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Columna
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Euroninguneo británico

Lluís Bassets

La patria del euroescepticismo ha dado un paso al frente. El nuevo ministro de Exteriores, el conservador William Hague, se ha propuesto definir un nuevo rumbo en cuatro discursos que irá pronunciando en los próximos meses. El primero, el 1 de julio, marcó la tonalidad y el tema de esta sinfonía: el euroescepticismo ya no es necesario; basta con prescindir de Europa y considerar a la Unión Europea como una mera institución regional, de débiles lazos y escasa influencia, con el único interés de que cuenta con recursos y puestos de funcionarios para los británicos. El segundo versará sobre Asia, el continente emergente del siglo XXI, al que Londres quiere acercarse con una nueva política exterior que prescinde de Bruselas y se concibe fundamentalmente desde la bilateralidad.

William Hague lanza una nueva política exterior británica que corteja a Turquía e ignora a Europa

Esto ocurre en el mismo instante en que la UE organiza su Servicio de Acción Exterior, en cuya cúspide el anterior gobierno de Gordon Brown, anticipando la doctrina Hague, colocó a la británica Catherine Ashton. El diagnóstico del ministro de Exteriores sobre el momento mundial es certero y no difiere del que hacen las otras cancillerías: hay un desplazamiento del poder económico hacia Oriente y el Sur; el grupo de los países decisivos se ha ampliado en un planeta más multilateral; las nuevas amenazas exigen respuestas más complejas; está cambiando la naturaleza de los conflictos; y, finalmente, hay que contar con el nuevo mundo conectado a través de las nuevas tecnologías que exige una aproximación distinta a la política exterior.

No hay unilateralismo en la aproximación de Hague. Tampoco ataques al multilateralismo, que considera útil e inevitable. El ministro sabe de la cantidad de interdependencias que vinculan a su país con el resto del mundo, empezando por la que cita como más fuerte y determinante, la relación con Washington. Su originalidad reside en la utilización de la idea de un mundo en red para privilegiar el bilateralismo, con el que Reino Unido aspira a jugar un papel determinante y recuperar la fuerza perdida. Esta diplomacia en red tan moderna se basa y quiere reanudar la vieja y maltrecha red del Imperio, luego Commonwealth, esa comunidad de los pueblos de habla inglesa sobre cuya superioridad tanto han escrito y hablado los dirigentes conservadores británicos.

La teoría de la red sirve para consagrar la disolución de la idea europea. "Lo mejor de la UE es que se trata de una red cambiante en la que sus miembros pueden aprovechar al máximo lo que cada país pone sobre la mesa". Interesa a Londres, por supuesto, la relación, siempre bilateral, con Alemania y Francia, pero el país europeo más atractivo es precisamente uno al que franceses y alemanes no consideran europeo: Turquía, "la mayor economía europea emergente y un buen ejemplo de un país que desarrolla un nuevo papel y unas nuevas relaciones por sí mismo, en parte en la cúspide y en parte fuera de las actuales estructuras y alianzas".

Un detalle singular es el compromiso adquirido en el programa electoral y ahora confirmado respecto a la Ayuda al Desarrollo, que se concibe como un brazo financiero imprescindible del despliegue exterior. A diferencia de los que están haciendo muchos gobiernos europeos, empezando por el de Zapatero, William Hague no admite recortes presupuestarios para este capítulo que alcanzará el 0,7% famoso del PIB en 2013, a pesar de que otros departamentos de su gabinete llegarán a recortar hasta el 40%.

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Hague defiende ferozmente los intereses británicos. Sus ideas, es una evidencia, son nocivas para Europa. Pero las defiende con competencia, buenos argumentos e incluso reflexiones útiles para todos. "El país que es puramente reactivo en asuntos exteriores se halla en declive", es una de las más destacadas, perfectamente aplicable a la UE y a muchos países socios. Londres acaba de inventar el euroninguneo. Hacer como si Europa no existiera. Evitar incluso la imprecación contra ella. Es la culminación de una gran maniobra estratégica que, en propiedad, empezó con el ingreso de Reino Unido en 1972, de la mano de un gobierno conservador, culminó con la dilución de la UE en el actual club de 27 miembros y encuentra su remate florido en una política exterior que sencillamente ignora y prescinde de un proyecto de unificación europea que da por liquidado.

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Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).

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