchos sitios he logrado crear este microclima que se ha convertido en mi espacio predilecto", señala. Apartado en pleno campo y a pocos kilómetros de su residencia de Tarragona, apacible, luminoso pese a que una de las obsesiones de Luna le llevó a recubrir todas las ventanas excepto la apertura que da al mar -"sospecho que demasiada belleza impide concentrarse", justifica-, la energía que desborda el viejo gallinero sirve para el reposo y la creación. "Es un ecosistema delicado que me permite crear o solo venir a perder el tiempo", razona el cineasta, que estrena el próximo día 15 Di Di Hollywood.

El ecosistema de Luna comienza con una planta oscura y húmeda en la que se acumulan cebollas recién recolectadas y tomates colgados del techo. Ese aroma a tierra se pierde a medida que se suben las escaleras que culminan en media docena de incensarios para ambientar el piso superior de la nave. Más allá, en un centenar de metros divididos por cuadros y murales, se abre el espacio de creación. "Aquí es donde salen las cosas", explica Luna. Aparentemente uniforme, el artista separa cada área asignándole un rol particular: el despacho -mesa y silla encajonada entre dos lienzos-, la cocina -un estante junto a una parrilla en la que asa vegetales y hortalizas- y el resto, un espacio confuso para no iniciados donde las obras cuelgan y se acumulan por las esquinas. El microclima ideal guarda un solo inconveniente. "No quiero depender de los sitios, pero respecto a este lugar sufro bastante dependencia".

"Sospecho que demasiada belleza impide concentrarse", sostiene Bigas Luna.
"Sospecho que demasiada belleza impide concentrarse", sostiene Bigas Luna.JOSEP LLUÍS SELLART

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