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Columna
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Economistas inconformistas

La regulación financiera comienza a ser como un folletón. La irrupción del fuerte lobby bancario para escapar a toda supervisión hace que la propia industria financiera busque blindarse más que cooperar en la solución de los problemas. Así, ciertas empresas del sector buscan deteriorar dogmas de la teoría económica intentando demostrar la insolvencia o la ausencia de predicción de algunas tesis. Lo cierto es que espectáculos como los de Lehman Brothers o de Goldman Sachs son muy elocuentes, como también los ejemplos nada beneficiosos de los cálculos de Standard&Poors o de KPMG sobre las economías nacionales o la fusión de las cajas gallegas.

La teoría económica está pasando por el tamiz de fuertes exámenes. Economistas de gran relieve exponen fuertes críticas a la teoría convencional. En primer término, los clásicos argumentaban que los "mercados pueden autorregularse ya que el comportamiento de los actores económicos es racional", en la medida que buscan maximizar sus intereses. Un segundo pilar de la economía convencional insistía en que las "políticas económicas deben dejar que los mercados nos encaminen hacia un equilibrio natural u óptimo", cuestión que es posible, sostenían, a través del juego de los precios y del paro. Y la tercera base de la teoría económica clásica era que la "mejor gestión de los recursos viene dada por la espontaneidad de los equilibrios de mercado y de su libre funcionamiento para que se permita acrecentar la riqueza de todos y de cada uno".

La crisis se debe a la excesiva concentración de las finanzas en ciertos grupos de poder

Resulta evidente que estos dogmas no se cumplieron ni en el corto ni en el largo plazo. La inestabilidad es mayor, y el comportamiento espontáneo de los mercados no nos encamina al mencionado equilibrio óptimo. Por eso, distintas escuelas de economistas proponen actuaciones para establecer mecanismos de regulación tomando como ejemplo el esfuerzo público para salvar los bancos. E insisten en que será más eficaz si se llegaran a aplicar y a poner en marcha medidas de regulación más imperativas. Si no fuera el caso, es obvio que estaríamos ante un comportamiento o un acto de impunidad para aquellos que habían fracasado o que habían llevado a ciertas instituciones y a gran parte de los ciudadanos a tener que asumir costes mayores.

Las recientes intervenciones del Estado para salvar a empresas y, sobre todo, instituciones financieras, llamaron la atención de ciertos think thanks que alertan sobre el "hecho de que la crisis es debida al exceso de concentración del sector de las finanzas en manos de algunos grupos de poder bastante potentes para imponer sus criterios a los reguladores institucionales", lo que ha llevado a ciertos economistas a enarbolar la bandera del "desmantelamiento de los carteles bancarios".

¿Cómo basan, entonces, sus actuales análisis los economistas inconfomistas? Como hemos afirmado anteriormente, bajo la teoría de los mercados eficientes los actores económicos adoptan una argumentación racional, lo que permitía llegar a modelar sus actuaciones y ser, por tanto, predictiva. De esta forma, se calculaba el riesgo y sobre el citado índice se podían ofertar productos imaginativos, aunque no necesariamente solventes y garantizados. Los casos de las subprime son un buen ejemplo. Más tarde, pero de manera inmediata, para corregir la situación derivada de sus comportamientos se exigía una mayor liberalización de las políticas económicas y una menor limitación reglamentaria a fin de buscar un camino al equilibrio, sin distorsiones y sin intervenciones.

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Pero hete aquí que no todos los agentes y actores económicos se comportan de manera racional, ni todos poseen la misma información. Ello hace pensar que el buen funcionamiento de los mercados debe exigir máxima transparencia de información a fin de que todos los agentes puedan reaccionar racionalmente.

Primera conclusión: las crisis evidencian distorsiones en relación a la teoría, pero no es la teoría la responsable de la crisis. Segunda conclusión: la amplitud de las distorsiones hace que los economistas busquen la explicación al proceso de fijación de precios por el mercado, dado que es, por esencia, irracional, y genera, en consecuencia, mayores incertidumbres al tiempo que no permite alcanzar un equilibrio óptimo.

Así las cosas, los economistas inconformistas señalan que no existe un precio justo, sino que estamos ante de precios convencionalmente fijados por la relación de fuerza entre actores y marco institucional, y los comportamientos pueden ser guiados, igualmente, por sentimientos o por las condiciones históricas, culturales o sociales. Ante esto economistas como Akerlof, Stiglitz, Frydman o Galbraith enfatizan que el principio de funcionamiento de los mercados radica en la confianza, y, sobre ella, debemos edificar la solidez de las instituciones para generar la certeza imprescindible a fin de definir los objetivos finales.

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