La desolación americana
Mis fotografías hablan de la ansiedad y de la miseria de la gente de la periferia social, del blanco y del negro, de una desesperación a veces evidente", así se explica Robert Frank (Zúrich, Suiza, 1924), afincado en Estados Unidos, primero, y en Canadá, después, desde 1947, y autor de un libro esencial en el arte fotográfico del siglo XX, Los Americanos, editado en 1958 en Francia por las presiones inquisitoriales en Estados Unidos pese a que el libro, una selección de 86 fotografías de las 28.000 que realizó a lo largo de dos años en 48 Estados norteamericanos, fue subvencionado por la Fundación Guggenheim. Los Americanos se acaba de editar por primera vez en España (La Fábrica Editorial) respetando íntegramente la edición original y el prólogo que para la primera edición estadounidense escribió Jack Kerouac.
"No fue divertido hacer The Americans. Ver toda esa injusticia, esa violencia..., a veces era peligroso. Infringía leyes estatales que ni siquiera sabía que existían. Me arrestaban los sheriffs. Entonces no tenía tanta información visual y yo no sabía lo que me esperaba en el Sur", comentó Frank. Kerouac, en su excelente prólogo, lo explica muy bien: "Después de ver estas imágenes, terminas por no saber si un jukebox es más triste que un ataúd", sobre todo si la máquina de discos es de un bar de Las Vegas y el entierro, en Santa Helena (Carolina del Sur), muestra a tres elegantes negros esperando junto a los coches. La visión de Robert Frank sobre Estados Unidos es coincidente con la que mostraban John Steinbeck en su novela Las uvas de la ira, John Ford en la adaptación al cine, en los óleos de Edward Hopper o en la obra fotográfica de uno de sus reconocidos maestros, Walker Evans. Es la mirada sobre la soledad y la desolación hecha desde la libertad formal. Con Frank se alcanza la síntesis de un contenido desesperanzador y un continente radicalmente transgresor. Atrás queda la Norteamérica galante de las comedias de teléfono blanco -incluso las dos únicas fotos de un estreno en Hollywood muestran a dos damas taciturnas- o las amables escenas que pintó Norman Rockwell: la melancolía es la reina de la casa.
En 1957, Robert Frank conoce a los gurús de la beat generation, Kerouac y Ginsberg. El largo viaje por las carreteras secundarias había transformado su concepto de Estados Unidos. Las nuevas amistades reafirmaron su convicción en que la América profunda podía y debía mostrarse al margen de las normas establecidas en el fotoperiodismo de entonces. El uso de la luz baja, los enfoques incorrectos, la deliberada ignorancia de las reglas imperantes produjeron un resultado sorprendente: desde la publicación de Los Americanos, y el Nueva York de William Klein, la fotografía se integró en las vanguardias artísticas.
Dejemos que sea Kerouac quien concluya comentando una de las extraordinarias fotografías: "Un loco descansando bajo el palio de una bandera americana en un viejo coche roto en un patio de la fantástica Venice California. Podría sentarme allí y pergeñar 30.000 palabras...".
Los Americanos. Robert Frank. Prólogo de Jack Kerouac. Traducción de Herrán Coombs, La Fábrica. Madrid, 2008. 180 páginas. 35 euros.
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