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Columna
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Dejad toda Esperanza

Una de las características más relevantes de Esperanza Aguirre en el terreno político es su enorme capacidad para ocupar a diario un hueco en los medios de comunicación, en los propios, o indebidamente apropiados como Telemadrid, y en todos los demás, en los afines y en los ajenos, a escala local y nacional y cada vez más a menudo en los foros internacionales donde su atrabiliario personaje empieza a llamar la atención como un fenómeno llamativo del circo político español, en el apartado fieras, entre los grandes felinos depredadores no siempre obedientes al chasquido de látigo del arriesgado domador. "Que hablen de mí aunque sea bien" es el lema que campea en su escudo de armas curtido en mil escaramuzas. Hablan, hablamos de ella, o ella habla, nos habla y nos da la brasa, siempre arrimada al ascua de su sardina. La fama, incluso la mala fama, siempre hace bien a los políticos; no tienen más que fijarse en el rampante Silvio Berlusconi que podría ser su correligionario si no tuviera cada uno de los dos su religión propia y unipersonal, una fe en ellos mismos que bordea la patología narcisista. En su última campaña por hacerse con el poder del partido en el que milita, Esperanza Aguirre ha exigido un debate de ideas, no de personas, una exigencia paradójica en quien lleva el personalismo por bandera, aunque tal vez las ideas de las que habla la parlanchina presidenta sean ideas sobre ella misma y su papel en esta farsa de despropósitos que sirve de entremés, para el próximo congreso del PP.

"Que hablen de mí aunque sea bien" es el lema que campea en su escudo de armas

Hasta ahora, la batería de ideas, esgrimida en su discurso público por la presidenta de la Comunidad, se redujo a la proclamación reiterada de su liberalismo irredento, liberalismo que en sus actos se ha concretado en el paulatino y pertinaz desmantelamiento del sector público sobre cuyas humeantes ruinas y usando sus materiales de derribo, Esperanza Aguirre, edifica un imperio privado y rodeado de feraces campos de golf. He aquí la idea, el pensamiento único que sustenta todo el aparato ideológico de la presidenta. No hay mucho que explicar y casi nada que debatir, todo se explica y se debate en el acontecer diario. Mientras los medios de comunicación informan, paso a paso y zancadilla a zancadilla, sobre las refriegas de la no-candidatura de la presidenta madrileña, sobre el terreno se siguen acumulando las incursiones de las huestes esperancistas sobre los últimos reductos de lo público. Rizando el rizo de sus desmanes, la Consejería de Sanidad de la comunidad que ella preside acaba de desmantelar la Dirección General de Salud Pública de Madrid, de la que dependían algunos flecos tan irrelevantes como la potabilidad del agua, la seguridad alimentaria, la vigilancia sanitaria de los mataderos o el control de epidemias. Un acto de insania que podría ser síntoma primerizo de la encefalitis espongiforme bovina, enfermedad de Creuztfeldt Jacob, o mal de las vacas locas. En los medios afines a la presidenta, y a veces en los otros, los ecos de sus declaraciones y discursos se imponen a las voces de los sectores afectados, las noticias quedan, cuando quedan, para la letra pequeña de las páginas locales o los minutos basura de los informativos.

En su penúltima incursión sobre el campo sanitario, las aguerridas huestes de Aguirre han cerrado, sin fecha de reapertura a la vista, un centro médico de especialidades en la Villa de Vallecas, a causa de una pequeña inundación provocada por las lluvias. Siempre llueve a gusto de alguien porque los chubascos han servido como excusa para trasladar servicios y pacientes a uno de los nuevos hospitales "publiprivados" que son el emblema del modelo sanitario esperancista.

El método del trasvase ha sido utilizado también recientemente en la depauperada y acosada Enseñanza Pública de Madrid. En una maniobra subrepticia y fraudulenta, las autoridades educativas de la Comunidad con mando en plaza han deportado a los alumnos del colegio público San Roque, de Villaverde, un 52% de ellos de etnia gitana y el resto de hasta 20 nacionalidades diferentes. El colegio, que en tiempos tuvo fama de conflictivo, se había quedado demasiado grande para ellos según Educación y la mayoritaria adscripción étnica del alumnado podía disuadir a los padres de niños payos y autóctonos a la hora de solicitar nuevas plazas en el centro. Para evitar posibles brotes de racismo, la Comunidad ha tomado una decisión claramente racista según los afectados. Los alumnos payos de otro colegio, el Cristóbal Colón, se trasladarán al San Roque y los del San Roque ocuparán el Cristóbal Colón que será sólo para ellos y donde se sentirán más a gusto y a salvo de agresiones racistas y xenófobas.

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