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Una nueva relación con Oriente

Obama viaja a Asia para renovar alianzas

El presidente inicia hoy una gira por el continente para defender intereses vitales de EE UU - La amenaza nuclear, el cambio climático y la crisis marcan la agenda

Antonio Caño

En su primera gira por Asia, Barack Obama recorrerá a partir de hoy países donde están en juego intereses vitales de Estados Unidos, especialmente en China, pero en los que le será muy difícil obtener resultados concretos en materia de seguridad, política exterior y medio ambiente.

Asuntos como la amenaza nuclear de Corea del Norte, Irán, la conferencia del clima, la presencia de tropas estadounidenses en la región y la crisis económica, entre otros también importantes, estarán sobre la mesa en estos siete días en los que, además de las escalas en Shanghai y Pekín, el presidente visitará Japón, participará en Singapur en la cumbre de la APEC (Cooperación Económica Asia-Pacífico, en sus siglas inglesas) y se detendrá en Seúl.

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Pese a esa voluminosa y compleja agenda, este viaje representa un cierto bálsamo para un presidente cuyo partido acaba de sufrir una derrota en unas elecciones parciales y que libra una lucha encarnizada en el Congreso para sacar adelante su reforma sanitaria. En Asia, al contrario de lo que ocurre en su propio país, Obama sigue siendo extraordinariamente popular. Todas las encuestas le otorgan un respaldo inusual para un jefe de Estado norteamericano, incluso en una zona donde el antiamericanismo es residual.

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Esa popularidad no es, sin embargo, garantía de que obtendrá resultados con facilidad. Al contrario, Obama se va a encontrar con Gobiernos recelosos que dudan de la vitalidad de EE UU para salir de la crisis económica y de su fortaleza en los momentos actuales para proveer seguridad a la región.

La primera oportunidad de responder a esas dudas será aquí, en Japón, donde Obama se va a entrevistar hoy con un nuevo primer ministro japonés, Yukio Hatoyama, que pretende una reinterpretación de las relaciones bilaterales sobre bases de mayor equidad. Entre otras cosas, Hatoyama, que tomó posesión en septiembre pasado, ha paralizado el acuerdo de 2006 que permitiría el traslado de una base aérea estadounidense en Okinawa a otro punto menos habitado de la isla. En Japón existe una fuerte presión social para que esa base no sea cambiada de lugar, sino cerrada definitivamente.

El secretario de Defensa estadounidense, Robert Gates, estuvo el mes pasado en Tokio tratando de presionar al Gobierno japonés para que cumpla con el tratado de 2006, pero el ministro de Asuntos Exteriores de este país, Katsuya Okada, descartó a comienzos de esta semana que las discrepancias sobre la base de Futenma vayan a ser resueltas durante la visita de Obama.

El presidente estadounidense intentará que ese episodio no emborrone un viaje que puede marcar el futuro de sus relaciones con el Gobierno de Hatoyama, un aliado vital en Asia. Estados Unidos mantiene actualmente en Japón 48.000 soldados que contribuyen a la seguridad de la región.

Durante cinco décadas, a cambio de esa seguridad, los consecutivos Gobiernos del Partido Liberal Democrático (PLD) dejaban muchas de sus decisiones sobre política exterior en manos de Washington. Hatoyama prometió en su reciente campaña electoral modificar esa situación y aumentar la independencia de sus relaciones internacionales.

Esa posibilidad es un asunto de gran preocupación, no sólo para EE UU, sino para otros países del área que sienten que su prosperidad descansa sobre la protección militar estadounidense.

Resulta esencial, por tanto, que Obama y Hatoyama consigan aquí enviar un mensaje de tranquilidad sobre el futuro de su alianza. Esencial, por ejemplo, para obtener resultados en la reunión de la APEC, donde se junta más del 50% de todo el producto interior bruto (PIB) del mundo. Esa organización, a la que pertenecen la mitad de los miembros del G-20, se enfrenta ahora al descomunal objetivo de conseguir una zona de libre comercio para el año próximo.

Obama quiere que esa región, cuyas economías tienen unas expectativas de crecimiento para los próximos meses cercanas al 8%, sea ahora el motor principal de la recuperación de la economía norteamericana. Obama intentará en Singapur que esos países pasen de ser grandes exportadores a convertirse también en grandes compradores de productos made in USA.

Ése será el mensaje que el presidente estadounidense llevará también a China. Pero en Pekín, la agenda es tan compleja y tan interconectada que Obama hará con su homólogo chino, Hu Jintao, prácticamente un repaso de los principales problemas del mundo. Estas cumbres -ésta será ya la tercera entre esos dos personajes- se han convertido en el mayor centro de decisión internacional. Con la dificultad, además, de que aún está por crear un clima de verdadera cooperación. "Veo a China como un aliado vital y como un competidor", dijo Obama en una entrevista reciente a la agencia Reuters. "Lo importante es asegurarnos de que esa competición es amigable, de que competimos por clientes y mercados, dentro de las fronteras de una legalidad internacional claramente definida y con un comportamiento responsable de cara al mundo".

Ambos países son decisivos, por ejemplo, para decidir el destino de la cumbre de diciembre sobre el cambio climático, y comparten la responsabilidad de evitar un conflicto en la península de Corea, donde el régimen norcoreano mantiene la amenaza nuclear. Obama intentará progresos sobre ese asunto en Pekín y reforzará después en Seúl el compromiso de su país con la seguridad de Corea del Sur.

"El propósito general de este viaje", manifestó esta semana Ben Rhodes, responsable de Asia en el Consejo Nacional de Seguridad, "es demostrar que Estados Unidos comprende la importancia de Asia en el siglo XXI y va a seguir implicado de una manera muy amplia para conseguir avances en una serie de temas que son decisivos para nuestra prosperidad y nuestra seguridad".

Obama saluda desde el avión presidencial al partir hacia Asia.
Obama saluda desde el avión presidencial al partir hacia Asia.REUTERS

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