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Columna
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Venezuela en el Retiro

La presentación del magnífico libro Conversación con la intemperie. Seis poetas venezolanos, con selección y prólogo de Gustavo Guerrero, en el Pabellón de Círculo de Lectores instalado en la Feria del Libro, me lleva una vez más al Retiro, el parque más bello de todas las galaxias actuales y de las que en el futuro puedan depararnos los gongorinos agujeros negros que han descubierto los ciclistas.

Y ¿por qué es tan bello el Retiro?, se pregunta la novelista Ersi Sotiropulu, autora de la espléndida novela Zigzag entre naranjos amargos (451 Ediciones). La belleza del Retiro, como el poder de los reyes, es de origen divino, le contesta desde el infierno el conde-duque de Olivares. Este asilvestrado valido real quiso hacer a Felipe IV un obsequio digno de la realeza con la que al rey le había bendecido el cielo, y donando una finca suya apodada El Gallinero, que venía a sumarse a las tierras del monasterio de los Jerónimos, edificó un palacio cercado de espléndidos jardines y estanques. Allí, en las aguas de los estanques, se representaron comedias de Calderón y Moreto, por encargo de Olivares, con una magnificencia escenográfica que hoy, ni de lejos, alcanzan los montajes de las óperas más deslumbrantes. Con el tiempo, el conde-duque cayó en desgracia, el rey y varios sucesores suyos fueron enterrados en el Panteón Real de El Escorial y, contra todo pronóstico, los jardines de propiedad real pasaron a ser de propiedad municipal.

La poesía respecto a la prosa tiene una ventaja: los libros de versos son breves y se leen pronto

Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores, que coeditan Conversación con la intemperie, recomiendan en la invitación el acceso por la Puerta de Granada de la calle de Menéndez Pelayo. ¿Y cuál es la Puerta de Granada, me pregunto recordando unas recientes declaraciones de mi admirado Rafael Nadal que dice que conoce bien París? Y ya de paso: ¿se conoce Nadal los nombres de todas las puertas del palacio de Versalles? ¿Sabe cuántos barrios hay en París? ¿Se ha asomado alguna vez a las zonas deprimidas de la ciudad? Eso es conocer bien una ciudad del mismo modo que alcanzar la perfección con la raqueta es hacer lo que él hace, en muchos momentos, en la pista. Aunque comprendo que la alegría por ganar por cuarta vez consecutiva el Roland Garros dispare un poco la autoestima y lleve a extrapolarla al terreno del turismo.

La invitada de la Feria del Libro es la literatura de Hispanoamérica y le rindo homenaje asistiendo a la presentación de Conversación con la intemperie. Asisto a esta presentación por ahorro de energías: ahora que nos empiezan a amenazar con una jornada laboral semanal de 60 horas es el momento de declarar que se trabaja menos leyendo versos que leyendo novelas. Los espléndidos versos de los venezolanos Ramos Sucre, Gerbasi, Sánchez Peláez, Cadenas, Guillermo Sucre y Eugenio Montejo, fallecido unas horas antes de la presentación del libro, se reducen a apenas 600 páginas que no son nada, sobre todo, si las comparamos con las quizá treinta o cuarenta mil páginas que han debido de publicar esos treinta y pico escritores hispanoamericanos que, desde una foto, lanzó al estrellato el suplemento literario Babelia (América Latina pasa página, EL PAÍS, 24-06-2008).

La poesía, respecto a la prosa, como decía López de Hoyos, el maestro de versificación de Cervantes, tiene una ventaja: los libros de versos son breves y se leen pronto. Una novela de 200 páginas -y no digamos de 500- hay que sudarla un poco. De hecho, se siguen escribiendo novelas porque el público es conservador a la hora de entretenerse y, si ha cogido el hábito de leerse libros de 200 o 300 páginas, no lo suelta hasta que un día descansa en el cementerio de la Almudena. Es algo muy parecido a lo que ocurre con la sagrada misa: si has cogido la sotana -es decir, el hábito eclesiástico- de asistir a misa todos los domingos puede que lo mantengas hasta que tu confesor te administre los santos óleos.

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En la presentación de Conversación con la intemperie, el editor Nicanor Vélez comienza lamentando la reciente muerte del espléndido poeta Eugenio Montejo y nos refresca la memoria recordando los magníficos libros que ha publicado la colección de poesía que él dirige. Gustavo Guerrero está afectado por la muerte de Eugenio Montejo, con quien ha estado en contacto hasta sus últimas horas de vida. En un excelente prólogo, Gustavo Guerrero sitúa la obra de estos seis poetas en la historia de la poesía del siglo XX. Salgo del Retiro y camino por Menéndez Pelayo -recuerdo su soberbio Orígenes de la novela, que acaba de editar Gredos- y estoy a dos pasos de ese delito arquitectónico de la calle de O'Donnell que es la Torre de Valencia, a la que le sobran, como mínimo, seis plantas. Es el momento de recordar estos melancólicos versos del poema Caracas de Eugenio Montejo: "Tan altos son los edificios / que ya no se ve nada de mi infancia". Adiós, poeta maravilloso.

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