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Necrológica:IN MEMÓRIAM
Perfil
Texto con interpretación sobre una persona, que incluye declaraciones

Periodismo, ideología

Una persona con una clara carga ideológica, ¿puede ser un periodista objetivo? Un señor o una señora que se reclamen de derechas o de izquierdas y que acepten sin remilgos tal catalogación, que estén dispuestos a defender, incluso con vehemencia, su catálogo de ideas y valores ¿pueden ser buenos periodistas? ¿O es que acaso solo se puede ser buen profesional si se renuncia a pensar, a creer en unos u otros modelos de sociedad? ¿Hay que tener una cabeza sin contenido, un cerebro sin circunvoluciones, un libro sin letras para ejercer el buen periodismo? Es más: ¿puede ser buen periodista quien carece de ideas, quien desprecia los pesos y medidas de la justicia, de la equidad, de la convivencia?

Extremadamente culto e informado, defendía sus ideas con convicción
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El independiente Carlos Mendo

Carlos Mendo era un señor de derechas y más de derechas que se iba haciendo según cumplía años... y un periodista de primera, un lujo para esta profesión, un ejemplo a imitar, un espejo en el que mirarse. Mendo lo fue todo en una profesión que mamó y que ejerció desde muy joven. Fue agenciero de postín, dirigió la agencia Efe, y gracias a su dominio de un inglés elocuente y preciso, en época de analfabetos de otras lenguas que no fuera el recio castellano, pudo hacerse cargo de la agencia UPI en España. Allí dio lecciones de rigor y de saber lo que es, exactamente, una noticia y cómo contarla.

Pero es en su etapa de corresponsal en Londres y en EE UU para EL PAÍS donde ejerció con más fuerza, o esa es al menos mi impresión particular, su enorme calidad periodística. Era un corresponsal con respeto a los datos, al contexto, atento a la historia a contar, con gran capacidad expresiva pero alérgico a la muñequilla de los malos periodistas. Sus crónicas del Parlamento británico, pero también de Soweto -viajó en varias ocasiones a Sudáfrica para denunciar con energía a aquel régimen del oprobio-, de la Casa Blanca o del sur profundo de Estados Unidos, eran siempre una demostración del mejor periodismo de calidad. Admirador de Margaret Thatcher y de Ronald Reagan, jamás le tembló el pulso cuando creyó que en justicia correspondía la crítica a una u otro. Tampoco cedió a la descalificación de quienes representaban otras opciones y habían sido elegidos por el pueblo y sus crónicas de la etapa Clinton fueron modélicas. Su distancia ante los gobernantes, de izquierda o derecha, era la exacta del periodista: cerca para observar, lejos para recibir.

Carlos Mendo fue un corresponsal extraordinario de EL PAÍS. Y nunca, jamás, renunció a su ideología. Para él, y para otros muchos periodistas, no se trata de ningún milagro. Es fácil: separar la información de la opinión y no dejar que la segunda, tan dulce pero tramposa, se ponga por delante de la primera, tan antipática en demasiadas ocasiones. A un buen periodista nunca -casi nunca- le pasa. Mendo, extremadamente culto e informado, militaba en el conservadurismo, defendía sus ideas con fuerza y convicción, como saben sus oyentes de la SER, pero, al contrario de esta carretada de vocingleros reaccionarios que nos abruma en prensa, radio y tedetés, respetaba a quien no pensaba igual que él, por supuesto, pero respetaba aún más la profesión que amaba y a la que dedicó toda su vida: el periodismo.

Sus compañeros de profesión le admiramos por eso. Sus amigos le queremos, además, por otras muchas cosas.

Carlos Mendo en la delegación de EL PAÍS en Washington.
Carlos Mendo en la delegación de EL PAÍS en Washington.

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