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El sátrapa de Burjassot

Las declaraciones a la juez de las tres periodistas que denunciaron a Vicente Sanz detallan el terror al que se sintieron sometidas

Vicente Sanz ha controlado durante 15 años Ràdio Televisió Valenciana (RTVV). Desde su puesto de secretario general técnico, que llevaba aparejado el cargo de jefe de personal, se comportó como un auténtico sátrapa, un señor feudal que se creía con derecho de pernada, al que sólo le faltó pasearse a caballo por las instalaciones de Burjassot para que quedara claro, por si acaso no lo estaba, quién mandaba en realidad en Canal 9. Sanz fue una suerte de sheriff de Nottingham ante unos directores generales que, como el Juan sin Tierra de la leyenda de Robin Hood, se mostraron tolerantes, pusilánimes y acobardados ante el poder, real o ficticio, que emanaba de la figura de su teórico subalterno, reforzado por la leyenda de que era el custodio de inconfesables secretos del PP que podrían acabar con la carrera de más de uno y más de una política relevante del PP.

Sanz presumía ante sus víctimas de que Camps y Rambla eran sus amigos
A las denunciantes les hizo creer que su trabajo dependía de su voluntad -
Hacía saber a sus acosadas que conocía qué pasaba en su vida personal
"Le dije que me dejara, me ponía a llorar, lo rechazaba, pero le daba igual"
Las denunciantes le mandaban fotos y mensajes para que las "dejara en paz"
Sanz alardeaba ante las denunciantes de que conquistaba a otras periodistas
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Toda la fachada se derrumbó el viernes 19 de febrero cuando tres periodistas, hartas de soportar las humillaciones, los abusos sexuales, la prepotencia, las amenazas y las sevicias del sátrapa de Burjassot decidieron denunciarle ante los juzgados de Paterna. La titular del número uno, encargada de la investigación, sólo con las declaraciones de las demandantes, tuvo motivos suficientes para dictar orden de alejamiento contra Vicente Sanz. Entendió que existían indicios suficientes para acreditar que las denunciantes "durante diferentes periodos, comprendidos entre octubre de 2007 y febrero de 2010, recibieron continuas llamadas y mensajes de Vicente Sanz Monlleó en que alardeando del poder que él tenía en RTVV y de las dificultades laborales en que podría poner a las perjudicadas y sus familias, las instó a enviarle fotos de sus partes íntimas y de su ropa interior, las obligó a subir en reiteradas ocasiones a su despacho y les hizo practicar en él actos de naturaleza sexual diversos, siempre bajo dicha amenaza de ejercer el poder que ostentaba en su contra".

La pregunta, obligada, es: ¿Cómo es posible que unas mujeres adultas, con formación universitaria y, en algún caso, con experiencia política se prestaran durante tanto tiempo a las indecencias de su superior sin denunciarle? ¿Cómo aguantaron tanto? ¿Por qué no presentaron una queja formal ante los superiores de Sanz? La respuesta a todas estas cuestiones aparece en el auto de la juez: El miedo derivado del omnímodo poder que de forma impúdica e insultante exhibía el propio Sanz. Un pavor que queda claramente reflejado en las declaraciones de las tres periodistas.

Lo que sigue es el relato de los hechos de acuerdo con las declaraciones realizadas en el juzgado el lunes y el martes pasado por parte de las denunciantes y de Vicente Sanz

LOS ABUSOS DE PODER

Una de ellas narra la siguiente escena: "Llegamos ante la puerta de Canal 9 y me pidió que detuviera el coche. Entonces me dijo que todo lo que veía, el edificio de la televisión autonómica, era suyo porque mandaba en él". Frases como "lo hacía por miedo", "le tenía miedo", "tenía miedo a sus amenazas", "decía que tenía sus tentáculos por todas partes, que quien la hace la paga" menudean en las declaraciones. Otras son muy directas: "Subimos

[a su apartamento en Canet d'En Berenguer] por miedo, porque seguían las amenazas de que tenía mucho poder". "Desde el principio te deja claro que manda mucho, que tiene mucho poder", afirma otra de las periodistas. En una comida celebrada en el restaurante Envero de Valencia llega a decirles a dos de las denunciantes: "Soc Déu". Presume de dirigir desde la sombra: "Paso de buey, ojo de lince, diente de lobo y cara de bobo" era una de sus máximas favoritas. Para que no quede duda de quién es, espeta a una de las denunciantes: "Ací mane jo". Y alardea -siempre alardea- de que el presidente Francisco Camps es muy amigo suyo, lo mismo que el vicepresidente Vicente Rambla.

