_
_
_
_
CARTA DEL CORRESPONSAL | Miami | Economía global
Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

El fisco ahoga a los jubilados

Miami tiene muchas caras. Desde el exterior todo parece glamour playero y ricos de la jet set, jubilados o no. Pero ya antes de la crisis actual era una ciudad de brutales contrastes. Los índices de pobreza y desempleo se sitúan entre los más altos del país y hasta muchos viejitos, con modestas prestaciones de jubilación, viven la angustia de perder sus casas. La capital del sol está bajo mínimos.

En Miami no han tocado huracanes desde que pasaron en 2005 el Katrina, antes de arrasar Nueva Orleans, y el Wilma, que sorprendió tras machacar Cancún. Pero los seguros subieron por las nubes y se quedaron. Los impuestos a las propiedades ya estaban por los aires desde la llegada de los acaudalados del norte y del sur, y pareció que todos los que vendrían después serían de ese nivel. Cómodos pagadores de sustanciosas facturas, muy superiores al resto de Florida y hasta 10 veces más que un catastro en España por una vivienda similar.

Los impuestos de la vivienda son 10 veces más altos que en España

El laureado técnico de la NBA Pat Riley, ahora sólo presidente del Miami Heat, paga cerca de 300.000 dólares al año por el catastro de su casa y el terreno. Compró el lote completo en 1996 por 6,3 millones y ahora vale, pese al hundimiento de los precios, más de 12 la parcela y casi 3 las 5 edificaciones con piscina en una punta privada de los exclusivos cayos-islas de Gables States, al sur de Miami. Riley gana 100 veces más y puede permitirse afrontar cualquier gasto por muy desmesurado que sea; para Juan, un anciano que salió de Cuba en los años sesenta y su retiro no llega a los 700 dólares mensuales, pagar cerca de 2.000 anuales de catastro y otros tantos de seguro por su modesta casa, no lejos de la calle Ocho, es imposible.

Juan tiene la vivienda pagada hace muchos años, pero nunca acaba de ser suya realmente. Viejos amigos en su misma situación llevan protestando desde mucho antes de que la crisis alcanzara a los nuevos compradores. Han ido incluso hasta el Parlamento estatal de Tallahassee, al norte de Florida, con pancartas elocuentes: "Huimos del comunismo en Cuba, huimos de los impuestos en Miami".

Lo de Juan, que paga sus tributos personales puntualmente, va mucho más allá del estallido de la burbuja inmobiliaria. Amortizó su hipoteca hace mucho tiempo, pero le perseguirán eternamente dos más, los catastros y los seguros.

No ha comprado una vivienda por encima de sus posibilidades, ni ha sido engañado por bancos o agentes inmobiliarios, como muchísima gente. Ni vive en el Jade, por ejemplo, uno de los edificios más emblemáticos de Brickell, al borde de la bahía de Vizcaya, donde compró una última planta el piloto Juan Pablo Montoya. La comunidad, como otras muchas, está al borde del colapso por los impagos de tantos, nacionales y extranjeros, a los que ha pillado el toro de la crisis.

Pero Juan está al borde de perder su casa igualmente como si se tratara del mayor especulador frustrado o se hubiera quedado sin trabajo. Además, ahora vale mucho menos, casi la mitad (así se vuelven a vender en subastas viviendas embargadas), y ni siquiera le han actualizado el impuesto, que siempre ha subido pero, sospechosamente, aún no ha bajado. La ciudad necesita pagar sus servicios y ante los recortes federales de arriba, lo seguro siempre es sacar al de abajo.

Juan, en su desesperación, también tiene un consuelo. Con el eterno humor cubano, forjado a prueba de medio siglo de destierro, dice: "La cosa está mala, muy mala, pero al menos no le di dinero a Madoff. No tenía tanto billete". -

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_