El pueblo del barbero de Picasso
Un museo dedicado al artista es la mayor atracción de la localidad
Entre los 2.078 habitantes de Buitrago abunda la gente que parece no saber hacer nada sin dotarlo de un punto personal, casi artístico. Ni cortar el pelo, ni oficiar misa, ni servir un café. Por eso, cuando en los años treinta en el pueblo quisieron una plaza de toros, su opción fue convertir el palacio de los marqueses de Santillana, del siglo XI, en un sorprendente coso. Porque Buitrago tiene una lógica propia.
Una cigüeña vuela durante unos segundos paralela al autobús 191 con salida de plaza de Castilla. A Buitrago se llega cruzando un paisaje de riscos sobre los que aparecen rapaces suspendidas como cometas. Pese a sus imponentes murallas, el centro de atracción turística del pueblo es un Museo Picasso lleno de obras que el pintor regaló a su barbero, si es que puede considerarse que Eugenio Arias fue sólo un barbero. Más de una vez Picasso, con el que trabó relación en el exilio, se levantó del sillón de la peluquería y abrazó al buitragueño diciéndole: "Eugenio, tú eres un artista". Arias se convirtió en compañero incondicional del malagueño, con el que veía en silencio las corridas de toros en Francia para aliviarse del malestar del exilio. También compartían confidencias y militancia comunista. En el museo, que contiene 60 piezas entre láminas, cerámicas y dibujos que Arias cedió a la Comunidad de Madrid, se proyecta un vídeo que ilumina la relación entre los dos. Allí el barbero, fallecido en 2008, explica cómo después de disimular la calva del pintor se la besaba tiernamente. Por eso el pequeño museo se jacta de ser el más grande del mundo dedicado al arte y la amistad. "Recibimos unos 17.000 visitantes al año", explica el conserje. "Nos lo descubrió hace unos años Francisco", cuenta señalando a otro turista una de las cinco visitantes que pululan por allí. Están de pasada. "Es un pequeño tesoro, y siempre que subimos de Madrid nos gusta verlo".
El centro es una almendra amurallada que se asoma sobre el río
Un cura ha convertido la única iglesia en un centro turístico
La antigua Cañada Real de Segovia, por donde pasaba el ganado en su tránsito de la meseta norte a la sur, cruza Buitrago en su recorrido a través de la Sierra Norte, a lo largo de una selva de granito y pinos. El centro del pueblo es una almendra amurallada que se asoma sobre el río Lozoya como una proa de barco. Buitrago tuvo un puente levadizo cuando fue una plaza vital en la lucha entre musulmanes y cristianos. También cuatro iglesias, pero después de las guerras napoleónicas y la Guerra Civil sólo queda una, la de Santa María del Castillo. Es de raigambre gótica, pero un incendio en 1936 la dejó amputada, sin dos de sus tres naves, con una torre cinco metros más baja y sin bóveda de crucería. En los ochenta, el párroco local, Don Francisco, se propuso recuperarla. Tardó 20 años, y para ello recurrió a los chicos de entre 13 y 16 años de la escuela de oficios que él mismo había creado. Entre muchas cosas, ellos levantaron un techo de artesonado que sustituye a la bóveda.
Con Don Francisco es imposible hablar; ya avisan los vecinos de que "no para quieto", pero la hazaña se ha inmortalizado en un DVD que se vende a la puerta de la iglesia. En la carátula, como protagonista, además de a don Francisco, se presenta a "Ángel López, diseñador de interiores". No es el único merchandising artístico. También está a la venta el libro Buitrago, su cura y la sierra llamada pobre. Un cartel explica el programa según el que se restauró la iglesia: "El deseo de ACHICAR distancias entre las tres religiones monoteístas ha sido plasmado en la iglesia que Ud. Visita; por eso le resultará DISTINTA de las demás iglesias". El efecto que produce el templo, completamente vacío, es efectivamente sorprendente: muros de piedra sobrios, un techo en madera que maravilla que construyeran unos muchachos y altavoces con un hilo musical que reproduce a todo volumen el Adagio, de Albinoni.
Antes de regresar a Madrid, una fugaz visita al bar frente a la parada del bus 191 reafirma la idea de que los habitantes de Buitrago tienen un toque especial. Bajo el cartel del bar El Espolón remata el eslogan Mola un montón. En la puerta dos carteles avisan: el primero de que "no se permiten perros"; el segundo de que "ciervos tampoco". El interior está lleno de textos. Uno pegado sobre una columna se titula "Cómo enfriar un café". Todos los firma Luis Francisco Durán, también responsable de una carta de bocadillos tan florida que se tardan 10 minutos en comprender los ingredientes de la chapata de jamón. Una pregunta se impone al camarero: "¿Estos textos los ha escrito usted?". El hombre se encoge de hombros: "Son del jefe". Después de revelarse como objetor de conciencia en el artístico Buitrago, sigue calentando la tortilla.
Apuntes de viaje
- Buitrago está a 75 kilómetros de Madrid, una hora y media en el autobús 191, con salida de la plaza de Castilla.
- En el corazón de la Sierra Norte, nace en un meandro del río Lozoya y está rodeado de bosques
- Las murallas y el castillo se levantaron en época árabe para defender el pueblo, importante enclave estratégico de Toledo.
- Entre sus fiestas destaca el Belén Viviente y una feria medieval en septiembre.
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