Pagado de sí mismo, no duda en autocalificarse de "muy guapo", "no sabes las mujeres que están enamoradas de mí", afirma, y se refiere a su pene como "la escopeta". Sanz exhibe su poder como un pavo real. En un restaurante de Valencia les dice que él es el tronco de una olivera y ellas dos sus ramitas. Pero toda esa aparente complicidad y camaradería está trufada de amenazas. A todas ellas les hace ver que su puesto de trabajo depende de su voluntad, pero por si no fuera suficiente, les hace saber que conoce lo que sucede en su ámbito familiar. A una, que estaba casada con un funcionario de Tavernes Blanques, la amenaza con hablar con el alcalde y de que su marido se iría a "fer la mà". Más tarde, cuando ésta se separó, le echó una bronca diciéndole que "no tenía que tener novio". La presión psicológica sobre las periodistas era tan insistente que, cuando una de ellas acaba ingresada en el hospital Clínico, se ve obligada a mandar una foto del gotero para que Sanz la deje en paz.

Una de ellas narra el carácter del secretario general si no cumplía su voluntad: "Montaba en cólera y me amenazaba con hacerme la vida imposible, diciéndome que iba a destrozar mi vida profesional y la de mi familia, que nunca más iba a trabajar en ningún sitio". Un día, incluso, le llegó a levantar la mano; pero no llegó a pegarle. En otra ocasión, Sanz le manda a esta denunciante un mensaje a su teléfono móvil en el que le dice que estaba tomándose un helado junto al trabajo de su hermano. ¿Amenaza? El miedo llega tan hondo que tienen que mostrarse amables con él por temor a que sus familias sufran represalias.

Vicente Sanz, sin embargo, se presentó ante la magistrada como una persona normal, al que no le gusta hacer ostentación del poder. Más aún, asegura que él nunca dijo que tenía mucho poder. Entre otras cosas, porque su capacidad de decisión sobre la plantilla es relativo, toda vez que los contratos, aunque desde 2009 él realiza la propuesta, los firma el director general del ente, José López Jaraba.

El terror que sienten las tres denunciantes es tal que en la actualidad viven juntas en un piso, cuya dirección no conocen ni sus padres. Pero las llamadas telefónicas desde números desconocidos y privados, así como las videollamadas y mensajes eróticos, algunos de contenido sádico, continuaron durante la semana anterior a la presentación de la denuncia.

EL SEXO

El relato ofrecido por las tres periodistas a la juez es muy similar a la hora de explicar las pautas de comportamiento de Vicente Sanz. Las primeras reuniones siempre son para hablar de trabajo. Su comportamiento es educado, amable y elogioso para la labor profesional que vienen realizando, bien en televisión, bien en la radio. En al menos dos casos, se ofrecen mejoras laborales para las afectadas. Uno de estos ascensos se materializará, pero otro no. Esa afabilidad, sin embargo, va desapareciendo a medida que las relaciones se estrechan. Aparece entonces un Sanz obsceno, con una pulsión sexual incontrolable y que las somete a todo tipo de vejaciones, sevicias y humillaciones. Las reuniones de trabajo en su despacho se convierten en sesiones de sexo oral en las que abundan las masturbaciones. Algunos de esos encuentros tienen como escenario el apartamento que el ex alto cargo de RTVV posee en Canet d'En Berenguer. Los hechos descritos por las tres periodistas ocupan la mayor parte de sus declaraciones con detalles repugnantes.

