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Entrevista:ÁLEX ANGULO | Actor, premio Zinemira del Festival de Cine | 58º Festival de San Sebastián

"Me inspiro en la gente de la calle para copiar su comportamiento"

Álex Angulo se muestra como el antidivo. Este año, el Premio Zinemira, el galardón con que el Festival de Cine de San Sebastián destaca la trayectoria de una personalidad del cine de Euskadi, ha ido a parar a un actor que reivindica las películas como un trabajo de equipo. Dedica el galardón a sus compañeros, "secundarios o principales", como ha sido él a lo largo de su carrera. El jurado ha querido destacar el trabajo de un intérprete singular, intenso y sensible. Angulo recibirá el reconocimiento el próximo miércoles en la Gala del Cine Vasco del certamen.

Pregunta. Su antecesor en el palmarés fue el director Imanol Uribe, con quien precisamente rodó su primera película, La fuga de Segovia.

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Respuesta. Me parece un lujo. A Imanol siempre le he considerado un maestro. Con él rodé mi primera película, La fuga de Segovia, y allí aprendí y también cometí mis primeros errores. Para mí, que era un actor de teatro, fue todo un descubrimiento el lenguaje del cine y las cámaras.

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P. ¿Qué recuerda de aquella película, que tuvo mucho éxito y marcó el inicio del llamado cine vasco?

R. Todo era sorprendente y desconocido. Para nuestro grupo, que éramos teatreros que trabajábamos en equipo, y la penuria era nuestra enseña, pasar a formar parte de un equipo de más de medio centenar de personas nos hizo sentirnos muy perdidos. A mí me tocó estar con Ramón Barea y allí aprendimos nuestras primeras palabras en el cine, como "corten" y "acción".

P. Uribe ha dicho que el Festival de San Sebastián ha sido la cantera del cine vasco.

R. Sí, sí. En aquella época, a principios de los ochenta, hubo un boom de películas que tenían como escenario San Sebastián, Bilbao o Las Bardenas; en fin, que Euskadi se convirtió en un gran plató, y gente como yo empezamos a aprender un oficio tanto de intérpretes como técnicos. Hoy día, cuando ya han pasado más de dos décadas, hay en Madrid unos técnicos cinematográficos cojonudos que se iniciaron aquí entonces, cuando se empezó a pensar que en Euskadi también se podía hacer ficción, y no solo documentales.

P. Esa cantera también ha dado grandes realizadores, además de Uribe: Álex de la Iglesia, Enrique Urbizu,...

R. Y no olvidemos a Pedro Olea, aunque fuera algo anterior y estuviera en Madrid. O a los jóvenes de hoy, como Koldo Serra, Cobeaga o los hermanos Ibarretxe, que siguen esa ola de querer hacer cine aquí y desde aquí.

P. Zinemira representa el reconocimiento a una trayectoria, pero no lo interpretará como una invitación a la retirada...

R. Yo lo considero un premio a todos los actores y actrices secundarios o principales que están trabajando en este país o fuera de este país, haciendo cine. No me lo voy a llevar a casa para ponerlo bajo llave. Me ha tocado a mí, pero se lo podían haber dado a otros, como Mariví Goyoaga o Txema Blasco, a quienes fueron nuestra referencia por sus ganas de hacer cosas.

P. Usted tiene un recorrido largo, intenso y denso. ¿Cuál es el momento en el que ha sentido más vértigo?

R. Cuando Álex de la Iglesia me dio el papel protagonista de El día de la bestia, pero no lo digo por pose ni por ser el protagonista, sino por la responsabilidad de abordar un personaje de esas características con un director que hacía su segunda película y se atrevía a hacerla así de arriesgada. Eso sí que daba vértigo, no la altura de las Torres Kio donde trabajamos.

P. Pues el resultado fue apoteósico de público.

R. Fue inesperado, porque yo entonces pensaba más en el miedo que en el éxito; el miedo a sacar eso adelante. Pero no fue una actitud personal mía, sino una sensación colectiva de quienes hicimos la película, porque en esa película fuimos un equipo, como tiene que ser en esta profesión, donde todo el mundo es importante.

P. Será una profesión de equipo, pero hay muchos solistas con grandes egos, aunque no parece ser su caso.

R. Yo creo que tengo el mismo ego que todos, pero, en fin, también miro alrededor mío y veo a los eléctricos, a los que se suben a 30 metros de altura, o al director con su responsabilidad, y creo que es la mejor forma de que nos repartamos entre todos un poco.

P. Así se explica su disposición a trabajar en los cortos con que se inician muchos jóvenes directores.

R. Ellos son los que tienen la mirada puesta más lejos y vislumbran más allá. Para mantener la profesión no podemos quitar a los jóvenes a codazos, sino dejarles su espacio, que experimenten y prueben desde abajo.

P. ¿Qué caracteriza a estos realizadores más jóvenes?

R. Los encuentro más curiosos y mitómanos de películas. Son más ilustrados en cine y se conocen al dedillo los planos y enfoques de determinados directores, aunque no sé si han vivido lo suficiente como para contar historias que conmuevan al espectador.

P. Ya que hablamos de buscar inspiración, ¿quiénes han sido sus referentes?

R. He aprendido de toda la comedia italiana, antes de Fellini y después de Fellini, así como de la comedia española que ha pasado ante mí, Berlanga, Bardem, Camus, que trabajan con unos actores a los que malamente hemos ido copiando. No tengo reparo en decirlo. No sé, José Luis López Vazquez, Pepe Isbert, José Luis Ozores, Alfredo Landa,... han sido nuestros maestros, los que nos han marcado la manera de actuar. Pero también me he fijado en la calle, el mirar y ver a la gente para inspirarme y copiar su comportamiento.

P. ¿Qué personaje que ha interpretado le ha llenado más?

R. Aunque todos tienen sus momentos satisfactorios y sus momentos puñeteros, tengo grabado el de El día de la bestia de Álex de la Iglesia por ser mi primer papel protagonista, pero quiero mucho también al de El coche de pedales, la película de Barea. Y el personaje de Anot, el preso de Segovia que fue mi primera película con Imanol, porque era más despistado.

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