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Nota de cata | Gastronomía
Columna
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Un viaje a lo dulce

Los vinos dulces están de moda. Y si no fuera así, deberían estarlos. Son pura esencia que nos dejan tragos tan intensos y únicos que nos transportan a una cultura del vino desconocida y seña de identidad de muchas regiones del mundo. Y no sólo de Europa, donde se elaboran míticos y nobles elixires dulces.

En España, donde tenemos algunos de los más deseados, se celebra cada dos años Vinoble, el único Salón Internacional de Vinos Nobles, Generosos, Licorosos y Dulces especiales. Un nombre largo que aúna la complejidad de elaboraciones, técnicas de cultivo e idiosincrasia.

En el Alcázar árabe de Jerez de la Frontera se dieron cita hace pocos días los vinos nobles de 23 países. Como novedad en esta edición: México, Jordania, Turquía, República Checa, India y Croacia. Una ocasión para pasearse por medio mundo, copa en mano, y degustar verdaderas joyas de la enología y caprichos de la viticultura.

Si ya han probado los afamados Sauternes franceses, los Tokaj húngaros o los extraordinarios de las orillas del Rin, quizás les resulten curiosos los de Nueva Zelanda o Eslovenia o el primer vino de hielo de variedad tinta (Cabernet Franc) de Canadá. Si prefieren algo más tradicional, nada como los vinsanto o passitos italianos, los dulces de Madeira o los de Grecia.

Moscateles de Chile o Uruguay, vinos de postre californianos, surafricanos o suizos... Y los vinos de Andalucía, referente mundial no sólo de finos y manzanillas, sino de excepcionales amontillados, Pedro Ximenez, olorosos o el palo cortado. Y hay más: el fondillón de Alicante, las malvasías de Canarias o los dulces de Cataluña, Jumilla, Navarra...

Un paseo dulce por variedades desconocidas que alertan nuestras papilas y despiertan la curiosidad. Un viaje multicultural a la aventura de los sentidos.

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