Así fue uno de los acosos sexuales narrados a la juez: "Le dije que me dejara, por favor, lo rechazaba con gestos, tapaba con las manos, me daban arcadas y me ponía a llorar; pero a él le daba igual. Me pedía que me fuera al baño y que regresara con otra actitud, que cuando regresara tenía que estar amable y que si no, ya sabía... No recuerdo si me penetró con el dedo o con el pene porque hay muchas cosas que no recuerdo. En su despacho hay un sofá negro. Me apoyaba sobre él dándole la espalda para no verle mientras se restregaba contra mi cuerpo. Intentaba mirar hacia fuera por la ventana, no pensar que estaba allí, no pensar en lo que estaba pasando. En alguna ocasión subía con una compañera y él cerraba la puerta y nos pedía a una de las dos que nos sentáramos encima de él, luego se tocaba y nos pedía que nos tocáramos. Nosotras nos abrazábamos y fingíamos que hacíamos lo que él nos pedía; pero lo único que pensábamos era que se acabara ya y nos dejara en paz. Una vez vi como le cogía la cabeza a mi compañera para que le hiciera una felación...".

Otro encuentro se produce de la siguiente manera: Dos periodistas acuden al despacho del secretario general. Él les pide que se acaricien: "Toca-li la teteta, intenta que li agrade". Y sí, se abrazaban y lloraban al mismo tiempo. Pero a él le gustaba, "se ponía cachondo", cuentan, mientras ellas estaban medio desnudas. Sanz les pedía que se acariciasen los genitales y, cuando él tenía su orgasmo les pedía que limpiaran el semen con un pañuelo.

Sanz en su declaración negó cualquier tipo de acoso sexual, reconoció que, en efecto, las relaciones con dos periodistas existieron, pero que fueron consentidas. Más aún, de sus palabras se deduce que el acosado era él, que eran ellas quienes le buscaban enviándole fotos o hacían alarde de su cuerpo ante él en su despacho. En un momento dado, narra incluso que los juegos sexuales se atenían a guiones que escribía una de las periodistas. El primero de ellos, según Sanz, estaba basado en la película Instinto básico.

Una de las denunciantes fue taxativa en su declaración: "Nunca fue una relación consentida".

El contacto de Sanz con alguna de las denunciantes duró de octubre de 2007 a febrero de este año. Con otra fue de junio de 2008 hasta hace unas semanas y con la tercera duró algo más de doce meses. Durante todo ese tiempo se produjo una extensísima correspondencia a través de mensajes remitidos desde los correos electrónicos o desde los móviles de las tres periodistas con Sanz y viceversa. De hecho, el abogado del ex secretario general de RTVV esgrimió durante la declaración de su defendido un acta notarial de 35 folios en la que aparecían las transcripciones de esos mensajes. Y no sólo mensajes, también fotografías.

Tanto las imágenes como el texto son de alto contenido erótico. En algún caso, contienen expresiones soeces, burdas, del estilo de "me pongo caliente cuando te veo". "Me duelen los huevos, qué hago". "La tengo dura, chorretosa". Ellas también reconocen haberle enviado mensajes de texto por correo electrónico o a su móvil desde Brasil, donde se encontraban de vacaciones. En uno de ellos se dice: "Tus ramitas te adoran". Hay un mensaje del 4 de febrero en el que una le llama a Sanz "novio perfecto, eterno y clandestino".

Las periodistas insisten en que si le mandaron estos mensajes fue por el pánico que le tenían y para que las dejara en paz. Con idénticos argumentos justifican el envío de imágenes de sus partes íntimas o de posar en ropa interior. Imágenes de bragas, de genitales y de los pechos de las tres mujeres fueron a parar al móvil de Sanz en cantidades realmente asombrosas. Una de ellas reconoce haberle enviado entre 40 y 50 "porque no paraba". Incluso llegó a hacerle fotos a una prostituta para enviárselas. Otra asume que le mandó 15 ó 20 fotos seguidas: "Porque no me dejaba en paz".

La presión y la violencia psicológica ejercida sobre estas mujeres llega a tal punto que tienen que solicitar la baja laboral y, en la actualidad, se encuentran bajo tratamiento psicológico y psiquiátrico.

