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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La cruda realidad

España no creará empleo hasta finales de 2011 y se complican los planes de recorte del déficit

El Banco de España hizo públicas el martes sus previsiones para la economía española y, como manda la lógica, la salida de la recesión que dibuja la institución monetaria es bastante más difícil y prolongada que la que defienden el presidente del Gobierno y el Ministerio de Economía. Aunque no hay grandes diferencias en las predicciones para este año (el Gobierno calcula una contracción del PIB del 0,3% y el Banco indica que el retroceso será del 0,4%), en las de 2011 hay una grave divergencia. Según Economía, el PIB crecerá ese año el 1,8% mientras que el Banco de España proyecta un crecimiento de tan sólo el 0,8%. Es la razón principal por la cual el regulador bancario considera que España no empezará a crear empleo hasta los dos últimos trimestres del año próximo.

El empleo es el quicio de esta recesión; si no se se reduce el paro, el coste social de la crisis hará imposible que se cumplan los objetivos de reducción del déficit comprometidos con Bruselas y crecerá todavía más la morosidad de bancos y cajas. Para la economía española, la duración prolongada de una tasa elevada de paro equivale a caer en una espiral de complicaciones económicas e institucionales difíciles de resolver. No es prudente trivializar las divergencias en las predicciones económicas. Crecer al 0,8% en 2011 no genera empleo y hacerlo al 1,8% se aproximaría al umbral a partir del cual es posible generar puestos de trabajo. En el fondo de esta discrepancia está la meta electoral. Mientras que con la previsión del Gobierno ("Volveremos a crear empleo neto a finales de 2010") podría llegarse a 2012 con una tasa de paro inferior al 15%, con lo que ello supondrá de recuperación de la confianza social, con la del Banco de España resultará difícil situarla por debajo del 18%.

Ahora, a la vista de los pronósticos del Banco de España y las proyecciones del FMI (que, entre otras cosas, limitan la capacidad de la economía alemana para tirar de las exportaciones españolas), se aprecian las consecuencias de un error en el diagnóstico de la crisis y la inconsistencia de las proyecciones macroeconómicas manejadas por el Gobierno. No era razonable suponer que una economía como la española pasara sin transición desde una contracción del PIB del 0,3% en 2010 a un crecimiento del 1,8% en 2011. Si no media una resurrección milagrosa del mercado inmobiliario y del turismo en menos de un año, ese salto de más de dos puntos en el crecimiento es improbable.

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El optimismo oficial carece de fundamento e induce a error a instituciones y empresas. Además, conduce a la demora en las decisiones urgentes de política económica. La recapitalización de las cajas de ahorros se retrasa, la reforma del mercado laboral (en manos de los agentes sociales) se prepara sin prisas y quizá con varias pausas y el ajuste del gasto público (que el Banco de España también cuestiona por sus objetivos desmesurados) permanece en el limbo de las grandes aprobaciones genéricas a la espera de que se pacten los recortes concretos.

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