Sintaxis de la abyección
De entre todas las antiutopías que imaginó la literatura y el cine de anticipación a lo largo del siglo XX resultan especialmente perturbadoras las que se apoyaban en una base lingüística: la sociedad orwelliana del Gran Hermano con su neolengua diseñada para asfixiar disidencias, o esa Alphaville de donde se han extirpado las palabras que delataban una emoción o podían ser instrumento para cuestionar el statu quo. La cuestión humana, adaptación nada concisa de una breve novela de François Emmanuel a cargo de Nicolas Klotz y su guionista y cómplice habitual Élisabeth Perceval, también habla del lenguaje como territorio del triunfo invisible de un pensamiento atroz. Pero no es una distopía: habla de aquí y ahora, de un presente que es resultado de la imperceptible infiltración de un modo de articular el pensamiento que tuvo su origen en ese ámbito de la abyección que, en principio, los mecanismos de autodefensa de la comunidad se empeñan en considerar ajeno.
LA CUESTIÓN HUMANA
Dirección: Nicolas Klotz.
Intérpretes: Mathieu Amalric, Michael Lonsdale, Jean-Pierre Kalfon, Edith Scob, Lou Castel.
Género: drama. Francia, 2007.
Duración: 144 minutos.
En una de las secuencias climáticas de esta película densa y, a ratos, extenuante, el protagonista llega al fondo de la indagación que articula la trama y se aboca al abismo del pecado original que sostiene nuestro espejismo de civilización: el Tercer Reich ha acabado triunfando a través del lenguaje. En otras palabras: los tecnicismos empleados en una carta escrita por ingenieros berlineses en 1942 sobre la disposición de los prisioneros judíos de Ucrania y Bielorrusia en los letales camiones Sauer riman con el estilo eufemístico utilizado en los expedientes de regulación de empleo del mundo corporativo.
Cabe suponer que tanto Emmanuel como Klots y Perceval utilizan el mundo de la empresa como reducción a escala de su verdadero objetivo: en realidad, el radical poder provocador de la película apela a cualquiera de sus espectadores potenciales y el trastorno que provoca su discurso debería servir para rastrear otros rastros de la infección ideológica que aquí se pone en evidencia. La latencia del horror no está sólo en la asepsia del lenguaje técnico: también en la manipulación emocional del lenguaje populista que recorre medios de comunicación y discursos aparentemente civilizados.
Ambiciosa y desmesurada, La cuestión humana combina la carga de profundidad con la digresión autoindulgente (la secuencia de la rave-party), acredita a Amalric como uno de los actores más portentosos de su generación y contiene el mensaje más desestabilizador que, ahora mismo, puede encontrarse en la cartelera.
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