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Cierra Tempelhof, el aeropuerto que salvó a Berlín del cerco soviético

El puente aéreo de EE UU alimentó a la población durante el bloqueo de 1948

En la madrugada de ayer se apagaron definitivamente las luces del aeropuerto de Tempelhof, tras casi 85 años de tráfico desde el centro de Berlín. Unos minutos antes, a las 23.55 del jueves 30, entre acordes musicales y silbidos de protesta, pasaron por un arco de agua para el último despegue dos de los aeroplanos que rodaron por sus pistas en los años dorados: un trimotor Junkers Ju-52 como los que usó Lufthansa en la década de los 30 para comunicar las capitales europeas desde su base en Tempelhof, y un Douglas DC-3, el modelo con el que la Fuerza Aérea de Estados Unidos burló en 1948 y 1949 el bloqueo soviético sobre Berlín Occidental. A las 22.17 había despegado de Tempelhof el último vuelo regular, un Dornier 328 de la compañía Cirrus Airlines, con destino a Mannheim.

Era el de Tempelhof el aeropuerto civil más veterano del mundo. Inaugurado en 1923, tras su ampliación iniciada en 1934 se convirtió en el mayor aeropuerto europeo. Su nave central era la más grande del mundo y todavía hoy pasa por ser el edificio más largo de Europa. Estas comparaciones de vestuario eran, sin duda, muy del gusto del régimen que encargó el proyecto al arquitecto Ernst Sagebiel. Hoy, Tempelhof permanece como el mayor testimonio de la primera arquitectura del régimen nacionalsocialista, más vanguardista, fría y funcional que la que impondría años más tarde Albert Speer como arquitecto favorito de Adolf Hitler.

La hora gloriosa de Tempelhof llegó cuando nadie quería en Alemania acordarse del tirano que había llevado al país a la derrota, en pleno bloqueo soviético a Berlín Occidental. En 1948, Estados Unidos inició en Tempelhof el puente aéreo entre la República Federal de Alemania y el islote aliado en el centro de la Alemania socialista. Los Douglas DC-3 que garantizaron la supervivencia de los alemanes occidentales durante muchos meses son aún conocidos como bombarderos de pasas, por los dulces que lanzaban los aliados a los niños que se reunían para ver los aviones.

En el imaginario de posguerra, Tempelhof es así un hito de la resistencia anticomunista y de la incorporación de Alemania al bloque de las democracias occidentales. El gran edificio es un monumento protegido. El aeropuerto continuará en uso en películas clásicas como Uno, dos, tres, de Billy Wilder, o La última cruzada, de Steven Spielberg. La próxima vez lo usará Tom Cruise, cuando se estrene la malhadada Operación Valquiria.

Uno de los dos últimos aviones que despegaron del aeropuerto de Tempelhof.
Uno de los dos últimos aviones que despegaron del aeropuerto de Tempelhof.EFE

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