El brillo de La Ceramo se apaga
La antigua fábrica de Benicalap, en Valencia, languidece tras años de desidia pública y privada
De los hornos de La Ceramo salieron en los siglos XIX y XX cerámicas que hoy decoran edificios tan notables de la ciudad como la Estació del Nord, el Mercado Central o el Ayuntamiento de Valencia. El pintor Ignacio Pinazo o el artista fallero Regino Mas prestaron sus bocetos y colaboraron con el fundador de esta fábrica, Josep Ros Furió, que recuperó a partir de 1855 la vieja técnica de los alfares musulmanes del reflejo metálico en la cerámica. 150 años después de su creación, el inmueble, propiedad de una sociedad con domicilio en Madrid, languidece a la espera de que el Ayuntamiento de Valencia se decida a protegerlo en su totalidad o autorice a su dueño un edificio de cinco plantas en parte del solar que ahora ocupa esta instalación de estilo neomudéjar, única en su género.
El municipio duda entre protegerla o autorizar un edificio de cinco plantas
Hace unos días el concejal socialista en Valencia Juan Soto exigió al consistorio que lo proteja y lo restaure antes de que se caiga a pedazos. Y para ilustrar su estado de abandono mostró una fotografía del interior de La Ceramo, comida por las humedades y la vegetación espontánea, que se ha apoderado de parte de sus tejados por la desidia pública y privada. Los socialistas no son los únicos que han denunciado la situación, a la vez que exigen la protección del conjunto, organizaciones vecinales como Cercle Obert, de Benicalap, el Consell Valencià de Cultura o la Universidad Politécnica de Valencia. Hasta la propia Consejería de Cultura han pedido en la última década al consistorio que preside Rita Barberá que catalogue la fábrica y la rehabilite. "Hubo incluso una partida de 50 millones de las antiguas pesetas en los presupuestos de la Generalitat hace años para restaurarla, pero la dirección general de turno se gastó la partida en otras cosas", recuerda Antonio Marín, vecino del barrio y portavoz de Cercle Obert.
El movimiento vecinal de Benicalap y otras asociaciones cívicas han pedido que la fábrica se rehabilite y albergue un centro cultural, así como un museo dedicado a la cerámica y especializado en la técnica del reflejo metálico, valorada en todo el mundo por su delicadeza y singularidad. El Gobierno español, a través del Ministerio de Cultura, barajó durante un tiempo recuperar el edificio y situar allí la ampliación del Museo Nacional de Cerámica González Martí, instalado en el Palacio del Marqués de Dos Aguas. De hecho, en su almacén están depositados los fondos de La Ceramo desde hace años.
Soto recuerda que el Plan General de Ordenación Urbana de Valencia lo destina a equipamiento público, excepto una pequeña parcela recayente a la calle de José Grollo, que califica como residencial de cinco alturas. Las conversaciones entre el Ayuntamiento y el dueño, la mercantil Nuevas Promociones de Valencia están en marcha. La sociedad planteó incluso al equipo de gobierno local recuperar los hornos de La Ceramo, para permitir que cualquiera pueda visitarlos, a cambio de ampliar la superficie edificable. El consistorio todavía no ha resuelto la petición privada. "Y la fábrica se apaga poco a poco", insiste Soto, tras recordar las dos o tres peticiones de su grupo para que el Ayuntamiento lo incluya en el catálogo de edificios protegidos como Bien de Relevancia Local y se negocie con los propietarios su adquisición.
El concejal de Urbanismo de Valencia, Jorge Bellver, reaccionó a la petición de la oposición, que defenderá la protección en la Comisión de Cultura e incluso en el pleno, si es preciso.
La Ceramo, dijo Bellver, "es y será un servicio público", al tiempo que señaló que el acuerdo con los dueños está muy avanzado. "Nunca nos hemos planteado cambiar la calificación de La Ceramo", subrayó el concejal. El consistorio estaría estudiando una permuta con el dueño, según fuentes municipales. "Ya no sabemos qué creer. Lo único cierto es que desde que se cerró, hace 20 años, estamos intentado, sin éxito, que se proteja. Al final pasará como con El Cabanyal, que la perderemos", sentencia Marín.
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