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Columna
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Mirador sobre el palmeral

El martes pasado declaraba ante el juez el alcalde de Elche, Alejandro Soler. La querella interpuesta por el Partido Popular a propósito del abono de unas facturas publicitarias alcanzaba así su momento de máxima expectación, como la oposición había pretendido en sus planes. Ahora, queda esperar a que el juez estudie los documentos y los recursos presentados, y se pronuncie finalmente sobre el caso. En espera de la decisión del magistrado, quizá resulte interesante analizar el comportamiento de Alejandro Soler. En solo dos años de mandato, este hombre ha logrado derrochar la herencia que le dejaron sus antecesores en la alcaldía.

La llegada de Soler supuso un cambio sustancial en el gobierno de Elche. Hasta ese momento, los diferentes alcaldes de la población habían antepuesto -con las matizaciones correspondientes a la personalidad de cada uno- el interés de la ciudad al propio. Quiero decir que en ellos predominaba su condición de ilicitanos sobre cualquier otra conducta. Sin conocer algo la ciudad, es difícil entender lo que esto significa; solo podemos hacernos una idea muy aproximada del asunto. Con el acceso de Soler a la alcaldía se romperá la tradición. Formado en la política desde joven, la visión que el nuevo alcalde tendrá de Elche será la del político profesional. Gobernará la ciudad, pero lo hará sin perder de vista su carrera que es, en el fondo, su preocupación esencial. Cuando revisamos su proceder en el asunto de las facturas, observamos que este es, de principio a fin, el de un político de oficio.

A lo largo de los últimos años, Elche se ha convertido en una espléndida ciudad, como puede comprobar cualquier persona que la visite. La población ha crecido de un modo ordenado, y lo ha hecho con la mirada puesta en el futuro y una planificación muy cuidada. Sus planes estratégicos han funcionado aceptablemente y la ciudad presenta hoy un carácter más abierto y cosmopolita que en el pasado. Las actuaciones arquitectónicas se han realizado casi siempre con un gusto excelente y con atención a la economía. En lugar de recurrir a costosos arquitectos internacionales, se prefirió llamar a técnicos locales que han hecho su trabajo con una gran profesionalidad.

Esta política, que había rendido unos resultados admirables, cambia al acceder Soler a la alcaldía. El nuevo alcalde renuncia a continuar un camino que no le diferenciaría de sus antecesores. Desde el primer momento, Soler busca una vía propia que lo realce ante los ilicitanos pero, sobre todo, que le proyecte en el exterior. En esa línea, una de sus primeras decisiones será construir un mirador sobre el Palmeral, para lo que convoca un concurso internacional de arquitectura. El proyecto, afirmará Soler, "es una de las apuestas más importantes para mejorar el empleo y la economía de Elche en los próximos años". Los grandes estudios de la arquitectura internacional son invitados a participar en una obra en la que no se repara en gastos.

¿No es este el camino que han seguido los políticos que gobiernan nuestra Comunidad? Pretendiendo ser original, Soler imita una política de grandes construcciones que, con el pretexto de hermosear la ciudad, se olvida de los ciudadanos. Como el proyecto es caro y el alcalde tiene la audacia de acometerlo en plena crisis económica, se gana ante los ilicitanos una imagen de gobernante despilfarrador. Y es que uno tiene la impresión de que el mirador sobre El Palmeral no es tanto una obra pensada para el futuro de Elche como para el de Alejandro Soler.

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