Los conflictos fronterizos amenazan con provocar otro cisma en la región
Perú desconfía de la negociación de Bolivia con Chile para lograr su salida
La propuesta inicial del presidente peruano, Alan García, de llevar a la cumbre extraordinaria de Bariloche el conflicto tripartito entre su país, Chile y Bolivia, a propósito de la salida al mar de La Paz, quedó finalmente en una amenaza. No había tiempo, ni ganas, para que los presidentes de los 12 países que integran Unasur trataran lo que constituye, probablemente, el conflicto más largo y más complejo de Suramérica. Por el momento, la discusión quedará fuera de Unasur y Chile y Bolivia seguirán con sus contactos bilaterales, bajo la preocupada mirada de Lima.
La candente e importante cuestión del uso de bases colombianas por parte de Estados Unidos impidió que la agenda de la cumbre se abriera realmente a los otros problemas pendientes, desde el rearme de varios países suramericanos hasta los diferentes conflictos bilaterales existentes en la región, fundamentalmente por cuestiones fronterizas. La reunión tenía un objetivo claro y todo lo demás quedó aplazado.
El conflicto entre Chile, Perú y Bolivia es, sin embargo, un problema real, potencialmente grave. Perú y Bolivia combatieron contra Chile en la llamada guerra del Pacífico, en 1879, que terminó con la victoria de Santiago, que se anexionó territorios de los dos países. El daño fue especialmente grave para Bolivia, que perdió su único acceso al océano. Desde entonces, La Paz intenta negociar un acuerdo con Chile que le permita usar, al menos, un "pasillo" hacia el mar.
El tema afecta al sentimiento nacionalista de los dos países, por lo que las conversaciones son consideradas siempre "material altamente inflamable". Tal vez por eso, Chile y Bolivia mantienen un canal de comunicación importante, pero de perfil mediático muy bajo. La presidenta Bachelet y el presidente Morales se han comprometido a sacar el tema de los escenarios públicos y es notable la discreción con la que ambos se comportan.
En teoría, los dos países coincidieron en identificar un "temario de 13 puntos", sobre el que no hay constancia, sin embargo, de que exista todavía acuerdo. El Gobierno peruano mantiene, pese a todo, que los dos países han negociado "bajo cuerda", sin tener en cuenta los intereses de Perú y exige mayor transparencia y participación.
Lo cierto es que en 150 años de conflicto no ha sido posible poner en marcha un diálogo a tres bandas, entre Santiago, Lima y La Paz. Cuando funciona mejor el eje Santiago-Lima, queda fuera La Paz, y viceversa. En este caso, los contactos entre Bachelet y Morales, por mucho que no hayan dado fruto de momento, provocan furor en Perú. Quizás porque la creciente modernización de las Fuerzas Armadas chilenas ha puesto a Perú en clara desventaja y también porque las diferencias ideológicas entre Lima y La Paz son notorias. Alan García ha acusado recientemente al boliviano Evo Morales y al presidente venezolano, Hugo Chávez, de promover revueltas indígenas en la Amazonia peruana y de apoyar a los grupos políticos indigenistas y al posible candidato presidencial Ollanta Humala.
En el conflicto de salida al mar de Bolivia, la mayor concesión debería correr a cargo de Chile, pero cualquier solución afectaría también a los intereses de Perú, que exige ser consultado y no oculta su inquietud, aunque realmente tampoco necesite, de momento, concitar la atención de Unasur, por mucho que el presidente ecuatoriano, Rafael Correa, le haya ofrecido convocar una reunión extraordinaria, si así lo solicita. Sobre todo porque Lima ha optado ya por recurrir a otro organismo internacional, el Tribunal Internacional de la Haya, para defender un nuevo trazado del límite marítimo peruano, tema que es también altamente conflictivo en el área.
Unasur debería ser, seguramente, el mejor escenario para atajar otro conflicto, menor, pero molesto, entre Paraguay y Bolivia. El presidente paraguayo, Fernando Lugo, ha pedido repetidamente a La Paz que le informe sobre el alcance y sentido de las nuevas adquisiciones bolivianas de armamento ruso. En teoría, los dos países disponen de un mecanismo para incrementar las medidas de confianza en materia de seguridad y defensa, pero en la práctica, esa vía parece ineficaz.
Paraguay y Bolivia son otros dos países suramericanos con conflictos históricos: ambos protagonizaron, en 1932, una de las peores guerras del continente, la cruel guerra del Chaco, una zona fronteriza fuente de permanentes hostilidades, en la que hoy lo más importante sería realmente compartir y coordinar la lucha contra el dengue, una enfermedad que arrasa a la población, pero que sigue presente en el imaginario de sus Fuerzas Armadas y de sus políticos.
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