"Es una injusticia estar en la cárcel por tirar un zapato a Erdogan"
Hokman Joma cumple tres años por atentar contra el primer ministro turco
Hokman Joma cumple tres años, cuatro meses y 16 días de prisión por lanzar un zapato. Lo dice en voz alta y no se lo cree. El problema es que el destinatario era el primer ministro turco, Recep Tayyip Erdogan, al que trató de agredir en una visita que hizo en febrero a Sevilla. Aunque no alcanzó al mandatario, un juez sostiene que este kurdo de nacionalidad siria cometió un delito de atentado contra la comunidad internacional. "Es una injusticia estar en la cárcel por tirar un zapato a un asesino", dice Joma en una entrevista con EL PAÍS en prisión.
El 22 de febrero, Erdogan iba a recoger un galardón del Ayuntamiento sevillano por la cooperación cultural que mantienen Turquía y Andalucía. Joma, de 28 años, cuenta que estaba en la Plaza Nueva, la que rodea al edificio, ayudando a un amigo en una feria de artesanía. Dice que no pudo evitarlo. "Turquía, Siria, Irán e Irak tienen a los kurdos como ciudadanos de tercera, no reconocen nuestros derechos, han mandado matar a miles de personas de mi comunidad, ¡cómo le podían dar un premio!". Cuando el primer ministro salió del consistorio, gritó "¡Kurdistán libre!" y lanzó su zapato.
"Vale la pena estar en la cárcel si ahora se conoce el sufrimiento kurdo"
"No entiendo que yo esté aquí mientras Aznar y Bush están libres"
Cinco meses después no se arrepiente del incidente. Llega al vis a vis en vaqueros y camisa de manga corta de cuadros. Tras el cristal se muestra reflexivo y razonablemente contento. "Vale la pena estar en prisión si ahora la gente sabe cómo sufren los kurdos", afirma convencido. En los 45 minutos que dura el encuentro, insiste en un esforzado castellano en que solo pretendía protestar. "No era un ataque. Estaba a 15 metros, muy lejos, había mucha gente, era imposible". Su zapato dio a uno de los guardaespaldas, que trataron de reducirle. El fiscal consideró que Joma se opuso a la detención y solicitó, además de los tres años por delito de atentado, una condena por resistencia grave a los agentes del orden o su repatriación a Siria. Joma dijo entonces que su vuelta sería su sentencia de muerte. Y lo mantiene.
"Me agarraron y uno de ellos me metió los dedos en los ojos, eso no es resistirse". El juez no aceptó la petición del ministerio público. "No entiendo que yo esté encerrado y gente como [José María] Aznar y [George] Bush estén libres", critica con relación al papel de los ex mandatarios en la guerra de Irak.
Asegura que nunca ha pertenecido a ningún partido, "pero todo el mundo sabe lo que pasa en Palestina y nadie conoce nuestra situación". Por eso lamenta especialmente la decisión judicial y el silencio del Gobierno. "España es un país democrático, pero yo estoy en prisión por un zapatazo".
Joma dejó a sus padres y a sus 10 hermanos en Ainel Arat, en el Kurdistán sirio. "Mi ciudad se llama Kubani", corrige. Es el nombre en su lengua materna. Vive en Sevilla desde 2005, donde llegó solo a un centro de estancia temporal, tras cruzar por Marruecos. Durante tres años tuvo permiso de trabajo, pero nunca ha obtenido su ansiado asilo político. "Lo he pedido muchas veces, no sé si ahora será posible porque si vuelvo a Siria, o me meten en la cárcel o me matan". Espera que su caso, cuando salga, le revierta algo bueno. "Solo quiero un empleo normal y que nadie se olvide de nosotros". Y es que encarcelado, pese a todo, dice que está tranquilo. Y lo repite sonriente. "Es mejor estar en prisión tres años si mi historia llega a alguna parte".
Como es de los pocos que no fuman, duerme solo en una celda. Dentro, se siente respaldado: "Muchos compañeros y funcionarios me apoyan, están a mi favor, me lo dicen muchas veces". Le apoyan, dice, pero no ha hecho amigos. Se dedica a hacer atletismo y a leer El Quijote, del que le quedan 200 páginas. "Quiero aprender mejor español, porque lo hablo mejor que el árabe. Estudiaré un curso en la cárcel".
Afirma que no vuelve a su país. Aunque su pasaporte diga que es sirio. "Allí no tengo futuro y menos ahora que el gobierno me conoce". Eso le preocupa. Por su familia, con la que no tiene contacto directo desde febrero. "El primer mes podíamos hablar, pero después se exige que tengan un contrato de teléfono...". Y no tienen. Su miedo son las represalias. "Al principio, la policía les interrogó varias veces: a mi padre, a mi madre, a mis ocho hermanas y a mis dos hermanos. Querían saber quién era yo".
Transcurrido el tiempo, y según le ha comunicado su amigo Ahmed, otro kurdo que reside en Sevilla, están bien. Así que Joma no se queja demasiado. Redunda en que no es justo, pero una esperanza le anima: "En prisión tampoco estoy mal y la gente empieza a hablar del Kurdistán".
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.