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Reportaje:

Lorenzo no para quieto

El español, que disputa a Rossi el título de MotoGP, diversifica su entrenamiento con fútbol, pilates y 'thai-boxing' y refuerza las sesiones en pista en Mallorca

Oriol Puigdemont

El año pasado, en su primera temporada en MotoGP, Jorge Lorenzo se dio cuenta de muchas cosas, aunque hubo una que le dejó perplejo. A pesar de estar hecho un toro, cada vez que se bajaba de la moto después de una carrera sufría unas agujetas que lo molían. "Por ese ácido láctico que todos tenemos", recuerda el mallorquín. Para tratar de reducir esos dolores, su entrenador, Marcos Hirsch, introdujo nuevas pautas en su preparación. "Un entrenamiento multidisciplinar", en palabras del propio Hirsch, que precisó de una nueva planificación de los ejercicios.

En una semana convencional en la que no tenga que desplazarse para disputar ninguna carrera, Lorenzo compagina muchos tipos de entrenamiento. Va dos veces a Montmeló, donde afronta sesiones de motocross en el circuito que gestiona el RACC; asiste tres días al gimnasio, juega un partidillo de fútbol-sala con un grupo de amigos y toma dos clases de pilates y dos más de thai-boxing. Entre medias, Giorgio visita a sus fisioterapeutas y médicos, que llevan un control muy exhaustivo de su salud.

Con su padre practica sobre todo la entrada y salida de las curvas
Para sus ejercicios, el piloto de Yamaha emplea dos motos de cross pequeñas

Tras varios meses de seguir esta rutina, Lorenzo notó que aún necesitaba más chicha, que le faltaba algo para completar su entrenamiento, y entonces fue cuando apareció su padre, Chicho, que le ofreció otra alternativa. "Con él y con sus métodos, hago más moto y unos ejercicios que me van muy bien con vistas a las carreras, sobre todo a la hora de afrontar la entrada y la salida de las curvas", matiza el motociclista, que hoy mismo viaja a Melbourne para afrontar la antepenúltima carrera del año, el domingo, en Phillip Island, en su lucha contra Valentino Rossi por el Mundial de MotoGP.

Con este nuevo elemento de ensayo, su agenda aún se ha apretado más. No para quieto y eso le encanta. Ha pasado una semana desde que llegó de Portugal, donde ganó el último gran premio, y aún no ha pisado el gimnasio. "Seguramente no lo haré hasta la semana que viene, entre la carrera de Australia y la de Malaisia [25 de octubre]", reflexiona Lorenzo. Nada más bajarse del avión que le llevó de Lisboa a Barcelona, se subió a otro con destino a Palma. Allí ya le esperaba su padre, que le acompañó a Son Hugo, donde enseña a ir en moto a niños pequeños gracias a que un amigo le cede la pista, que realmente es de coches de radiocontrol. Los chavales flipan al compartir el asfalto con un bicampeón mundial que se juega la corona de MotoGP con Rossi: está a 18 puntos del italiano.

Para realizar sus ejercicios, el piloto de Yamaha emplea dos motos de cross pequeñas, "una de 70cc y otra de 100cc, que tienen entre 10 y 15 caballos de potencia". Ataviado con uno de sus monos de carreras y con unas espinilleras especiales, se arrastra por el suelo con la moto cruzada, derrapando, dibujando un ocho entre dos conos. "En este tipo de ejercicios, su padre es muy perfeccionista y, además, muy buen corrector", opina Hirsch. "Normalmente, realizamos tandas de diez vueltas. La gracia está en tratar de mantener un buen ritmo sin que haya más de una décima de segundo de diferencia entre una y otra", explica el piloto. Y añade: "Me va muy bien porque la pista es muy deslizante y gano control".

Desde Barcelona se fue Lorenzo el miércoles al circuito de Vairano (Milán), donde estuvo hasta el viernes probando cascos junto a Marco Melandri y Carlos Checa. Ayer y el sábado ayudó a su amigo Ricky Cardús, que participó en la carrera del Campeonato de España en Montmeló y hoy se subirá a un avión, después a otro y luego a otro para llegar mañana a Australia.

Jorge Lorenzo junto a su padre, en el circuito de Mallorca en el que practica.
Jorge Lorenzo junto a su padre, en el circuito de Mallorca en el que practica.TOLO RAMON

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