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Columna
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De los hechos a las palabras

Nos acercamos a la conclusión de la legislatura. La masiva manifestación de ayer representa, con sus tensiones y un sinfín de matices, la última escena unitaria del catalanismo (en todas sus versiones) antes de la diáspora electoral. Llega la hora de los valores y las palabras. Los hechos son ya historia. Entramos en la fase de los argumentos. Después de desfilar juntos reivindicando lo que somos y lo que queremos ser, ha llegado la hora de que cada uno busque los apoyos sociales, explicitando propuestas y perspectivas. Cada fuerza política sacará sus propias conclusiones sobre la manifestación, sobre el sentido final de la sentencia con relación al futuro, y tratará de conectar todo ello con el hecho de haber estado en el Gobierno a lo largo de estos años o de haber permanecido en la oposición. Todo ello multiplicado por la pluralidad de fuerzas de gobierno y de oposición que tenemos en Cataluña y con los matices cruzados que ello exige.

Después de desfilar juntos reivindicando lo que somos y lo que queremos ser, ha llegado la hora de explicar las propuestas

La presidencia de Montilla ha puesto énfasis en la obra de gobierno. El eslogan Fets i no paraules ha servido durante buena parte de la legislatura para subrayar la vertiente gestora, fiable y seria del presidente y por ende de su Gobierno. Tras la atormentada travesía del anterior tripartito y una presidencia de Maragall muy marcada por la doctrina y el debate sobre quiénes somos, este Gobierno ha querido dar muestras de solidez y de centrarse en la obra que realizar. El problema es que a este Gobierno, a esta experiencia de Gobierno plural y de izquierdas que ha logrado en estos siete años modificar en positivo la herencia de un pujolismo ya agotado, le falta ahora discurso, le falta relato, le faltan palabras.

A las dos versiones del tripartito les ha tocado gobernar en una época de grandes convulsiones, de transformaciones muy profundas en las formas de vivir, de trabajar o de relacionarnos. Y por si fuera poco, en esta última fase ha visto como se abrían los cielos con tormentas económicas de gran calado, ante las cuales apenas si podía buscar medidas que mitigaran sus temibles efectos. La navegación ha sido difícil, pero se han evitado tanto las aventuras como los grandes escollos. El problema es que nuestro arsenal de políticas públicas, nuestro catálogo de soluciones, se enfrenta a problemas nuevos, a configuraciones sociales y a procesos de indvidualización y de diversidad que no estaban previstos. Necesitamos rehacer las políticas, necesitamos una nueva clase de herramientas, pero para ello primero hemos de volver a la política, a los valores. Y ese y no otro es el debate que deberíamos tener en la campaña electoral abierta. Frente a los cheques servicio o el copago generalizado de Mas, o frente a la insistencia en criminalizar a inmigrantes, jóvenes y prostitutas por parte del PP, se necesita un relato que sitúe el debate en qué quiere decir autonomía individual, igualdad y diversidad en la Cataluña de hoy. No en la Cataluña que algunos añoran y que no volverá de los Pujol, Serra, Maragall, Samaranch, Barrera y Gutiérrez Díaz.

Gracias a los siete años de tripartito, lo decía con razón Ramoneda hace unos días, tenemos un país más sentido como propio por más gente, de orígenes diversos, de barrios muy distintos entre sí. Es muy probable que la abstención y la desafección castiguen más a los partidos del Gobierno actual que a los de la oposición. Y que además se genere un efecto de dispersión del voto en candidaturas dispuestas a aprovechar el barullo. Por ello es clave, entiendo, acertar con el relato que se ofrece, con los valores que se defienden y con las (nuevas) políticas que ello exige. Con el orgullo de lo hecho, pero con la modestia de la asimetría entre lo que se nos ha venido encima y los útiles de que se dispone. Necesitamos más palabras que conecten proyectos y emociones. Palabras fundamentadas en hechos, pero sobre todo palabras que ilusionen, que transmitan que es posible seguir creyendo en los valores de la igualdad y la solidaridad en este mundo. Afrontando los retos de explicar sin complejos y con valentía qué quiere ser Cataluña de mayor y qué Cataluña queremos desde el punto de vista de sus gentes y de sus políticas.

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