Londres no olvida el mito vulnerable de McQueen
El mundo de la moda recuerda al diseñador en la catedral de San Pablo
La catedral londinense de San Pablo se transmutó ayer en inusual pasarela de la moda al congregar a algunos de los rostros más famosos de la industria en un homenaje al diseñador Alexander McQueen, que se suicidó hace siete meses. Anna Wintour, la poderosa y temible directora de la edición estadounidense de la revista Vogue, encabezó una comitiva integrada por las supermodelos Kate Moss y Naomi Campbell, la actriz estadounidense Sarah Jessica Parker -conocida para el mundo como la protagonista de Sexo en Nueva York- o la diseñadora británica Stella McCartney, la única que se decantó por la sobriedad con un atuendo en riguroso negro. Porque comparecencias como la de Daphne Guinness, amiga y musa de McQueen, encaramada a unos imposibles zapatos de plataforma, hicieron que el evento se asemejara más a uno de los desfiles de la Semana de la Moda de Londres en curso que a una ceremonia religiosa en sentido estricto.
A lo largo del acto, que arrancó con la lectura de pasajes de la Biblia e incluyó interpretaciones del compositor Michael Nyman y la cantante Björk, los familiares, amigos y colegas de McQueen fueron desgranando la figura de un "genio moderno que influyó en toda una generación de diseñadores". Lee, como era conocido en su círculo más próximo, tenía solo 40 años cuando fue hallado muerto el pasado 11 de febrero en su apartamento de Mayfair, uno de los barrios más exclusivos de la capital británica. La investigación policial concluyó que había ingerido un cóctel de cocaína, pastillas para dormir y tranquilizantes antes de ahorcarse. "Cuida de mis perros, lo siento, te quiero", reza la escueta nota que dejó escrita. Hijo de un taxista del East End y formado como aprendiz en la tradicional calle Savile Row londinense, dirigió las colecciones de Givenchy hasta desembarcar en el Grupo Gucci (al que vendió el 51% de su marca). Fue proclamado en cuatro ocasiones "diseñador británico del año". Pero era también un hombre depresivo e insomne que no pudo soportar la desaparición de su madre. Se quitó la vida una semana después de que falleciera Joyce McQueen.
El mundo de la moda, su mundo, se alió ayer para rendir tributo al enorme talento de Alexander McQueen, pero en muchos casos también para despedir a un buen amigo. Kate Moss, por ejemplo, la percha de tantos de sus diseños, recuerda con especial cariño su papel de dama de honor en la boda (unión civil) que el diseñador y su compañero George Forsyth celebraron en Ibiza nueve años atrás.
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