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Reportaje:

Jugársela para salvarse

Un taxista de Jaén fuerza una colisión con un control de la Guardia Civil para escapar de su secuestro

Ginés Donaire

José Ángel Ortega, un taxista de 63 años de Jaén, tiene claro que ha vuelto a nacer. Durante la madrugada del pasado sábado, cuando viajaba retenido por cuatro delincuentes dentro de su propio vehículo, pensó que su vida había llegado al final de destino. Pero un control rutinario de la Guardia Civil y el arrojo de José Ángel hizo que la historia no terminara con los tintes trágicos que él había presentido.

En la provincia de Ciudad Real, una pareja de la Guardia Civil, alertada por la elevada velocidad del vehículo, les dio el alto, lo que aprovechó el taxista jiennense para empujar al conductor y provocar una embestida contra el coche patrulla. Ese incidente provocó que sus cuatro secuestradores, de origen rumano, huyeran campo a través. Uno de ellos tuvo tiempo de darle dos puñaladas en la espalda a José Ángel. Tres de ellos fueron detenidos minutos después.

"Estaba en el corredor de la muerte, mi vida no les importaba nada"
"Me la tenía que jugar, aunque me amenazaron con matarme"

"Desde que me golpearon y me obligaron a introducirme en la parte trasera del taxi sabía que estaba en el corredor de la muerte. Mi vida a ellos no les importaba nada, sólo querían utilizarme hasta llegar a su destino y después me dejarían tirado en una cuneta", declaraba ayer con una frialdad pasmosa el taxista jiennense, que al mediodía participó junto a un centenar de compañeros en una concentración ante la Subdelegación del Gobierno en Jaén para reclamar mayores medidas de seguridad.

La pesadilla duró varias horas. Tres hombres y una mujer se dirigieron en la madrugada del pasado sábado a la parada de taxi de la céntrica plaza de San Francisco de la capital jiennense y solicitaron a José Ángel que les llevara a la vecina localidad de Torredelcampo. Hasta ahí todo normal, pero al llegar a este municipio, sus cuatro clientes empezaron a agredirle y le obligaron a sentarse en la parte detrás del taxi. "Me dijeron que querían ir a Santander y me preguntaron cuánto gasóleo tenía el vehículo", relata José Ángel, que dice ser consciente de que los atacantes no querían desprenderse de él porque desconocían las carreteras que debían tomar.

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"Destrozaron todas las emisoras, los sistemas de seguridad del taxi y el móvil. Me daban golpes continuamente para que les diera todo el dinero que llevaba. Como no tenía tarjeta de crédito me amenazaban con matarme", agrega el taxista de Jaén, que sólo tuvo tiempo de activar antes de abandonar el puesto del conductor el llamado taxitronic, un sistema que permite la localización del vehículo mediante GPS. Pero el aparato no llegó a funcionar.

Aterrado por la agresividad de sus raptores, José Ángel vio una pequeña oportunidad para salvarse cuando, en el kilómetro de la autovía de Andalucía A-4, a la altura del municipio manchego de Santa Cruz de Mudela, un control rutinario de la Guardia Civil le dio el alto al taxi, que circulaba a 160 kilómetros por hora. "Tenía claro que esa era mi oportunidad y me la tenía que jugar aunque me amenazaron con matarme si no me callaba", dice el taxista. Cuando se disponían a parar, tuvo la valentía de empujar al conductor del vehículo y dar un volantazo provocando un choque lateral con el coche patrulla de la Guardia Civil, en el que había un agente que resultó ileso. Esa maniobra le costó a José Ángel dos puñaladas de arma blanca en la espalda que le propinó uno de los secuestradores antes de huir. El rápido dispositivo de la Benemérita hizo que, en apenas diez minutos, un hombre y la mujer fueran detenidos. Pocas horas después fue apresado un tercero, mientras que el cuarto logró huir y ayer seguía siendo buscado por la Guardia Civil.

El taxista jiennense fue traslado hasta al hospital de Valdepeñas, donde fue atendido de sus heridas, afortunadamente de carácter menos grave. "Me han dicho los médicos que he tenido suerte porque no se ha visto afectada la columna", indicaba ayer José Ángel desde su domicilio en Jaén, donde se recupera de este susto junto a sus familiares, entre ellos dos hijos suyos que también son taxistas. Uno de ellos, Francisco Javier Ortega, resumía ayer el desasosiego que pasaron hasta que supieron el paradero de su padre y comprobaron que se encontraba bien. "Fueron unas horas muy largas y nos temíamos lo peor".

José Ángel Ortega, ayer, durante la protesta de los taxistas de Jaén contra la agresión.
José Ángel Ortega, ayer, durante la protesta de los taxistas de Jaén contra la agresión.JUAN MANUEL PEDROSA

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