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Crisis financiera mundial | La intervención de Washington
Columna
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El rescate de Estados Unidos

Ángel Ubide

Culminando unas semanas de infarto, a ultima hora del jueves pasado el secretario del Tesoro, Hank Paulson, y el chairman de la Reserva Federal, Ben Bernanke, se reunieron con los líderes de Capitol Hill para discutir la creación de una agencia estatal destinada a resolver, de una vez por todas, la crisis bancaria estadounidense. A mediodía del jueves, tan sólo dos días después del rescate de la aseguradora AIG, los mercados monetarios se habían gripado totalmente.

Espoleados por los anuncios de que varios fondos de dinero habían sufrido perdidas cuantiosas, los indicadores de riesgo, como el spread entre los bonos del Tesoro a dos años y los swaps, o entre las letras del Tesoro a tres meses y el Líbor, habían alcanzado niveles no vistos desde la Segunda Guerra Mundial.

La expansión fiscal acaba creando tensiones inflacionistas, en especial con tipos reales negativos
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El pánico hizo tomar medidas de emergencia, como la prohibición de iniciar posiciones especulativas vendedoras con acciones de entidades financieras, y se llegó a concebir la posibilidad de declarar una jornada de cierre bancario para evitar el descalabro total del sistema.

A las tres de la tarde, el senador Charles Schumer, el líder del Comité de Asuntos Economicos, anunció un plan para la creación de una agencia destinada a inyectar capital en el sistema bancario estadounidense. Instantáneamente, la Bolsa americana recuperó las pérdidas y cerró con ganancias de un 4%, culminando una variación diaria de más del 6%. El viernes, cuando el Tesoro anunció el paquete de medidas, la Bolsa ganó otro 4%. Volatilidad de mercado emergente.

Y es que la crisis de las últimas semanas presenta múltiples paralelos con la crisis de 1997-98. Hace 10 años, los mercados concluyeron que el modelo económico de los tigres asiáticos, basado en un tipo de cambio fijo, no era viable. La presión fue creciendo y, país tras país, tuvo que abandonar el sistema cambiario y flotar su moneda. Con un sistema bancario plagado de pasivos en dólares, la crisis cambiaria se transformó en crisis bancaria.

La receta del FMI y del G-7 para todos los países fue clara y contundente: cerrar los bancos insolventes, recapitalizar los bancos solventes o de importancia sistémica, y crear una agencia para la gestión de los activos tóxicos, de tal manera que los bancos pudieran dedicarse a prestar y así regenerar la economía. ¿Les suena? Éste es exactamente el guión que han seguido los Estados Unidos. Una vez que los mercados concluyeron que las pérdidas derivadas de la crisis hipotecaria eran enormes y que, dado su enorme apalancamiento, el modelo de banco de inversión americano no tenía futuro, la presión ha sido tal que han ido cayendo uno tras otro.

Los más importantes han sido rescatados, los otros se han dejado caer, como dicta el guión. De la misma manera que los mercados iban de moneda en moneda en 1997-98, ahora han ido de banco a banco, en función de su solvencia y viabilidad. Y de la misma manera que Malasia, en 1997, impuso controles de capital -en su día muy criticados por el FMI y el G-7-, las autoridades americanas y británicas han impuesto controles a las ventas especulativas. Faltaba la creación de una agencia para la gestión de los activos tóxicos y la recapitalización de los bancos necesitados, para así acabar con la incertidumbre acerca de quién será rescatado y quién no.

La resistencia política era enorme, dado su posiblemente elevado coste fiscal, pero el pánico de estos días ha vencido finalmente la oposición del Congreso. Se habla de cantidades cercanas al billón de dólares, así que es muy posible que con esta decisión se haya creado un cortafuegos eficaz para el voraz incendio que asolaba los mercados.

La economía estadounidense ha tenido que ser rescatada, la disciplina de mercado no perdona a nadie. El dólar se ha mantenido estable hasta ahora -posiblemente debido a la repatriación de inversiones extranjeras-. Pero el final de la historia es conocido: la expansión fiscal asociada al rescate bancario acaba creando tensiones inflacionistas, especialmente en un contexto de tipos de interés reales negativos.

Es cierto que, debido al aumento de los spreads, las condiciones monetarias son mucho más duras de lo que aparentan, pero si estas medidas de políticas son eficaces y los spreads se reducen, los tipos de interés tendrán que aumentar rápidamente. La independencia de la Fed se va a poner pronto a prueba.

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