Estados Unidos destapa otro fraude de 6.400 millones al estilo Madoff
Allen Stanford engañó a unos 50.000 inversores con rentabilidades falsas
Allen Stanford entró ayer en la infame lista de los grandes estafadores de guante blanco. El magnate tejano fue acusado por la Comisión del Mercado de Valores en EE UU, la SEC, de haber orquestado un fraude masivo, con el que podría haber estafado hasta 8.000 millones de dólares (cerca de 6.400 millones de euros). La nueva trama financiera salta a la luz dos meses después de que estallara el mayor escándalo financiero de Wall Street, protagonizado por Bernard Madoff, con el que guarda ciertos paralelismos.
La SEC empezó a investigar al grupo Stanford en julio de 2008, a raíz de que dos de sus empleados abandonaran la firma y revelaran que la compañía estaba dando a sus clientes información falsa sobre el rendimiento de los activos. Sus oficinas centrales en Houston fueron registradas ayer por agentes federales. La firma asegura que gestiona unos 50.000 millones de dólares.
Stanford pagaba fuertes comisiones a intermediarios para captar clientes
"Estamos denunciando un fraude de sorprendente magnitud, que ha extendido sus tentáculos por todo el mundo", señaló ayer una ejecutiva de la SEC.
Al igual que Madoff, Stanford engañó a los inversores ofreciéndoles retornos constantes por encima del 10% incluso cuando el mercado se venía abajo, resultados que la demanda califica de "improbables" e "insostenibles". El grueso del fraude se cometió mediante la venta de certificados de depósito emitidos por Stanford International Bank, su filial bancaria con sede en la caribeña isla de Antigua, a unos 50.000 clientes, según la SEC. Los responsables de Stanford no supieron dar cuenta del paradero de ese dinero al ser requeridos por las autoridades bursátiles. Según consta en la demanda, de 25 páginas, Stanford aseguraba a sus clientes que su dinero estaba invertido en activos líquidos, que la gestión estaba encomendada a un grupo de más de 20 expertos analistas y que las inversiones estaban sometidas a la supervisión de las autoridades de Antigua.
Todo era falso, según la SEC. El dinero estaba invertido en activos ilíquidos (entre ellos, hedge funds gestionados por Madoff, bienes inmuebles o inversiones de capital riesgo). El 90% de la cartera, según la SEC, está en una especie de "caja negra" que escapa a cualquier supervisión. En lugar de una veintena de gestores, sólo Allen Stanford y su director financiero, James Davis, manejaban el dinero. Davis y la jefa de inversiones, Laura Pendergest-Holt, están procesados junto a Stanford. Tampoco era cierto que Antigua auditara la cartera.
La firma también mintió a sus clientes al decir que no le había afectado el fraude de Madoff. Intentaba así calmar a sus clientes, que empezaron a pedir que les devolvieran su dinero al conocer que la firma estaba siendo investigada. Stanford usó eso como excusa para negar a sus clientes el reembolso del dinero en las últimas semanas. Mientras, Stanford había empezado a retirar dinero de sus cuentas (hasta 178 millones de dólares en las últimas dos semanas), que ahora han sido congeladas por orden judicial.
En paralelo, Stanford logró captar más de 1.000 millones de dólares para un fondo de inversión tras inventarse un espectacular -aunque falso- historial de rentabilidad. Con esa carta de presentación y unas fuertes comisiones, logró que muchos intermediarios traspasasen al fondo el dinero de sus clientes. El fondo pasó de tener 10 millones de dólares en 2004 a más de 1.200 ahora.
Amante del críquet
El estadounidense Allen Stanford, que ocupa el puesto 605º de la lista Forbes de hombres más ricos del mundo, con una fortuna de unos 2.000 millones de dólares, tiene también la ciudadanía de Antigua y Barbuda, donde fue ordenado caballero por lo que usa el título de Sir.
Stanford es conocido en el circuito del críquet por su generoso patrocinio de una versión de este deporte (el Twenty20). En junio pasado aterrizó en helicóptero en el Lord's Cricket Ground de Londres lanzando billetes al aire para anunciar un desafío entre la selección inglesa y un equipo de jugadores de las colonias británicas del Caribe con un premio de 20 millones de dólares. Las federaciones de Inglaterra, Gales y el Caribe anunciaron ayer que cortan relaciones con el magnate.
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