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Necrológica:
Perfil
Texto con interpretación sobre una persona, que incluye declaraciones

Corneille, último miembro del movimiento CoBrA

Se ganó el desdén de sus colegas por sus obras comerciales

Isabel Ferrer

La muerte, el 5 de septiembre, a los 88 años, del pintor holandés Guillaume Cornelis Beverloo, conocido como Corneille, ha devuelto a la actualidad el movimiento artístico que le hizo famoso, CoBrA. Fundado en 1948 junto con otros colegas daneses (C de Copenhague), belgas (B de Bruselas) y holandeses (A de Ámsterdam), sus ideales pacifistas le acompañaron hasta el final.

CoBrA rechazó el racionalismo que provocó la II Guerra Mundial y abrazó la inocencia de los niños, el arte primitivo y la verdad de los locos. Los pintores y poetas que acompañaron a Corneille en la aventura, entre ellos el más famoso, Karel Appel, llenaron sus lienzos de trazos en apariencia infantiles. De animales y colores vibrantes, y de máscaras de inspiración africana. El éxito y las críticas no se hicieron esperar y el grupo de jóvenes airados, y con talento, actuó como un revulsivo.

Su arte era el más colorista, con dibujos optimistas y reconocibles

Corneille había nacido en la ciudad belga de Lieja de padres holandeses, y fue el más lírico del movimiento. Su obra fue asimismo la más colorista, con dibujos reconocibles y optimistas. Atravesó, además, tres periodos claros. Instalado en París, pasó de la abstracción a los paisajes de tono africano, para desembocar en lo figurativo. Sus mujeres y flores eran como un grito colorista imposible de soslayar. Influido en su juventud por Picasso, Miró, Paul Klee y Van Gogh, el hecho de que su formación fuera casi autodidacta le daba aún mayor libertad. Sí estudió durante dos años en la Academia de Bellas Artes de Ámsterdam, donde conoció a Appel.

De sus viajes africanos, a las Antillas y Sudamérica retuvo imágenes de pájaros exóticos. En sus lienzos, los pintaba sonrientes y de colores apetecibles. En las esculturas operaba enormes transformaciones hasta dar, por ejemplo, con un "gato-pájaro". A otras obras les ponía títulos evocadores, como el Barco de la esperanza, o bien este otro: En el seno del desierto queda aún espacio para los ojos. Con el tiempo, su apariencia acabó siendo la de un artista arquetípico, con barba blanca y una gorra calada. Un auténtico referente en los círculos artísticos parisinos.

A pesar de que siempre consideró el arte como una vocación casi mística, no dudó en explorar también su aspecto más comercial. Como todo le parecía válido, en los años ochenta diseñó desde corbatas y bolígrafos hasta vajillas. Era una forma de demostrar que "no hay un arte más elevado que otro", según explicó entonces.

También decía que siempre había sido sincero con su trabajo y no buscaba seleccionar a sus clientes. Sus intereses eran amplios, como los de Picasso, que decoró vasijas y platos de cerámica. Algunos de sus colegas le trataron con desdén en esa época, por considerar que solo buscaba ganar dinero. El gran público, sin embargo, respondió con entusiasmo y compró bien las populares piezas. Al conocerse su fallecimiento, muchos holandeses han admitido que le recuerdan "todos los días" al utilizar sus platos decorados y corbatas.

En 2005, y después de haber trabajado sin parar durante 60 años, sufrió una depresión. Según su esposa e hijo, hubo que internarle porque malgastaba su fortuna. Sus amigos y galeristas temieron que se tratara de una excusa para controlar sus cuentas. Dos años después, sin embargo, el pintor reapareció en la inauguración de una retrospectiva de su obra en el museo dedicado a CoBrA en Holanda. La muerte se lo llevó en Auvers-sur-Oise, el pueblecito francés donde Vincent van Gogh pasó el último trimestre de su vida. Tal era su veneración por su compatriota, que Corneille pidió que le enterraran cerca de su tumba, en el mismo cementerio.

Corneille, junto a uno de sus cuadros en 1997, en Madrid.
Corneille, junto a uno de sus cuadros en 1997, en Madrid.MIGUEL GENER

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