EL VÍDEO

Y en eso apareció Stieg Larsson. A finales de 2009, una de las denunciantes está leyendo Los hombres que no amaban a las mujeres. Una de las escenas del libro le llama poderosamente la atención. Aquella en que la protagonista, Lisbeth Salander, graba los abusos a los que la somete su tutor para poder demostrar el grado de violencia que ejercía sobre ella. A partir de ese momento, dos de las periodistas deciden registrar en vídeo los abusos que ocurren en el despacho de Vicente Sanz para mostrarlos a la dirección de RTVV. Ambas viajan a Madrid con el novio de una de ellas y compran una cámara oculta.

En diciembre de 2009, Sanz las llama de nuevo a su despacho y empieza "el juego". Él se sienta en su sillón como si fuera el profesor de unas becarias. Al poco tiempo les dice que tiene mucho calor y se acerca a ellas, sacándose el pene. Una de ellas se aparta, la que graba tiene que apagar la cámara para evitar salir en las imágenes desnudas haciéndole felaciones. La historia, relatan, acabó como tantas veces: Un ménage à trois. Pero esto no lo registra la cámara.

¿HAY MÁS VÍCTIMAS?

La narración ante la juez de las tres periodistas no sólo presenta a un acosador que se mueve entre el paternalismo, la violencia psicológica y el abuso sexual. También describe a un Vicente Sanz bocazas y fanfarrón que alardea de sus conquistas femeninas y del poder que ejerce sobre otras mujeres que trabajan en Canal 9 a muchas de las cuales pone nombre. A la actual directora de Canal 9, Lola Johnson la llamaba La Gacela -y él lo reconoce en su declaración-, Sisoco o La Negra. A una de las periodistas le cuenta que muchas de sus compañeras le hacían regalos y, para demostrarlo, sacaba de uno de los cajones de su mesa de trabajo ropa interior que pertenecía a compañeras suyas de las que daba nombres y apellidos. Entre los obsequios, un reloj de 3.000 euros o una taza para café.

Hasta otras ocho mujeres más aparecen de una u otra forma en el relato como víctimas de los abusos sexuales del ex alto cargo de RTVV. Porque él de eso se jactó constantemente.

Otra de las denunciantes recuerda cómo le hablaba de otras mujeres. "Todas, decía, quieren estar conmigo". Sanz le mostró fotos y un cajón con ropa interior femenina, pero de ella no tenía ninguna. Así que dos de ellas se fueron a un todo a cien y compraron dos tangas que mojaron con orina en un baño para que el las oliese. El ex jefe de personal de RTVV reconocerá que, en efecto, guarda unas bragas de una de las periodistas desde el año 2008. Explica su posesión porque "se le quedaron y afortunadamente aún las conserva". Y añade: "Ojalá hubiera conservado otras muchas cosas". Aunque no precisa el qué. La fanfarronería de Sanz parecía no tener límites, a una de las periodistas le contó que una de sus compañeras "sí que era cariñosa con él", presumiendo que al día siguiente acudiría al trabajo con un vestido rojo, como así ocurrió.

Fue precisamente la incontinencia verbal la que puso en contacto a las tres denunciantes. Dos de ellas eran amigas, pero de la tercera supieron por el propio secretario general de RTVV. Él mismo les había mostrado sus fotos. Tras una reunión el 5 de febrero en Ràdio 9, siempre con el miedo de estar siendo espiadas, las tres decidieron presentar la denuncia por acoso sexual. El bocazas, fanfarrón, autoritario y sátrapa de Canal 9 tenía las horas contadas.

Ahora que Vicente Sanz ya no trabaja en RTVV no son pocas las voces que, perdido el miedo, al menos en parte, cuentan a quienes quieran oírles que estas cosas se sabían, que en Burjassot, en Canal 9, se conocía el comportamiento del ex secretario general. Y cuando se les pregunta por qué no hicieron nada, la respuesta siempre es la misma: Por miedo.

Vicente Sanz, el pasado martes, a su llegada al juzgado de Paterna para prestar declaración.
Vicente Sanz, el pasado martes, a su llegada al juzgado de Paterna para prestar declaración.JOSÉ JORDÁN

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