Contra la crisis: palabras y hechos
Llevo algunos meses repitiendo de forma insistente que la salida de la crisis española es más difícil, y por ello será más larga, que la de otros países de la Unión Europea. En otros momentos lo he razonado, y ahora me limito a exponerlo una vez más: mientras que otros países necesitan reactivar su economía, España necesita reconvertirla. Otros países deben recuperar los puestos de trabajo que han perdido estos dos últimos años, nosotros debemos crearlos de nuevo, ya que quienes han estado los años pasados trabajando en el sector de la construcción inmobiliaria ni deben ni podrán volver a trabajar en ello.
Creo que se va extendiendo ya este convencimiento. Ya se oye hablar a menudo de la necesidad de impulsar "un nuevo modelo de crecimiento", es decir, de dejar de hacer algunas de las cosas que hacíamos y hacer otras nuevas. Para mí, la clave de la salida de la crisis está en poner los medios para inventar dos millones de puestos de trabajo, y digo inventar porque son puestos que no existen ahora ni han existido en el pasado.
Inventar dos millones de puestos de trabajo no servirá si no hay personas con los conocimientos para ocuparlos
Las palabras que se oyen empiezan a sonar bien. En estos próximos días vamos a tener ocasión de comprobar si estas palabras que me encanta oír llevan aparejados hechos que me gustaría ver. Voy a referirme a tres aspectos. Los gastos de las administraciones públicas deberían reflejar esta política, por lo menos en tres hechos: incremento de fondos destinados a la investigación y la innovación, incremento de las inversiones en infraestructuras de carácter tecnológico y de difusión del conocimiento, y aumento del esfuerzo en reciclaje y formación de personas en el ámbito profesional.
En el primero estoy, por ahora, instalado en la sorpresa y la preocupación. Las primeras cifras de los presupuestos de 2010 reflejan más bien una reducción del esfuerzo público, cosa muy preocupante ya que en el caso español y catalán el peso de la actividad del sector público es muy grande en relación con la inversión empresarial y, por tanto, una disminución del primero puede arrastrar el total. Esperemos que, a pesar de las grandes dificultades para cuadrar estos presupuestos, el paso por el Congreso de los Diputados rectifique este error inicial y que el conjunto de sus señorías dejen de lado visiones partidistas y piensen en los intereses generales del país.
En el segundo, estoy esperanzado, pero no puedo olvidar la ocasión que se perdió hace unos meses. Aplaudo el anunciado Fondo de Inversión Local de 5.000 millones para 2010, que sucede al de 8.000 que se repartieron en 2009 y que han llenado pueblos y ciudades de obras... y de letreros blancos y rojos. Es necesario que seamos consecuentes y que no olvidemos que estas inyecciones de dinero tienen un objetivo a corto plazo que es crear empleo y reactivar el consumo, pero que deben tener también un objetivo a largo plazo: ayudar a producir el cambio económico y preparar el futuro. Hay medidas, como la prolongación del subsidio de paro, que sólo tienen un objetivo a corto y otras como la inversión en I+D que sólo lo tienen a largo. Pero esta inversión en obras debe tener los dos a la vez. No puede ser que, como en 2009, se utilice el dinero para rehacer aceras, embellecer plazas o hacer una piscina municipal, cuando se podría haber creado empleo renovando los laboratorios de las Escuelas Municipales de Formación Profesional, instalando sistemas de ahorro y diversificación energéticos, o completando las redes de telecomunicación en poblaciones mal comunicadas. Quiero esperar que ayuntamientos y Gobierno sean mucho más sensibles a estos objetivos de lo que lo han sido en el 2009.
En el tercer tema, estamos aún por empezar. Inventar dos millones de puestos de trabajo nuevos no servirá para nada si no hay personas con los conocimientos y las habilidades para ocuparlos. Una parte importante de los parados no los tienen ahora, pero muchos de ellos son gente joven con capacidad y actitud de aprender. Estoy echando en falta por parte de los gobiernos un urgente, ambicioso y masivo plan de formación o reciclaje profesional, ligado a la percepción del subsidio de paro, que movilice formadores y alumnos en áreas de futuro (muchas de las cuales no tienen por qué ser de alto contenido tecnológico). Si se emprenden iniciativas de este tipo, se conseguirá que el objetivo a corto del subsidio se convierta también en un objetivo a largo: formación para el futuro.
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