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L'Alcalatén aún espera las ayudas un año después del incendio

El Gobierno analiza un plan de última hora de la Diputación

Desde la carretera que lleva al municipio de Les Useres, en la comarca castellonense de L'Alcalatén, son todavía visibles las huellas del devastador incendio que el verano pasado, entre los días 27 de agosto y 1 de septiembre, arrasó casi 7.000 hectáreas de esta población y de los términos de Llucena, Costur, L'Alcora, Atzeneta del Maestrat y Figuerola.

En la industriosa ciudad de L'Alcora el incendio solo es un vago recuerdo

Se cumple un año del desastre. Las generosas lluvias del invierno han paliado, con un manto de verdor, la depresión paisajística. Un dato positivo que no oculta la indignación entre los afectados por unas ayudas económicas prometidas para paliar los daños en masías y cultivos pero que, a causa de un conflicto entre administraciones, no llegan nunca. Y se ve con resignación cómo el desastre no está sirviendo de detonante para el despegue de una comarca deprimida desde mucho antes.

El Gobierno central se comprometió a destinar tres millones de euros de ayudas para los municipios afectados, pero condicionadas a que las administraciones valencianas invirtieran la misma cantidad. Una ayuda similar a las destinadas a paliar los daños que sufrieron el verano pasado las Islas Canarias por varios incendios.

Salvo L'Alcora, los seis ayuntamientos afectados son demasiado pequeños como para hacer frente al convenio con el Gobierno. La Diputación de Castellón pidió al Consell que aportara el dinero, pero el vicepresidente, Vicente Rambla, argumentó que la Generalitat ya había invertido en la comarca por valor de 3,2 millones de euros, sin especificar, y exigió al Gobierno central que cumpliera su parte.

El plazo para pactar los convenios con el Gobierno vencía el pasado 15 de julio. La Diputación solicitó una prórroga de 15 días y, a última hora, presentó un plan de financiación para cubrir la mitad de las ayudas. El Gobierno analiza ahora esa propuesta mientras el Consell esquiva el problema. Un año después, en todo caso, los damnificados no han visto un solo euro.Sentados a la fresca, en la terraza de un bar de Les Useres, desde donde es visible el frente que llegó a tener el incendio, un grupo de vecinos habla con recelo de todo el proceso: de la falta de coordinación en la extinción, del "propagandístico" despliegue de medios y, sobre todo, de las subvenciones. Algunos de ellos, con pequeños terrenos de cultivo, reconocen no haberse molestado en pedirlas. Lo que menos les preocupa es la dimensión ecológica porque confían en la capacidad del monte para regenerarse. "Al mes de quemarse todo, ya estaban saliendo pinos nuevos", asegura la persona de más edad. Inquieta bastante más el futuro económico.

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"Cuando yo era niño, Les Useres era el pueblo número uno de la provincia y ahora es un cero. La gente joven se va porque la agricultura no sirve para nada", agrega.

Fina Valls regenta una panadería-cafetería. También tiene una finca, de almendros y oliveras, afectada por el incendio, pero no ha reclamado las ayudas. "No espero que me den nada", dice. "Además, había que fotografiar todos los árboles, hacer mucho papeleo... Era una faena. Y la condición era replantar pinos y carrascas. Si el terreno se replanta y pasa a ser del Gobierno, para eso prefiero tenerlo quemado", dice.

Calle abajo, una familia de turistas alemanes arrastra unas maletas. Pepa Tomàs, propietaria de una casa rural, no se atreve a evaluar el posible impacto del incendio sobre el turismo, pero advierte de que juegan otros factores, como la crisis económica. Ella también vio afectada una finca por el fuego y pidió ayudas. Pero no ha visto un duro todavía. La alcaldesa de Les Useres, Delia Valero, admite la decepción entre sus vecinos. "Es que te das cuenta de que te ofrecen mucho y a la hora de la verdad se pasan la pelota los unos a los otros", explica en referencia al conflicto que bloquea las ayudas, "pero eso no significa que no vayamos a continuar luchando", advierte.

El pequeño municipio de Costur, de unos 500 habitantes, vio arrasado el 90% de su término municipal. Juan Calduch, vecino de Castellón, posee vivienda y una casa rural en esta población. A pesar de la magnitud del desastre, sostiene que pocas cosas han cambiado. "Aquí turismo hay muy poco, la mayoría de la gente del pueblo trabaja en L'Alcora, en la cerámica, y los campos están poco trabajados. La vida cotidiana de la gente no ha sido muy afectada por el incendio", resume.

Aunque el incendio se cebó en un 30% de su término municipal, desde Llucena no son visibles las huellas del desastre. "El aire comenzó a girar en contra del fuego. Si no, hubiera llegado al río", recuerda con alivio José Antonio Alegre.

Mientras, en los bares de L'Alcora, la industriosa capital de L'Alcalatén, el tema estrella de las tertulias es la crisis económica. El incendio es un vago recuerdo.

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