Maravillado
Cuando en 1883 León XIII abrió a los investigadores el Archivo Secreto Vaticano dijo, en su encíclica Saepenumero: "La primera ley de la historia es no osar mentir; la segunda, no tener miedo de decir la verdad". Ambas leyes valen para todos los historiadores, y a ellas he tratado siempre de ajustarme, pero el señor Jorge Fernández Díaz, en su réplica a mi artículo El trasfondo de una lápida (EL PAÍS del 15 de diciembre y Cartas al director del 20 de diciembre), piensa por lo visto que no están vigentes para un monje católico, ni para la Madre Maravillas. Me reprocha "flagrantes inexactitudes y errores de bulto", que no explicita. No me tengo por infalible, y rectificaré si en algún punto he errado, pero que me lo demuestre fehacientemente, no simplemente apelando a los procesos de beatificación y canonización, porque en ellos ni están todos los que son ni son todos los que están.