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Necrológica:
Perfil
Texto con interpretación sobre una persona, que incluye declaraciones

Soupy Sales, el humor en 20.000 tartazos

Es un acto tan antiguo como la televisión misma. Cuando el entrevistado no se percata de ello, el cómico le estampa una tarta de nata en la cara. Con los años, se ha convertido en un acto de protesta social, más que un ardid cómico. Ya a nadie le sorprende el tartazo en la cara. Pero en los tiempos de Soupy Sales, fallecido el 22 de octubre a los 83 años, aquella bufonada fue toda una revolución.

Sales presentó diversos programas para niños a lo largo de dos décadas, entre los años cincuenta y setenta del siglo pasado. En ellos participaba en una serie de escenas cómicas, enseñaba un compendio de obviedades para los más pequeños -irse a la cama pronto, comer bien, hacer de-porte- y, al final de cada episodio, recibía una tarta en la cara. A lo largo de su carrera, recibió más de 20.000 tartazos, según contaba en sus últimas entrevistas. Y también se las estampó a estrellas de la talla de Frank Sinatra o Alice Cooper, todos encantados de acabar con sus faces llenas de nata. Todo era por el puro entretenimiento de un medio que había nacido para divertir.

Sales, nacido en Carolina del Norte en 1926, había crecido con el cine cómico clásico, con las gansadas del Gordo y el Flaco y el humor absurdo de los Hermanos Marx, un estilo que heredó y que en muchas ocasiones le puso en aprietos. En el día de Año Nuevo de 1965 dijo en antena: "Eh, niños, coged esas pequeñas tiras de papel con las fotos de George Washington, Benjamin Franklin, Lincoln y Jefferson y enviádmelas. Yo os mandaré unas cuantas postales desde Puerto Rico".

Así, pidiéndoles a los chavales que robaran y le enviaran dinero, se ganó que suspendieran su programa durante una semana.

Aquello le convirtió, además, en un personaje popular entre los jóvenes de una generación desencantada, de repente encantados con una trastada semejante en un medio que hablaba sólo de protestas raciales y la guerra de Vietnam. Hoy no se recuerda, pero el 17 de abril de 1965, The New York Times ofrecía este recuento de una actuación de Sales en el teatro Paramount: "Multitudes de jóvenes entusiasmados esperaban a adorar a su ídolo, en este caso, Soupy Sales". A las ocho de la mañana ya había 3.000 personas formando cola. La crónica se acompañaba de la imagen de una mujer, llorando desconsolada, aturdida entre la multitud. El cómico, sin embargo, no llegó a ser un ídolo de masas al estilo de los Beatles. Carecía del peso social o político de unas estrellas semejantes. Era, simplemente, un actor. Y orgulloso de serlo. Lo suyo era la escena, la improvisación. Según escribió en sus memorias, Soupy Sez, "lo mejor de los programas, la razón de su éxito, es que parecían algo caótico. Cuanto más espontánea parece una actuación, mejor comediante se es".

Su humor lo mantuvo en todos sus proyectos. En la película de Arthur Borman de 1993 The Making of... And God Spoke -una parodia del rodaje de una superproducción bíblica- hacía de sí mismo, interpretando a Moisés. Según el guión, le habían contratado porque Charlton Heston tenía otros compromisos. Así era Sales, un maestro del ridículo bien entendido.

Soupy Sales.
Soupy Sales.

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