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19ª jornada de Liga
Columna
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Vuelve el cinco a cero

Enrique Vila-Matas

Todos los equipos felices se asemejan mientras que cada equipo infeliz lo es a su manera. Escribir sobre un equipo al que todo le va bien, como el Barça actual, termina por convertirse en un ejercicio mucho más difícil que hacerlo sobre uno en el que, como todo anda mal y pésimamente organizado, encuentras enseguida una gran cantidad de cosas para decir y recriminar. Los defectos de los equipos infelices dan mucho de sí y permiten escribir intensos textos en tono indignado mientras que, cuando todo va perfecto, como es el caso del Barça actual, se hace difícil comentar algo, más aún cuando los demás ya lo han hecho de mil maneras magníficas y uno mismo, en su anterior artículo, ya se ha volcado en grandes elogios a Pep Guardiola y ha cantado las glorias de un equipo -mejor dicho, una plantilla- memorable.

Volver a repetir lo bien que lo hacen carece ya de sentido, más aún cuando el entrenador no se cansa de frenarnos recordándonos de forma mecánica que "encara no hem guanyat res", lo cual, por otra parte, es verdad. Porque nadie ha ganado nada todavía. Y, en cambio, algunos, como es mi caso, hemos perdido posibilidades de ampliar el tono corrector y crítico del año pasado, cuando todo era culpa del loro de Laporta -ahora saca excesivo pecho-, la indolencia de Rijkaard y la criminal temporada de Deco y Ronaldinho, los hombres del intrigante Rosell.

A la hora de escribir, dan muchísimo más juego los equipos desnortados, desgraciados, profundamente equivocados. No existiría la gran literatura futbolística del desastre si todos los equipos se hubieran comportado como lo está haciendo este curso el Barça y dieran recitales de felicidad tan grandes como los del sábado pasado. Se va hablando de Messi, pero, cuidado, porque Alves es también una grandísima figura mundial y no digamos ya Xavi, Márquez o Puyol. No hay un delantero centro en el mundo que supere a Eto'o. Y en cuanto a Iniesta, creo que es el sucesor de Luis Suárez, que probablemente ha sido el mejor jugador español de todos los tiempos.

Me encantaría ahora entrar en la desnortada casa del Madrid, ese apasionante equipo infeliz. Entrar y decir todo lo que pienso del negligente Mijatovic, por ejemplo, y del entrenador que éste ha contratado, el irregular y desaborido Juande Ramos. Lo haría si no fuera porque considero que mi tema ha de ser el Barça, manque gane, aunque gane todo el rato, aunque gane siempre, que es lo que está ocurriendo de forma alarmante en los últimos meses. Le vemos triunfar con una intensidad y un descaro asombrosos, lo que nos depara una felicidad que muchos juzgamos excesiva porque no pedíamos tanto e incluso agradeceríamos de vez en cuando que abrieran alguna brecha por la que pudiéramos entrar para criticar algo y así tener algo sobre lo que escribir y no tener que pensar en la atractiva fábrica de historias que es el desdichado Madrid de ahora.

Qué complicado se vuelve el fútbol cuando nos hace tan triunfadores e incluso tremendamente felices. Nos paraliza el ánimo al revés de como debería hacerlo. La verdad es que no recordábamos un periodo tan intenso de dicha tan inenarrable, y nunca mejor dicho, como éste. Pero que siga, faltaría más. Queremos estar así, sin tener nada que decir, repitiendo embobados "cinco a cero" todo el rato, aburridos de satisfacción completa hasta el final de la Liga, mudos de entusiasmo, sin historias.

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