"Irak es más complicado que Vietnam"
Ignacio Rupérez (Madrid, 1945) no es un diplomático al uso. Llegó al Ministerio de Exteriores empapado de la curiosidad intrínseca del periodista, profesión que ejerció durante años, lo que le permitió aceptar de buen grado algunos de los puestos de más rabiosa actualidad, como Tel Aviv, La Habana, Kiev o El Cairo, y reincidir en el país cuya desventura ha marcado a sangre y fuego el inicio del siglo XXI. Sus dos estancias en Irak han sido diametralmente opuestas. La primera, de 1997 a 2000, fue la etapa del descubrimiento de sus gentes, su cultura y sus paisajes. La segunda, de 2005 al pasado febrero, fue un periodo de reclusión y encierro impuesto por las circunstancias, cuyo único apoyo fue el recuerdo de los tiempos pasados, y el mayor aliciente, la esperanza de servir en la titánica tarea de sacar al país del infierno.
"Bagdad es una ciudad hostil llena de controles incontrolables, en los que el riesgo de ser asesinado es enorme"
En la soledad obligada de las noches de Bagdad -en Madrid se quedaron su mujer, Francisca, y su hija Ana, que ahora apenas tiene 10 años-, el primer embajador español en el Irak de la posguerra -"la guerra de verdad empezó cuando las tropas ocupantes cantaron su victoria militar, sólo tres meses después de la invasión de marzo de 2003"- escribió Daños colaterales. Un español en el infierno iraquí, que acaba de publicar Planeta. El libro, que tiene mucho de vivencia personal, refleja la descomposición de la sociedad iraquí.
Pregunta. ¿Hay una solución para Irak?
Respuesta. Será una solución muy lenta, a muy largo plazo. Irak es hoy un país desajustado, que ha estallado en pedazos, en donde el problema étnico, el social, el religioso y el de una criminalidad pura y dura se superponen y desarticulan. Recomponerlo es casi imposible. Irak es un drama humano y un problema internacional que rebasa ampliamente los límites del país.
P. ¿Pasa la solución por la salida de las tropas extranjeras?
R. Eso es parte de la solución y parte del problema, ya que de momento no hay alternativa a las fuerzas de ocupación. Ni el ejército, ni la policía iraquíes están preparados para enfrentarse solos al caos actual. El desquicie es tal que las fuerzas invasoras han adoptado un papel de intermediación. Una salida apresurada podría acentuar el caos.
P. Vietnam salió adelante.
R. Desgraciadamente, Irak es más complicado que Vietnam. En Vietnam había dos actores: el Norte y el Sur. En Irak hay muchas más piezas. El conflicto se ha comparado también con la guerra civil y la descolonización de Argelia, e incluso con la guerra civil de Líbano y la crispación entre sus comunidades, pero pienso que el problema iraquí les supera en dificultades y enredos.
P. ¿Pueden las tropas norteamericanas pacificar el país?
R. Más allá del concepto ideológico de fuerzas de ocupación, se han convertido en fuerzas de pacificación y de mediación. Después de que fueron ellas las que crearon el caos que persiste con la destrucción de todas las instituciones de Irak, desde el ejército hasta la Administración del Estado, si salieran en estos momentos producirían más caos aún. Lo han destruido todo y no hay más remedio que reconstruirlo.
P. ¿Se han adaptado a la nueva situación?
R. Estados Unidos no ganó la guerra, y está rectificando desde que proclamó la victoria militar. La guerra se ha transformado, y las fuerzas invasoras han recurrido a técnicas de guerra de guerrillas más que militares y se han acercado más a la población.
P. ¿Qué ha sido lo más doloroso en estos años?
R. Sin duda lo más doloroso es comparar el Irak de antes -el que me encontré entre 1997 y 2000, cuando reabrí la Embajada de España- y el de hoy. Es cierto que ya era un Irak desilusionado tras la primera guerra del Golfo y sometido a una dictadura implacable, pero se podía vivir, caminar, tener amigos, viajar. Todo eso es imposible ahora. El marco de conocimiento del país que tengo es el de entonces. Me ha servido para encuadrarme en una Embajada de la que apenas podía salir. El nivel de deterioro se ha acentuado hasta el infinito.
P. ¿Y que piensan los iraquíes?
R. Eso mismo, porque su vida era mucho mejor en la última época de Sadam Husein.
P. ¿Lamenta haber vuelto?
R. En absoluto. Yo era un privilegiado en medio de aquel dolor. Son los iraquíes los que sufren, los que viven sin futuro desde hace décadas; con un porvenir negrísimo para los jóvenes y para las mujeres. Es muy penoso. Yo he vivido este segundo periodo gracias al recuerdo y la presencia del Irak que conocí en mi primera estancia, que ya no existe ni es posible ahora.
P. ¿Vio de cerca la muerte?
R. En abril de 2006 desapareció un empleado chií de la Embajada, que seguramente cayó víctima de los ajustes de cuentas interreligiosos, y en julio de ese mismo año asesinaron a dos empleadas domésticas que eran cristianas asirias. Después de eso, ayudamos a varios empleados a salir del país, y otros se refugiaron en la Embajada para evitar los desplazamientos por una ciudad hostil llena de controles incontrolables, en los que el riesgo de ser asesinado es enorme.
P. ¿Que le pediría al presidente que sustituya a George Bush?
R. Que negocie con Irán. Es fundamental para pacificar la región. Irán tiene la llave del futuro de Irak; sin su colaboración no se puede hacer nada. No soy yo solo el que lo dice. Está muy claro en el Informe Baker-Hamilton. Hay que abrirse al diálogo y recurrir a la vía militar lo menos posible.
P. ¿Y a los árabes?
R. Los países árabes ni tan siquiera han abierto sus embajadas en Bagdad. Ni han condonado la deuda a Irak, algo que sí ha hecho Occidente. Una de las grandes incógnitas es si los vecinos cooperarán para sacarle del hoyo o si se repartirán sus despojos.
P. ¿Hay un debilitamiento de Al Qaeda en Irak?
R. Al Qaeda-Irak tenía elementos extranjeros, pero también una base iraquí muy profunda que facilitaba su trabajo. Parte de ese apoyo de la población lo ha perdido. Su agenda contra las fuerzas invasoras y contra los chiíes fue lo que la hizo fuerte, pero no sé si esa agenda ha cambiado.
P. ¿De quién se nutrió esta red terrorista?
R. Al Qaeda-Irak nació después de marzo de 2003. En ella confluyeron los fedayines de Sadam Husein -los elementos más radicales del régimen- y el extremismo suní de la insurgencia, que vio a los chiíes como colaboradores con los ocupantes en virtud de su vivencia anti-Sadam, que era mucho más fuerte que la suní.
P. ¿Cuál ha sido la mayor satisfacción?
R. El hecho mismo de haber estado y poder mostrar el apoyo de mi Embajada para que Irak vuelva a ser un gran país.
P. ¿Cómo pasaba los días en estos últimos dos años y medio?
R. El Irak de hoy es un lugar de personas solas. No se puede tener una vida familiar ni social. El ocio lo llenaban la música y los libros. Quiero expresar el apoyo recibido de los GEO, que se ocupan de la seguridad de la Embajada y hacen una labor encomiable.
P. ¿Cuál fue la razón del libro?
R. He querido dar testimonio de la situación del país y del sufrimiento de sus gentes. Tengo muchos amigos de mi primera etapa que no he podido volver a ver ni sé dónde están.
P. Después de tanto horror, ¿hay un resquicio para el optimismo?
R. Hay un resquicio para la paciencia y la libertad.
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